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jueves 10 de noviembre de 2005

Cumbre de las Américas: un intento de autopsia

El balance del encuentro de presidentes en Mar del Plata parece indicar que el consenso regional está muy lejos de ser alcanzado y que los acuerdos bilaterales o sub-regionales reemplazarán a las más ambiciosas metas hemisféricas a las que la retórica nos tenía acostumbrados.

Los augurios no eran propicios; y después de lo sucedido el mes pasado en Salamanca, durante la Cumbre Iberoamericana, donde entre Hugo Chávez y Fidel Castro (a control remoto) aupados en un Rodríguez Zapatero – cómplice o desapercibido– se “robaron” literalmente la agenda, era dable, lógico, pensar que en la edición de la Cumbre Hemisférica, la maniobra continuaría. Suponíamos, frente al optimismo reinante, que el resultado no iba a ser bueno, pero no pensábamos que sería tan malo como resultó.

Va a ser muy difícil, a partir de hoy, hablar de la unidad hemisférica y de sueños en común si los presidentes no llegaron siquiera a acordar los términos para una conferencia de prensa conjunta y cada uno de los más relevantes ofreció la suya. Todo parecería indicar que, al menos en el corto plazo, los acuerdos bilaterales y/o sub-regionales reemplazarán a las más ambiciosas metas hemisféricas a las que la retórica nos tenía acostumbrados.

George Bush, al retirarse de Mar del Plata con rumbo a Brasilia, señaló su sorpresa por lo sucedido; tal vez la información de que disponía estaba cargada de un optimismo algo exagerado. Es también posible que para la Casa Blanca la importancia de la región sea tan baja que los desacuerdos se minimicen, no porque lo sean –mínimos– sino porque carecen de interés y prioridad.

Sin embargo, la partida del presidente de Estados Unidos hacia Brasil (al que le dedicó casi el mismo tiempo que a la Cumbre) parecería señalar un interés de su parte por mantener una relación aceitada con este país, en un momento en que (a partir de las denuncias y escándalos que vinculan a la actual administración del PT -el partido de Lula da Silva- que en estos días se vieron más acentuadas por la supuesta participación de Fidel Castro en el financiamiento de la campaña que le llevó a la presidencia) la “devaluación” política de su presidente es más que visible, cosa que ya se había notado durante la cumbre de Salamanca y que se reafirmó en Mar del Plata.

Es muy poco probable que Brasil acepte de buen grado el liderazgo de Hugo Chávez, pero, por otro lado, resta por verse qué apuntalamiento encuentra Lula en George Bush frente a un bolivariano que, por llevarse el premio mayor (Brasil) firma cheques con verdadero frenesí y en momentos en que, además, el sueño de Lula da Silva de crear, con la ayuda del ex presidente argentino Eduardo Duhalde, la Comunidad Sudamericana de Naciones, quedó convertido en una foto sepia que envejece muy rápido.

En estas horas, el anfitrión de la cumbre, Néstor Kirchner, insiste por medio de sus voceros en que ésta fue todo un éxito; lo que no está claro es qué entiende por éxito el peculiar presidente argentino. La verdad es que no se aguardaba demasiado de él, sólo que mantuviera la cautelosa y diplomática neutralidad de un dueño de casa que recibe a dos huéspedes mal avenidos entre sí.

Esto, lamentablemente, no funcionó, partiendo del malamente oculto apoyo que personeros muy cercanos a su administración dieron a la llamada “Contracumbre” (la III Cumbre de los Pueblos). Luego, durante la ceremonia inaugural de la Cumbre de las Américas, el presidente argentino habló por espacio de unos treinta minutos, en lo que fue, en parte, un ejercicio de auto-elogio salpimentado por aburridas cifras que aluden a los éxitos –reales o imaginarios – de su gestión presidencial y, al mismo tiempo, una carga frontal contra el Fondo Monetario Internacional (su obsesión) y una oblicua contra Estados Unidos, desperdiciando completamente la oportunidad de exponer la visión que, como estadista, se supone debe tener respecto del futuro de la región.

Si alguien aguardaba liderazgo y originalidad en el plano de las ideas, una visión filosófico-política o simplemente la capacidad de presentar un horizonte para compartir entre todos… debe estar aguardando aún.

Su choque con el presidente mexicano Vicente Fox se veía venir, no ya por una visión antagónica de la política regional, sino más bien porque el mexicano, de visita en territorio argentino en 2004, solicitó expresamente el ingreso de su país al MERCOSUR y aún espera que alguien tenga la delicadeza de darle una respuesta, mientras observa a Hugo Chávez convertirse, merced a un ultra veloz trámite, en miembro pleno del mismo a comienzos del próximo mes de diciembre.

¿Puede decirse que Hugo Chávez es el gran vencedor de esta cumbre? Sí y no a la vez, pero más sí que no.

Comencemos por el no. Chávez no logró mover a ninguno de los 29 países que respaldan al ALCA para que públicamente cambiara de bando, aun cuando varios de ellos reciben importantes dádivas bolivarianas en términos de petróleo subsidiado. En tal sentido fracasó estrepitosamente. Su iniciativa de un fondo de 10.000 millones de dólares para combatir la pobreza no despertó eco alguno, salvo en la maquinaria montada por el propio bolivariano que obligó a sus paisanos a escuchar “en cadena” sus divagaciones.

Veamos el “haber”. Sin duda, logró montar un tinglado publicitario significativo partiendo de la III Cumbre de los Pueblos y de una larga entrevista que un recluido Fidel Castro –con visibles síntomas de Parkinson– le concediera a su comparsa, el astro del fútbol Diego Maradona, ahora devenido a showman y político espontáneo, y que se transmitiera por televisión el lunes 31 de octubre. A partir de allí, siguió el publicitado Tren del Alba, que no llevó a Chávez pero sí a Maradona y a una troupe de amigos que se congregaron el viernes para escuchar durante dos horas a un vistoso Hugo Chávez que mezcló el halago a la multitud, su versión de la historia regional y la diatriba fácil frente a unas 20.000 personas que le oían entre aburridos y resignados, y de la que sobresalían, alrededor del líder bolivariano, los 300 cubanos uniformados (en blanco y rojo) que le enviara Fidel.

El largo discurso fue transmitido en su totalidad por la televisión, aún no sabemos bien por qué; por comparación, digamos que los mucho más breves discursos de los jefes de Estado participantes en la Cumbre Hemisférica no se difundieron ni siquiera por circuito cerrado a la sala de prensa del lugar. Cubramos con un piadoso manto de silencio los incidentes violentos de los que, obviamente, nadie se hace cargo, y el porqué de la pasividad de una policía que parecía carecer de órdenes para hacer otra cosa más que mirar.

Tanto espacio publicitario tuvo bajo costo para Chávez: solamente 336 millones de dólares en acuerdos comerciales de diverso tipo firmados en dos reuniones mano a mano con un Néstor Kirchner que carecía del tiempo o el interés para hablar con Vicente Fox.

¿Todo esto convertirá a Chávez en un caudillo hemisférico? Muy difícilmente. Los más aceptan su dinero, pero no los convence que su proyecto bolivariano conduzca a los pueblos a alguna parte; al fin y al cabo, como alguien comentó, Chávez ama tanto a los pobres que en Venezuela su gestión los multiplica.

Claro que quedan interrogantes flotando en el aire: qué harán un Néstor Kirchner despechado, un Lula en problemas, un Evo Morales (que también estuvo presente en la Cumbre de los Pueblos) con aires presidenciables, El Salvador, Nicaragua y México. ¿Qué sucederá con esos procesos políticos en los próximos meses?

Una parte del hemisferio concretará en los hechos un giro con rumbo al pasado “bolivariano” o prevalecerá un rayo de lucidez… © www.economiaparatodos.com.ar



Julio A. Cirino es presidente del Centro de Estudios Hemisféricos Alexis de Tocqueville.




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