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jueves 6 de diciembre de 2007

Aparecen fisuras serias en la Concertación chilena

La coalición de centroizquierda que gobierna en Chile desde la década de 1990 está enfrentando problemas de diálogo internos, a los que se suman algunos conflictos en la gestión.

En las últimas semanas el clima político de Chile parece haber cambiado notoriamente. A punto tal, que la Concertación (la coalición de partidos de centroizquierda, conformada principalmente por el socialismo y la democracia cristiana, que gobierna a Chile desde comienzos de la década de los 90) muestra ahora sus primeras fisuras, que aparecen inocultables.

Esto es, políticamente, serio. Porque la Concertación tuvo un modelo de diálogo interno y búsqueda de consensos muy exitoso en sus primeros tres gobiernos. Pero, además, porque manteniendo -en esencia- el “modelo” económico que ha permitido a Chile ser hoy, económicamente, el país más avanzado de la región y el que más ha disminuido realmente la pobreza, ha buscado crear, al propio tiempo, condiciones de mayor equidad y utilizado el gasto social como instrumento re-distributivo; reformado un centenario sistema judicial ahora moderno; solidificando las instituciones; mantenido un excelente manejo macroeconómico y reduciendo las desigualdades.

Todo esto ha sido logrado concertando inteligentemente distintas asociaciones comerciales notables con los Estados Unidos, la Unión Europea; Canadá; Corea del Sur; China; India; Singapur; y con muchos otros países, transformándose así -claramente- en el campeón de la libertad comercial en la región y, probablemente, en el mundo, al nivel de Hong-Kong.

Lo que es una suerte de antítesis del pretendido progresismo “chavista”, que postula, en cambio, el aislamiento comercial, el proteccionismo y los subsidios.

Todo lo de Chile se logró, además, sin caer (como otros) en la peligrosa enfermedad del populismo que, cual epidemia, parece haber infectado a muchos en la región, incluyéndonos obviamente a nosotros.

Pero parece que Michelle Bachelet está enfrentando dificultades crecientes, reflejadas ya en sus guarismos de aprobación pública en baja. Y con algunos de sus aliados en la coalición de gobierno abiertamente alzados, como veremos enseguida.

El conflicto del Transantiago

El primer episodio adverso a la presidenta Bachelet fue el del rechazo, por parte del Senado, de la propuesta de aportar recursos para el desastroso proyecto de transporte masivo urbano al que se conoce pomposamente como: “Transantiago”, a través del Presupuesto 2008.

El senador demócrata-cristiano Adolfo Zaldívar, luego de votar en contra, rechazó las críticas presidenciales señalando que la Presidente “le da pena”, porque “no entiende” y “no quiere ver la realidad” añadiendo que las críticas aludidas develaban “una mentalidad totalitaria, autoritaria y estalinista”. Durísimo, por cierto.

No es poco. Más aún cuando, a renglón seguido, comparó a la situación actual con la época, en los 70, cuando “los del MAPU”… “quebraron a la democracia cristiana”. No resulta extraño que, ante tamaña agresividad verbal, hoy el senador Zaldívar esté en problemas dentro de su propia fuerza política, disgustada con él.

Convulsiones chavistas

El segundo episodio reciente fue, a mi modo de ver las cosas, todavía mucho peor para la Bachelet. Esto es bastante más grave para la primera Presidente mujer de Chile, proveniente de la “Concertación”. Ella tiene, en mi parecer, una de esas fuertes “cargas ideológicas de izquierda” que, por notorias, sugieren que algunos resentimientos del respectivo sujeto están casi a flor de agua. Apenas disimulados. Más allá de la retórica.

Es el que tiene que ver con la contundente condena de la Cámara Baja del Parlamento chileno a Hugo Chávez, “por boicotear la Cumbre”, que fuera seguida de un pedido formal al Ejecutivo de “rechazo oficial” de las “actuaciones” de Hugo Chávez en la reciente “XVII Cumbre Iberoamericana de Santiago”, el 8 y 9 de noviembre pasado.

Lo importante es que la condena legislativa fue clara y rotunda: por 53 votos a favor y solo 11 en contra.

Más notable aún fue la razón central del pedido, que no tuvo su fundamento en la conducta del obviamente mal educado Chávez, sino en su clara intención de “boicotear” la Cumbre, en la que Chile oficiaba de país anfitrión.

En rigor, Chávez es responsable de haber insultado a los demás, por lo menos, por tres feas vías que son bien diferentes entre sí:

(i) la que es la más visible de todas, esto es la de su habitual y arrogante grosería y la de la total falta de educación y cortesía que caracteriza al egocéntrico caribeño, que vive interrumpiendo a todos, como si él fuera el único que cuenta en todo el mundo, el único inteligente, el dueño de la verdad revelada a él por una extraña trilogía: Marx, Castro y Bolívar;

(ii) la de su típico desprecio por el principio liminar de las relaciones internacionales, una de las piedras fundamentales de las Naciones Unidas; el de “no intervención” en los asuntos internos de otros Estados. Esto ocurrió cuando, en Chile, el caribeño se dio “el lujo” de participar -incendiariamente- en la típica “Cumbre paralela”, la siempre radical, la “de los Pueblos”, en rigor, la “de los desorbitados”, pidiendo allí -públicamente- mar para Bolivia, cuando hay ciertamente negociaciones en curso, y él tiene poco -y nada- que ver con el tema, a pesar de las sospechas de muchos de que, él y Fidel, manejan por “control remoto” al presuntamente independiente y más “pequeño” Evo Morales;

(iii) la más grave, y seguramente la menos visible, es la que tiene que ver con su ataque, tan brutal como irrespetuoso, al tema central de la Cumbre, a sus propuestas que tenían que ver nada menos que con la búsqueda de la “cohesión social”, de la paz social entonces. Para la Cámara Baja del país trasandino, la actitud de Chávez fue la de “tratar de obstaculizar el diálogo y el debate de altura por la vía de la reiteración de actitudes anti-sistémicas y aún de mala educación”. Más claro, el agua.

Fue efectivamente así. Ocurre que Chávez y los suyos (y también algunos de “los nuestros”, que secretamente lo siguen y acompañan desde silencios cobardes, y lo admiran) están en las antípodas de Chile, puesto que ellos creen, en cambio, en la importancia central de la llamada “lucha de clases”. Esto es, de la siembra de odios y resentimientos, de la demonización constante de los adversarios, de la violencia, de las presiones y extorsiones, de los agravios como instrumento de la política, de la jungla, entonces, como “método” de avance hacia sus objetivos.

Todo lo contrario al diálogo democrático, a la tolerancia, al respeto, a la fraternidad y a tantas otras cosas que los totalitarios ignoran olímpicamente. Como está sucediendo en Bolivia, país al que se ha llevado conscientemente hasta el borde mismo del abismo, de lo que algunos deberán asumir, alguna vez, las graves responsabilidades que les corresponden. Empezando por Morales y “su Verbisky”, el vicepresidente A. García Linera.

El Parlamento de Chile, cabe destacar, extendió su abierto rechazo a las actitudes cómplices tanto del Vice-presidente de Cuba, el eterno y anti-democrático Carlos Lage, como al Presidente de la Nicaragua (hoy nuevamente “sandinista”) Daniel Ortega, quienes -cual solícitos corifeos- coordinaron vergonzosamente sus acciones, omisiones, y discursos para aparecer siempre como un gastado “eco” de Chávez, a los que se acusó (con razón) desde el Congreso de Chile de pertenecer a un “eje político” que responde al poco educado caribeño.

Para terminar, lector, ante lo que ocurre en nuestra región, cuya paz y seguridad están amenazadas como nunca hasta ahora, hay que recordar (para tratar de “entender” a los Chávez y a sus ad-láteres, visibles y ocultos) que para Marx, la esencia del hombre no es una cualidad abstracta inherente a un individuo en particular, sino que es “la suma de todas las relaciones sociales” (3: IV: 590).

De allí que el tema de “la lucha contra el individuo” sea algo absolutamente medular en los enfoques de los marxistas que están siempre empeñados en destruir lo que ellos llaman la “individualidad burguesa”; en “emparejar”, entonces, a todos con la misma vara; la de ellos, naturalmente; la que a veces esgrimen amenazadoramente y usan sin remordimientos; de la que cuesta tanto privarlos una vez que, por la vía democrática, llegan al poder para, desde allí, tratar de destruir conscientemente la democracia con el objeto de ponerla al servicio de ellos mismos, de sus ansias incontrolables de poder al que conciben como: total, permanente, y concentrado.

Caiga quien caiga y cueste lo que cueste. Usando todos los medios y recursos a su alcance; sin fronteras; con el objetivo permanente al que antes llamaban “la dictadura del proletariado”, aunque la realidad es que los proletarios son otros y los poderosos son los pequeños líderes circunstanciales, que naturalmente de proletarios -ellos mismos- no tienen absolutamente nada.

Para los líderes marxistas tradicionales, la revolución es “ex machina”. No obstante, como en su momento admitiera el malogrado Karl Kautsky: “Nuestra tarea (la de los líderes) no es la de organizar la revolución, sino la de organizarnos nosotros para la revolución; no es entonces “hacer la revolución”, sino “sacar ventajas” de ella”.

Chávez es bien distinto. Con el cada vez más gigantesco aluvión de petrodólares que realmente “le cayeron del cielo” y de una Venezuela que ahora está claro prefiere ser no socialista (de la que se ha apoderado) no solo estimula -y conduce- la revolución, sino que también “saca ventaja” personal de ella. Y mucha. Ambas cosas a la vez, más bien. Lo que es bien peligroso para la democracia. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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