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jueves 9 de junio de 2005

Violencia en una escuela

Es preciso replantear los términos en que se plantea actualmente la relación entre los padres de los alumnos y la escuela: debe ser de mutuo apoyo y no de enfrentamiento.

Según informaron los medios de comunicación, una maestra de la escuela Nicolás Avellaneda fue agredida por la madre de un alumno, al que no se le habría permitido tocar la flauta durante un recreo.

Antes de entrar a fondo en el tema del trato de los padres hacia los docentes, me permito alguna consideración sobre la tarea de los docentes.

Hay que tener en cuenta que si consideramos tanto el tiempo como el “público” ante el que el docente trabaja cada día, la docencia es una de las profesiones más expuestas.

Prácticamente, no existe ninguna profesión en la cual uno esté expuesto al mismo público 4 horas diarias, 5 días a la semana, 9 meses al año. Un médico puede trabajar 10 horas diarias, pero raramente repite sus pacientes en un término menor de un mes. Un periodista puede estar cuatro horas a cargo de un programa, pero su público en general va cambiando. Los docentes tenemos todos los días durante el año escolar sentados delante a los mismos chicos. Y como todos los seres humanos, nos equivocamos. La posibilidad de equivocarse varias veces en un año con el mismo chico es amplia.

Por otro lado, otro de los problemas que tenemos en esta exposición es que “el público” se conoce entre sí, y nuestros actos siempre se realizan en el aula. De ese modo, si uno se equivoca con Pedrito, la mamá de Susanita va a enterarse, ya sea porque se lo contó Susanita o porque así lo hizo la madre de Pedrito (hace años hice una pequeña investigación que, redondeando, dio como resultado que las madres con hijos en edad escolar hablaban el 60% del tiempo del tema educación entre ellas, y el 80% de ese tiempo, criticando a la escuela). Si un médico se equivoca, raramente su paciente lo comente con otro pues no lo conoce. Si se equivoca un periodista, tampoco es probable que la audiencia lo comente.

Lo que quiero decir, en resumen, es que los docentes nos enfrentamos durante mucho tiempo al día a un “público” que se conoce entre sí, y encima comenta muy habitualmente nuestra tarea. Súmese a esto que como todo ser humano nos equivocamos, y más cuando el trato continuo con los alumnos no admite recetas previas: cada chico es distinto, cada caso es distinto, cada circunstancia es distinta. Uno puede planificar cómo enseñará el Teorema de Thales, pero no cómo actuará si Alejito se cae de la silla, o si toca la flauta en el patio.

Hago esta introducción pues, aunque parezca obvio remarcarlo, es inexistente el maestro perfecto que no se equivoca nunca.

Es decir, si cada vez que nos equivocamos viniera una madre y nos pegara, creo terminaríamos internados en el transcurso del primer trimestre. Por otro lado, habría que plantearse qué sucedería si los docentes fuéramos a pegarles a los padres cada vez que se equivocan. Probablemente el resultado sería similar.

Dejando de lado la violencia, creo que, por un lado, deberíamos comprender esta situación que atravesamos los docentes y, en vez de criticarlos a diestra y siniestra, ir a hablar con ellos si realmente pensamos que se equivocaron y el error es de una magnitud tal que amerite la charla correspondiente (en general los errores por los que se quejan los padres, puestos en blanco y negro y con cierta objetividad, no suelen ser tan graves). Por otro lado, también hay que comprender que los docentes estamos para que los chicos aprendan, y que muchas veces esto incomodará a los padres. En general (habrá contadísimas excepciones), cuando un alumno se saca un dos, es porque se merece un dos. A ningún papá nos gusta que nuestro hijo se saque un dos. Y si no se lo merece, lo mejor en la casa será apoyar al docente y, en su caso, ir a hablar con él. Eso de “hacerse amigo de los hijos” buscando como enemigo común al docente es algo que, además de ser una injusticia, tarde o temprano se vuelve en contra.

Probablemente, el hecho de violencia acontecido en la escuela Nicolás Avellaneda en poco tiempo será nada comparado con las cosas que sucederán si no cambiamos de mentalidad con respecto a la relación padres-escuelas. Ésta debe ser una relación de mutuo apoyo y no de enfrentamiento. © www.economiaparatodos.com.ar



Federico Johansen es docente, director general del Colegio Los Robles Pilar y profesor de Política Educativa en la Escuela de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UCA (Universidad Católica Argentina).




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