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jueves 17 de diciembre de 2009

El comienzo de un nuevo proceso político

El éxito de la oposición en obligar al Gobierno a ceder en lo referido a la composición de la nueva Cámara de Diputados marca el inicio de un nuevo tiempo político, pero el kirchnerismo sigue siendo influyente.

La victoria de la oposición y la concomitante derrota del kirchnerismo en la Cámara de Diputados es sólo el comienzo de un proceso que no será seguramente lineal pero que, a la larga, debería tener, como punto de llegada, si no sucede nada insólito, la derrota final del kirchnerismo. Conviene, por lo tanto, no magnificar pero tampoco desdeñar lo sucedido el jueves pasado en el Congreso.

El pasado 9 de julio, pocos días después de las últimas elecciones legislativas, escribimos en esta misma columna que “el resultado de las elecciones del pasado domingo 28 no dará lugar a la aparición de cambios sustanciales en el escenario político en forma inmediata. Por el momento, sin perjuicio de las presiones que deberán soportar, el poder político continuará firmemente en manos del matrimonio presidencial. Los efectos del resultado electoral comenzarán a sentirse recién a partir del año que viene”.

Los hechos posteriores demostraron que esa apreciación resultó cierta. Pues bien, el momento llegó. Empiezan, tímidamente, a vislumbrarse aires de cambios. Conviene, por lo tanto, analizar los alcances y las formas que podría tener el proceso político que acaba de comenzar.

Lo primero que debemos entender con claridad es que el kirchnerismo no se va a entregar pacíficamente. Néstor Kirchner sigue creyendo que podrá revertir el proceso de declinación política en el que está inmerso y considera que los reveses que sufrió –el conflicto con el campo, las elecciones, la composición de la Cámara de Diputados- son meras anécdotas fuera de contexto. Kirchner cree fanáticamente en esto porque es un hombre que ha perdido el juicio y su desequilibrio consiste en considerar que todo aquello que no se acomoda a su arbitraria y personal apreciación de la realidad es una anomalía, una rareza, una excepción, siempre producto de la existencia de algún enemigo que actúa solapadamente con fines conspiratorios: los medios, los grupos empresarios, los políticos opositores, etc. Kirchner es un adversario peligroso porque es un fanático que no se atiene a la realidad y, por lo tanto, no mide las consecuencias de sus actos. La conducta de Kirchner es irresponsable pero por ese mismo motivo puede ser muy dañina.

A los efectos de llevar sus planes adelante, Kirchner intentará valerse de los mismos medios que siempre: la cooptación, la coacción, el “apriete”, la atemorización, siempre compensados con el otorgamiento de “premios” para quien se avenga a acordar con él. La dificultad de Kirchner para desarrollar esta política es que cada vez tiene menos recursos con los cuales llevarla a cabo. Esto no significa, sin embargo, que carezca absolutamente de recursos ni que el resto del sistema político esté inmunizado contra las presiones de Kirchner. Por el contrario, el hecho de encontrarse en apuros hará que Kirchner emplee a fondo sus recursos a fin de tratar de exhibir rápidamente que su posición política sigue siendo sólida. Una política como la que Kirchner aplica sólo es viable desde la exhibición de una posición fuerte. Nadie cede a las presiones de un derrotado. En este momento, la imagen de solidez del kirchnerismo empieza a mostrar grietas y es por ese motivo que el gobierno seguramente se esmerará por hacer ostentaciones de fuerza. Hay factores objetivos que le dan al kirchnerismo margen de maniobra para desarrollar una gestión de esta naturaleza.

La oposición es heterogénea pero eso, en sí mismo, está bien porque es un reflejo de la variedad de orientaciones políticas que anidan en la sociedad. No es reprochable a las corrientes opositoras que tengan diferencias entre sí porque eso pueda beneficiar a Kirchner. Es lógico que tengan diferencias. ¿O cabe esperar que coincidan Macri con Pino Solanas, los peronistas disidentes con los radicales, etc? Los partidos de oposición coinciden en estar enfrentados con Kirchner pero sus respectivos proyectos políticos son muy diferentes y es legítimo que así sea porque cada uno de ellos fue votado para sostener una propuesta distinta.

Además del rechazo al kirchnerismo, los opositores coinciden en otro punto: todos –quizá con la excepción de Elisa Carrió- son dialoguistas, negociadores, tolerantes y pacientes. Este hecho –que por no ser ruidoso se nota poco- muestra una maduración en el escenario político argentino. Los partidos de oposición, a pesar de sus diferencias, comparten en gran medida un estilo político cuya característica general es la moderación, la flexibilidad y el reconocimiento de ciertas reglas de juego comunes y respetadas por todos. Esto, conviene enfatizarlo ¡no es poco! Esto es algo que nunca hubo en Argentina y es la condición necesaria para tener una democracia genuina.

Kirchner, muy hábilmente, intenta estimular las diferencias para provocar fisuras en el bloque opositor. Sucede, sin embargo, que el precio que Kirchner debe pagar para comprar voluntades es inversamente proporcional a su poder político y, como consecuencia de la pérdida de poder político, los recursos con los que cuenta para comprar voluntades políticas tienden a decrecer.

Este conjunto de factores nos permite, ahora, entender la dinámica política que está comenzando a desarrollarse.

Kirchner está herido pero no muerto. Eso lo hace más temible y más peligroso porque, perdido por perdido, estará seguramente dispuesto a echar mano a cualquier recurso para recomponer su poder. Esta circunstancia obliga a la oposición a multiplicar sus esfuerzos para neutralizar los intentos que el gobierno seguramente realizará para reafirmar su iniciativa. Pero, en la medida en que la oposición logre bloquear los intentos del kirchnerismo, éste se irá desangrando y perdiendo energías porque su debilitamiento se irá tornando gradualmente más evidente y, por lo tanto, la predisposición de políticos, empresarios, periodistas y hasta piqueteros para pactar con un gobierno moribundo será cada vez menor.

En lo inmediato, es esencial que la oposción no se descuide. Si en los próximos meses el kirchnerismo continúa desgastándose, la derrota definitiva del engendro que viene gobernando desde 2003 aparecerá en el horizonte y los tiempos que se abrirán para nuestro país serán otros, seguramente, más promisorios, más democráticos y más apasionantes, sin perjuicio de que, sin dudas, serán polémicos en razón de la diversidad de ideologías, intereses, demandas y proyectos que anidan en nuestra sociedad. Pero, si esto sucede, bienvenido sea el debate, porque esa es la esencia de un sistema republicano, pluralista y popular. © www.economiaparatodos.com.ar

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