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lunes 16 de junio de 2008

Yo cumplo, nosotros cumplimos… él cumplirá

Que nuestros hijos aprendan a respetar normas y reglas sólo puede lograrse a través del ejemplo.

Vivimos en sociedad, compartimos nuestra vida con otros en los diferentes ámbitos que transitamos a lo largo de la vida. En todos ellos son necesarias pautas, reglas y normas para que una convivencia en armonía sea posible.

Pero, ¿qué son las “normas”?. Una de sus acepciones dice: “regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etcétera”. Por lo tanto, cada espacio social –llámese escuela, hospital o vía pública–, como así también los espacios de la vida privada tienen normas, explícitas o implícitas, que necesitan ser cumplidas para vivir en cierto equilibrio.

Hasta aquí todo parece entendible, claro y simple de llevar adelante, ya que cumpliendo normas todo va sobre rieles. Pero, ¿qué pasa cuándo no se cumplen? Y, sobre todo, ¿qué pasa cuando los adultos, padres y madres, no cumplen las normas frente a la mirada de sus hijos?

En esos casos, sin duda estamos frente a un doble problema, ya que no sólo se está cometiendo una falta, sino que se está educando y enseñando eso mismo: a incumplir las pautas, las normas.

Algunos ejemplos claves los vemos a diario en las cercanías o en la puerta misma de las instituciones escolares: padres sin cinturón de seguridad, que estacionan en lugares prohibidos, aun con carteles para discapacitados, que hablan por teléfono celular mientras conducen, entre otras. ¿Qué creen que recordarán con más énfasis nuestros hijos? ¿Las clases de Educación Vial que pueden recibir (y adhiero a que se den) en los colegios, o las actitudes cotidianas de sus “modelos”, es decir, sus padres?

Educamos con nuestras actitudes, encarnamos valores en cada una de ellas y, casi como si fuese con tinta indeleble e imborrable, dejamos huella en esa personita que tanto amamos, que tanto cuidamos. Sin embargo, de ese modo, ¿la estamos cuidando?

Es hora de que, como adultos y como padres, luchemos y pidamos por el real cumplimiento de las normas que velan por la vida de nuestros hijos. Por sobre todas las cosas, es hora de que “demos el ejemplo”, que no excedamos el límite de velocidad cuando las pautas nos indican otra cosa, que no circulemos por la banquina cuando todo está intransitable, todo bajo la excusa, tal vez cierta aunque nada justificable, del “escaso tiempo”.

Si como adultos mostramos que, por sobre todas las cosas, la vida tiene un valor incalculable, que es un regalo divino y que para eso hay que cumplir pautas elementales, conocidas y aprendidas, estaremos dando un paso fundamental para preservarla. Estaremos, sin ningún lugar a dudas, enseñando lo mismo.

Reflexionemos acerca de nuestra cotidianeidad y veremos cuánto tenemos para mejorar, porque mejores padres significan mejores hijos y mejores hijos significan mejores argentinos. © www.economiaparatodos.com.ar

La profesora Roxana Schiliro es psicopedagoga y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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