Una Argentina enferma de violencia y de plena cobardía
No dudo en afirmar que en ese sentido el gobierno “K” es un gobierno que hace uso permanente de la “violencia sin estrépito”
“La violencia no consiste solamente en neutralizar a los adversarios produciendo daños: sirve de advertencia de amenaza, registra marcas para uso de los que resultan indemnes…” escribió Ives Michaud y agregaba en todas las guerras se han fijado castigos, indiscriminados agregaría, a guisa de ejemplo.
Es cierto que Michaud parte de una ideología, pero eso no quita que su afirmación resulte correcta, como esa otra en la que distingue la violencia según su estrépito, que llamaría “violencia silenciosa” la que genera “estados de violencia” como podría ser lo que en derecho se llama “desviación o abuso de poder”, especialidad “K”, las presiones políticas que obran como disuasivos, como fue el caso de “Guillermo Moreno” o ahora su sucesor quizás con algo más de discreción.
Este tipo de “violencia” la sufrió LAN por parte de Intercargo, del ORSNA y de la ANAC al limitarle las posibilidades de incorporar una nueva aeronave o amenazarla con desalojarla del Aeroparque; o los importadores que ven “OBSERVADAS” sus DJAI sin expresión alguna de causa con lo que se impide arbitraria e ilegítimamente el derecho de comerciar y en otros casos las presiones directas sobre los magistrados judiciales o fiscales, amén de otros cientos de ejemplos.
No dudo en afirmar que en ese sentido el gobierno “K” es un gobierno que hace uso permanente de la “violencia sin estrépito”, sin perjuicio de sus voceros autorizados que hacen gala de su violencia expresiva, algunos desde su “militancia” y otros desde su puesto de funcionarios, cuyos ejemplos abundan incluso por parte de la propia Kristina que llegó a decir que había que tenerle un poquito de miedo.
Esta forma de actuar también podría llamarse “cinismo”.
Este accionar, por cierto muy perverso en sus dos acepciones de la RAE, ha obrado como “advertencia de amenaza” generando un extremo nivel de cobardía social que se pone de manifiesto en la genuflexión de las dirigencias, que son incapaces no ya de ejercer su derecho de defensa legal, sino de defender su presunta dignidad.
Es cierto, es imposible defender lo que no se tiene.
La Iglesia Argentina ha dicho que la “Argentina está enferma de violencia” pero parecería que en verdad tienen en cuenta más bien la violencia contra las personas y los bienes, sin perjuicio del párrafo octavo que quizás hubiera merecido un mayor énfasis que dice: “Nos estamos acostumbrando a la violencia verbal, a las calumnias y a la mentira, que “socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2486). Urge en la Argentina recuperar el compromiso con la verdad, en todas sus dimensiones. Sin ese paso estamos condenados al desencuentro y a una falsa apariencia de diálogo”
Ésta es precisamente, la violencia preocupante de la que el gobierno es cultor, es violencia falsificar estadísticas, es violencia no dar a conocer los índices de pobreza, es violencia, en suma, mentir; es esa violencia sin estrépito, más peligrosa que la violencia física, porque impacta en la cultura, en una palabra genera, si vale la expresión una cultura viciosa, es violencia las ridiculeces del Jefe de gabinete.
Es violencia también, siguiendo a Michaud, este estado en el que las reglas de convivencia carecen de vigencia: “No se trata evidentemente de la inseguridad de la existencia efectiva, es la del social donde nadie puede estar seguro de que las reglas sean respetadas, donde reina la imprevisibilidad no en el sentido en que todo y cualquier cosa sucede, sino en el sentido que todo puede suceder…”.
Y esto es el “Kirchnerismo” que pretende elevar a una condición de sublimidad extrema, los peores vicios de la persona humana, que son la mentira, la calumnia y la violencia verbal como lo dice el documento de los obispos.
Pero lo cierto que este conglomerado de “enfermedad y cobardía” que padecemos los argentinos como sociedad, porque digámoslo con todas las palabras, “no tenemos autoridad para tirar la primera piedra”, porque todos hemos tolerado la corrupción “K” en su versión matrimonial.
Hemos aguantado a Moreno y cumplido sus absurdos caprichos, la votamos un 54% cuando sabíamos que la corrupción imperaba desde su peor nivel la falta de “idoneidad”, no hay un solo ministro o funcionario que sea digno de respeto, salvo alguna excepción en un sector de la administración pública en el que se puso fin a cierto modo de corrupción de un día para el otro cuyo nombre oculto para no originarle un castigo, personalmente lo siento así, no sé qué pensará el lector, pero si piensa como yo, le pediría que no incurra en el “silencio de los buenos”.
Es paradójico que deba ocultar el nombre de una persona honesta, lo que no quiere decir que concuerde con algunas de sus decisiones, porque podría hacer peligrar su estabilidad.
Hemos soportado por once años a un ministro que nos llevó al desabastecimiento energético, estamos soportando a una oposición que solo es audaz para señalar limites personales, es una prueba de haber asimilado al máximo la cultura “K” y que si llegan al gobierno solo sabrán descalificar al otro.
Soportamos a una “oposición” incapaz de proponer un programa a la sociedad, siendo en ese sentido absolutamente insuficiente el discurso de Macri más bien propio de un cenáculo o las intenciones del conglomerado UNEN que podría constituir el programa de una materia de colegio secundario.
La pregunta es porque soportamos este estado de “enfermedad y violencia”, porque nos hemos convertido en una sociedad cobarde, que es quizás nuestra real enfermedad, la violencia y la corrupción es su consecuencia natural.
Pienso que la falla ha estado en el sistema educativo que solo se ha limitado a trasmitir conocimientos generando una suerte de “sabios bárbaros” para usar una expresión de Ortega y esa barbarie se expresa en nuestro desprecio generalizado por los valores que son los soportes de la cultura de una sociedad.
Inculto, grosero, tosco. Su estilo es descuidado y un tanto bárbaro. Esta es una de las acepciones de la palabra “Bárbaro” y así somos los argentinos, “…todas y todos…” sin exclusión alguna.
Hacemos culto de la grosería, de la bastedad y la “ordinariez” como Kristina que en ese sentido es insuperable y más si fuera cierto que cuando habla por la cadena nacional tendría una “cucaracha” escondida entre su pelo, para simular una sabiduría de la que carece, de donde su rol de presidenta se reduciría al de una simple locutora…como lo hizo en ANGOLA ofreciendo productos hasta con mímica, sin éxito ya que nadie compró nada.
Asimismo somos descorteses confundiendo esa conducta con una supuesta fortaleza de carácter o de la personalidad como fue el desalojo de los ex directivos de Repsol de la sede de YPF…
Es cierto los argentinos estamos enfermos y el Kirchnerismo es nuestra enfermedad, o quizás mejor dicho le dio nombre a esta enfermedad que obviamente venia de mucho antes y cuyo ADN es LA CAMPORA que para colmo lleva orgullosamente el nombre de un ser que fue insignificante para nuestra historia y vale decir desde la insignificancia no se construye una nación, una vida o un futuro.
Debemos curarnos de la enfermedad o del virus “K”; para sanarnos debemos hacer sacrificios y soportar el tratamiento con paciencia y esperanza.
Realmente querremos sanarnos porque la salud impone obligaciones más que derechos.
Y recuerden a Martin Luther King “Lo que más me preocupa no es el éxito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin carácter, de los sin ética, lo que más me preocupa es el silencio de los buenos.”
Por todo esto intento estar de este lado de la grieta, estoy preparado para recibir a los que la quieran cruzar y que estén dispuestos a aplicarse la vacuna contra la mentira…Éste debe ser unos de los límites.
Cruzará Kristina la grieta para volver a ser Cristina.