Vergonzoso
Nuestras relaciones con Argentina han llegado a un nivel que hiere el decoro nacional
La última incursión de la mandataria del país vecino, que en vez de agradecer que le compráramos una instalación a la Argentina se enorgullecía enfáticamente de una esotérica inversión propia, rayó en lo penoso. No faltó ni una barra brava con bombo incluido en un acto oficial de nuestro Estado.
Esa es apenas, sin embargo, la exteriorización grotesca de una situación de fondo muy preocupante, agravada estos días de un modo exponencial con el anuncio de un nuevo canal, que hace inviable la vía de tránsito actual, compartida por ambos países. Se dice que Uruguay en 2006 autorizó ese nuevo trayecto, pero no se recuerda que se hacía con la contrapartida de una profundización del canal de Martín García. Han pasado 7 años. Nadie se preocupó más del tema hasta que ahora, imprevistamente, salta esta liebre que hiere directamente nuestros legítimos intereses en la navegación del río común.
En materia comercial hemos sufrido restricciones y la arbitrariedad de decisiones unilaterales de un funcionario argentino que autoriza o rechaza operaciones de exportación de un modo inconsulto. La consecuencia es que venimos reduciendo progresivamente nuestro comercio. El año pasado importamos desde la Argentina 1982 millones de dólares y le exportamos sólo 520. En el primer semestre de este año sigue la tendencia negativa: importamos 919 millones y exportamos apenas 249. Ya del tema ni se habla. Los más doloridos cerraron y la resignación ha cubierto con un manto de olvido esta situación vital para el trabajo nacional.
La construcción de terminales en Nueva Palmira está bloqueada desde 2007. Uruguay informa, la delegación argentina pregunta, se vuelve a informar y se vuelve a repreguntar y así, saltando de un tema al otro, bloquean nuestra capacidad de expansión. Después de 6 años, ¿no es ridículo seguir repitiendo que el tratado solamente impone un plazo de 180 días para resolver?
Estamos atascados con la situación de UPM. Después de todo lo que sufrimos, ahora arde Troya porque la empresa desea ampliar su producción de 1.100 a 1.300 toneladas diarias. El Canciller Timerman proclama que será “inflexible “ y los fundamentalistas de Gualeguaychú ya están en pie de guerra al amparo del clima preelectoral.
Mientras el Uruguay duda y vacila, la situación lleva a la paralización de la empresa hasta noviembre, porque ya casi habría cubierto el cupo del año. Será un fuerte impacto sobre la producción industrial y marcharán al seguro de paro los 800 funcionarios de UPM, más los 550 que trabajan para las empresas de cosecha y traslado forestales. Amén de la sensación de desaliento que cunde en un sector exportador fundamental.
Es obvio que se debe cumplir el régimen de consulta de los art.7 al 12 del Estatuto del Río Uruguay, interpretados por la Corte Internacional de Justicia en su sentencia de abril de 2010 . Se trata de informar y abrir un lapso de 180 días, pasado el cual nuestro país puede decidir. Desgraciadamente, nuestro gobierno –reiteradamente- ha dicho que esperará, confundiendo el deber de informar con la inexistente necesidad de acordar.
Por otra parte, resulta ridículo que se invoque un no demostrado daño ambiental cuando notoriamente la Argentina ha impedido dar a conocer los resultados de los controles internacionales, que sistemáticamente se han ocultado al ser favorables a la empresa finlandesa.
La actitud uruguaya se inspira en una temerosa idea, reiterada por nuestro Presidente en su largo reportaje al semanario Voces: “Yo conozco la historia uruguaya, la mejor manera de tener lío y sin salida, con Argentina, es meterle la pechera. Vos le metés la pechera a Argentina y sabés como marchaste!”. O sea que Argentina sabe fehacientemente que Uruguay nunca va a jugar fuerte. De antemano, una y otra vez, le hemos confesado a nuestro díscolo vecino la debilidad con que nuestro gobierno negocia.
El Presidente dice que conoce la historia uruguaya. Si es así, sabrá que así como las sociedades rioplatenses tuvieron siempre una buena relación, no fue así con sus gobiernos. El General Roca intervino en nuestras contiendas internas en 1904 y el Presidente Batlle y Ordóñez, enfrentó la amenaza; el Canciller argentino Zeballos, durante el gobierno del Dr. Williman, sostuvo la tesis de la soberanía argentina sobre todo el río de la Plasta y hasta llegó a organizar maniobras militares a nuestra vista y paciencia, entre nuestra costa y la isla de Flores; el General Perón prácticamente cortó el tránsito de personas entre 1952 a 1955; el Presidente Kirchner tuvo con el Dr. Vásquez las peores relaciones y el mandatario uruguayo no se arrastró, se ganó el apoyo de todo el espectro político y finalmente logró un reconocimiento a la posición de nuestro país en el Tribunal de la Haya. No fueron casos de “pechereo” pero sí de firmeza, que incluyeron llegarle a la opinión pública argentina con nuestras razones, normalmente ocultadas por su gobierno.
No es posible reducir la estrategia diplomática a “pechereo” o subordinación. Siempre hay que buscar soluciones diplomáticas, pero cuando ellas se agotan, hay que ser por lo menos claro. Y digno. Seguir concediendo y hasta soportar manoseos que ni ante Artigas se detienen, es vergonzoso. Con todas las letras: vergonzoso.
Fuente: http://www.elpais.com.uy/