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martes 3 de septiembre de 2013

Uruguay-Argentina: amor e hipocresía

Uruguay-Argentina: amor e hipocresía

Otra vez, recibimos a la presidenta argentina, ahora para inaugurar una planta de combustible en la Teja.

La ocasión sirvió de pretexto para un acto electoral con connotaciones en ambas márgenes que hasta contó con la inusual presencia de componentes de la  argentinísima patota de la Cámpora, un fenómeno de neto cuño peronista, por completo ajeno a las tradiciones políticas nacionales que otorgó a la celebración un incongruente carácter provincial.

Cortejada por la obsecuente zalamería de un representante del Pit-  Cnt y con la llave de Montevideo entregada por la compañera intendenta Ana Olivera, la mandataria llegó al delirio de atribuirse la financiación de una obra realizada exclusivamente  con capitales uruguayos. Hasta aquí  la crónica de un hecho que no debió haber ocurrido.

Ni la ocasión ni el estado de las relaciones entre Uruguay y Argentina justificaba la celebración de esta fanfarria por un asunto de interés exclusivamente nacional (se trata de la mejora del combustible de uso local quitándole elementos nocivos), como no lo ameritaba que simultáneamente Argentina se haya interesada en adquirir el excedente de gas de la planta que instalará el Uruguay, luego de su frustrada espera para realizarla con el vecino.

Una expresión de deseos, considerada un gran logro, que ojalá se concrete pero que está sujeta a las cambiantes veleidades de la mandataria argentina.  Nada entonces justifica esta invitación cursada por  una diplomacia como es la nuestra que, respecto al vecino no ha hecho de la firmeza, la dignidad,  y por sobre todo de los intereses nacionales el norte de su estrategia.

Mediante una gestión timorata que confunde nuestra situación geopolítica con debilidad, balbuceo y falta de objetivos. Pero que además sigue apostando a la inserción ideológica, vaya el triste viaje a Cuba, en lugar del posicionamiento económico. Es largo enumerar los desencuentros con Argentina.

Los resultados  de los estudios realizados en la planta de Botnia, no se conocen por la negativa de este país a difundirlos. Ello no solamente enrarece el ambiente, dando pie a que los activistas amenacen con el corte del puente, sino que impiden que la planta aumente su producción, lo que sería económicamente relevante para Uruguay.

 

Una marcha realizada por estos días por dichos ambientalistas y el genuflexo e incomprensible anuncio de nuestro gobierno de no autorizar ese incremento pese al informe favorable de la Dinama se suman a este clima de bloqueo y de inexplicables renuncias  de la diplomacia uruguaya.

Algo similar ocurre con la profundización de los canales de acceso a nuestros puertos (o sus ampliaciones), siempre demoradas ante las dilatorias vecinas. O con las reiteradas trabas argentinas al normal funcionamiento del Mercosur, un fenómeno ya folklórico.

Entonces, la pregunta. Visto, que las relaciones internacionales entre sus gobiernos no avanzan, pese a los claros afectos entre ambos pueblos. ¿No corresponderá reconocerlo con franqueza; sincerarse, despojarse de efusividades e iniciar, con menos alharaca, negociaciones que encaren globalmente los problemas? Y si ellas no fueran posibles admitirlo y esperar tiempos mejores o gobiernos más afines. Pero todo ello hacerlo con decoro, sobriedad e independencia. Sin falsos amores. Que la sinceridad es un valor, adentro y afuera. Y la soberanía, irrenunciable. Aun en tiempos trasnacionales. patota de la Cámpora, gestión timorata,  canales de acceso, menos alharaca.

Fuente: www.elpais.com.uy