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jueves 24 de mayo de 2007

Una constitución gourmet

El partido gobernante boliviano pretende introducir un nuevo artículo en la Constitución que prohíba el consumo y comercialización de alimentos transgénicos en el país andino.

Nuestra vecina República de Bolivia se adentró en el difícil y azaroso camino de reformar su texto constitucional. Después de largos y agitados meses en los que se discutió si las reformas habrían de aprobarse con mayoría absoluta o calificada, los convencionales constituyentes han comenzado a debatir los nuevos artículos que incorporarán.

Entre tantas otras comisiones, funciona la dedicada al Desarrollo Productivo Rural, en la que los representantes del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) propondrán que se incorpore a la Constitución boliviana la prohibición del consumo y comercialización de los alimentos transgénicos. El presidente de la mencionada comisión, Víctor Hugo Vásquez, señaló al diario La Prensa de La Paz: “Ahora, el mercado interno está infestado de esos productos que vienen del exterior y que no son naturales, son transgénicos. Nuestra gente prefiere consumir eso sin saber que dañan su salud, debido a que son producidos artificialmente, y como piensan que todo lo de afuera es lo mejor, desprecian nuestra producción que es totalmente orgánica y es rica en variedad”. Ahora bien, tanta preocupación del constituyente del MAS no se traslada hacia los ciudadanos de otras naciones, puesto que la prohibición no alcanzaría a quienes producen soja transgénica destinada a la exportación. El cuidado de la salud se termina en Villazón y no cruza el puente a La Quiaca, aunque los transgénicos perjudiquen a sus bienamados hermanos latinoamericanos…

El artículo en cuestión, de ser aprobado, iría contra el sentido original de una constitución, que es el de garantizar las libertades individuales y el derecho de propiedad al establecer claros límites al poder estatal. Es una disposición autoritaria que interfiere en las decisiones nutricionales de los bolivianos, como si estos no pudieran discernir qué pueden comer. Con ese criterio, las constituciones deberían prohibir el consumo de todos aquellos elementos que serían nocivos para el cuerpo, como el vidrio, piedras y venenos, con el objetivo de alertar a sus súbditos.

Por otra parte, es de un proteccionismo descarado en nombre de la salud y el medio ambiente, ya que crearía un mercado cautivo para productores de alimentos orgánicos que terminaría perjudicando por los precios elevados a los consumidores de escasos recursos.

Evo Morales tiene aspiraciones de chef y nutricionista, además de seguir siendo el presidente de Bolivia. No debería extrañarnos, entonces, que también aparezcan artículos en la Constitución sobre el uso obligatorio de la bufanda en invierno o del consumo compulsivo de la hoja de coca para combatir el apunamiento. Siempre resulta curioso observar cuánta desconfianza tienen algunos políticos en el sentido común de sus conciudadanos para administrar la vida cotidiana, que no saben cómo comer bien y sano, pero que siempre se transforman en sabios en el momento de asistir a las urnas. © www.economiaparatodos.com.ar

Ricardo López Göttig es director de la Licenciatura en Ciencia Política en la Universidad de Belgrano e investigador de la Fundación Hayek y CADAL.

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