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lunes 10 de diciembre de 2007

El valor de la vida

Los padres debemos recuperar el sentido de la vida para poder transmitírselo a nuestros hijos.

El tema es y será siempre la vida. Hay que hablar de la vida, hacerla amable, hacerla posible, humanizarla.

Los padres tenemos el deber de educar a los hijos para que siempre puedan creer en la vida. La pregunta es: ¿cómo podemos educar para la vida?

Hay que intentar amar a la vida, pensar en la propia vida.

La vida es hermosa cuando descubrimos que sigue la ley de la semilla. Primero hay que cultivar la tierra. Luego, hay que sembrar y cuidar los brotes, desmalezar y regar. Entonces, constatamos que es un reflujo creciente. De cosecha y de siembra.

La vida es posible cuando aceptamos sus reglas de juego y actuamos de frente como personas libres y responsables.

En pocas palabras, y en un lenguaje muy sencillo, hay que hablar de la vida e ir al interior de cada uno como ser personal. Lo de afuera tiene mucho de circunstancial y de moda. Pasará y hay que jugarse por lo esencial, hacerse y sentirse persona.

Es importante la formación de los padres para formar a los hijos. Necesitamos descubrir permanentemente el camino del encuentro con nuestros hijos por amor a la vida, para orientarlos a desarrollar potencialidades que les permitan hacerle frente y hacerse fuertes a todo aquello que tengan que superar. Y fortaleciéndolos en los valores que dan sentido a su vida.

Si esta función educadora nunca fue fácil, nuestra sociedad actual presenta características que dificultan aún más ese compromiso como padres. Muchos tienen hoy una amarga experiencia: les pesa la vida, están desencantados de ella.

La ciencia y la tecnología ofrecen a la humanidad una medicina más sofisticada y más segura, aumenta el confort y se prolonga la vida, pero el hombre va perdiendo los horizontes de esperanza y es invadido por el desencanto y el aburrimiento como los rasgos más significativos de la época actual, en ésta la era del vacío, como la define Gilles Lipovetsky.

Educar en el amor es ayudar a descubrir el sentido de la vida, es acompañar en el camino hacia la plenitud, es contribuir al nacimiento de nuevas formas de solidaridad, de paz y de justicia para que iluminen la humanidad.

Todos somos parte de este mundo, todos debemos ser los protagonistas del rejuvenecimiento de esta humanidad.

Hay que creer en la vida, la que dan los padres. Los hombres apenas tenemos “eclipses” de vida: hay en ella días claros y noches oscuras, aunque nuestro sol siempre sigue alumbrando. Cuantas veces se nos va pasando la vida y no nos detenemos para disfrutarla, para vivirla, para entender y valorar su verdadero valor.

Tenemos que mostrarles a nuestros hijos cuál es el sol que nos ilumina, que nos llena de vida y que nos impulsa a buscarlo. Debemos orientarlos, esto es no dejarlos solos en esta ola postmoderna que los sorprende desarmados y tiernos frente a una vida diaria sembrada de agresiones que llevan a la soledad y a la angustia, lo que desemboca en una “huida”, en faltas de comunicación, en vacío personal, en consumo de drogas, en violencia, en falta de proyectos de vida. Hay que generar y crear códigos de respeto por la vida.

Si todavía los padres no encontramos o hemos perdido el verdadero y profundo sentido de nuestra vida, criaremos hijos desorientados, perdidos, listos para ser llevados por cualquier faro artificial que se les cruce en el camino.

Si encontramos nuestro sol, ellos mismos tendrán ganas de buscar el propio guiados por el nuestro y aprenderán junto a nosotros a descubrir el valor que se encuentra dentro de cada vida, apostando a injertar en nuestra sociedad esperanza y optimismo, claves para superar el flagelo de la miseria material y moral. © www.economiaparatodos.com.ar

Viviana M. Gallo es docente y orientadora familiar de la Fundación Proyecto Padres.

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