La Navidad es la celebración de la esperanza que nace en la modestia, sencillez y humildad de un pesebre

Diría que la Navidad es una celebración de “cercanías” o como dijo Francisco  de la proximidad con los problemas y realidades del otro en una época que impera una cultura, quizás más bien habría que decir “incultura” que ha licuado los valores de nuestras creencias dejando por el camino de la vida una pléyade de heridos por el escepticismo que solo atinan a hacer culto de la desesperanza.

La Navidad es la celebración de la esperanza que nace en la modestia, sencillez y humildad de un pesebre.

Precisamente por ese hecho que provoca a nuestras almas, creyentes y no creyentes, nos sentimos identificados aunque más no sea por un instante, en la necesidad de encontrarnos, de constituir un “nosotros”, de compartir desde el dolor y la felicidad la genuina alegría de saber que alguien está a nuestro lado.

Alguien que no vemos pero que con su mirada nos ilumina y nos señala un rumbo en el camino de la vida y dependerá de nuestro libre albedrío  como elegimos caminarlo.

Hay otra navidad  que llamaría mundana, social o si se quiere gestual que es la navidad de los regalos, las invitaciones, del tío que se viste como Papa Noel aunque el calor lo achicharre y que aparece como por arte de magia a la medianoche, pero esta otra navidad también nos reúne y en algún momento nos hace pensar que la esperanza le da otro sentido a la vida.

El 24 a la noche por un motivo u otro, unos de fiesta otros celebrando         , todos intentaremos “encontrarnos” en lo mejor de cada uno de nosotros y eso significa un renacer de la esperanza, la verdadera Navidad.