¡Y un día, volvió!
“La manera de vivir convirtiéndose en un optimista, consiste en ser lo suficientemente loco como para creer que lo mejor está siempre por venir” (Peter Ustinov)
Esta frase humorística podría aplicársele muy bien al puñado de manifestantes que recibieron a Cristina, para acompañarla en sus primeros pasos hacia la justicia, lo cual nos permitió asistir una vez más a los consabidos bailecitos descontrolados de una persona que, como la ex Presidente, da la impresión de seguir viviendo dentro de una fábula de fantasía que suele acompañar a algunos orates que solo registran como válido un mundo imaginario.
Séneca solía decir que hay gente tan estúpida que insiste siempre en luchar trabajosa y arduamente para que SU mundo se haga verdad. Para ellos, la inutilidad de su perseverancia emana de conflictos mentales que les impiden aceptar la realidad.
Cristina Fernández no puede con su genio. Y la Cámpora con su laboriosa obsecuencia, pretendiendo mantener despiertos a militantes que intuyen (aunque no lo digan), que se han ido los tiempos en que caminaban con paso altivo hacia la instauración de un régimen autoritario.
El grupo de jóvenes idealistas (¿) está comprobando que lo preferible tiene mucho de insoportable y que con el tiempo termina siéndolo del todo. Cargar por tanto con la pérdida que han sufrido, resulta para ellos un dolor atroz, lo que no limita sus esfuerzos titánicos para atrasar las agujas de un reloj que siempre avanza y en el caso de ellos parece escapar raudamente de los vicios que el kirchnerismo destiló en la sociedad.
Savater les diría: “ya va siendo hora de que dejen el lado de los ángeles y vuelvan a casa, es decir a la historia; dándose cuenta que defender ciertas convicciones sin retroceder puede constituir en sí mismo una barbarie”.
Desgraciadamente, la necesidad de identificarse con un grupo y su tradición – aunque haya nacido en un lugar estrafalario-, es algo difícil de erradicar. Esto es lo que le pasa a quienes siguen suspirando por el regreso de lo que pudo ser y no fue por culpa de un vértigo de omnipotencia que nos hartó a quienes vimos con claridad una imagen que chorreaba falsedad.
Cierta visión ingenua de un progreso inexistente -que hoy comparten los más obtusos dentro del movimiento kirchnerista “puro”-, les hace suponer que se abrirán paso nuevamente y resultarán victoriosos una vez más, confirmando que siempre hay algo obsceno en cualquier celebración satisfecha de lo irremediable.
Ninguno de los jóvenes vociferantes que batían el parche de su adhesión a la ex Presidente al darle la bienvenida en Comodoro Py parece haber comprendido que dentro del mundo histórico no existe solamente lo bueno y lo malo, sino lo inevitable.
Bacon sostuvo que diversos ídolos o supersticiones ideológicas acosan la mente de algunos individuos como derivados de su propia naturaleza y de errores venerados filosóficamente.
Tuvimos así ante la vista nuevamente el analfabetismo emocional de Cristina Fernández que desparramó su habitual toxicidad, emanada de los prejuicios hostiles que están instalados en su interior.
Es muy probable que pronto suceda lo que le ocurre a quienes desarrollan su “matonismo” en el patio de juegos de un colegio: DESPUÉS DE ALGUNAS HORAS, LOS NIÑOS ALLÍ REUNIDOS AFIRMAN QUE ÉSTO LES DISGUSTA.
carlosberro24@gmail.com