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martes 19 de noviembre de 2013

La inflación es parte de la solución del verdadero problema

La inflación es parte de la solución del verdadero problema

La inflación no es un problema en sí misma sino un síntoma del estatismo sobredimensionado

Prólogo para muy jóvenes, desmemoriados o mal informados

La sociedad argentina ha demostrado ser la peor administradora de su propia moneda a lo desde el Siglo XX.

El peso moneda nacional de mi infancia ($ m/n, ¿se acuerda alguno?) dio paso al peso ley (decreto ley, bah!) 18.188 en 1970; el cual cedió ante el peso argentino (¿?) algunos años después; para pasar a transformarse en el austral de 1985 (¡había monedas de medio centavo!) y concluyendo en el actual peso convertible (¡ja, ja!) cuando la hiperinflación barrió los billetes de 1.000.000.

La conclusión de esta sensacional historia de cambios de signo monetario es que se le hemos quitado 13 ceros al denominador del valor de los objetos y los salarios en Argentina o, lo que es lo mismo, que la moneda de $ 1 actual tiene un valor equivalente a 10 trillones de pesos de antes de 1970

Algunas definiciones

¿Qué es inflación? Aumento sostenido y generalizado del nivel de precios.

Los argentinos “jugamos” durante muchos años con la mega-inflación.  Es una instancia intermedia entre un proceso inflacionario serio, tal como el que estamos viviendo desde hace años en nuestro país, y la hiperinflación.  Se trata de un período con muy alta inflación con tasas mensuales crecientes. El proceso de espiralización da a esta etapa su característica de transitoria.  Pero las políticas represivas (acuerdos corporativos, ingenierías fiscal y monetaria) para revertirla operan en el sentido contrario y tienden a balancearlo y a extender su duración.  Es fácil entrar a esta etapa; pero es casi imposible salir indemne.

La hiperinflación es su correlato pero ya no se trata de un fenómeno de precios sino de desaparición del valor de la moneda.  Se puede definir la hiper más como huída del dinero que como un escalón cuantitativo en la tasa de inflación periódica.  De la hiper se sale y se sale bien en lo económico aunque las heridas en el tejido social pueden ser fatales.

Una enfermedad social

¿Se puede decir algo nuevo sobre inflación? Nuestra historia inflacionaria es magistral y nos permite descubrir una nueva dimensión. Argentina es el primer país que sufre, a mi modo de ver, una enfermedad social mucho más seria de lo que hemos creído y que me animo a denominar Estatismo Hipertrófico Inflacionario – EHI.

La inflación no es un problema en sí misma sino un síntoma del estatismo sobredimensionado, ilimitado, inscripto en casi todas las propuestas políticas y legislativas y en las sentencias judiciales.

Se instala un círculo vicioso que solidifica el EHI: cuanto más grande el Sector Público, más chico, anémico y cobarde el Sector Privado; el cual, a su vez, demanda más servicios públicos para subsistir (o, directamente, subsidios).

No siempre sufrimos este flagelo. El siglo XIX no fue fácil para nuestros antecesores y sin embargo se las ingeniaron para crear un gran país, que supo atraer millones de europeos hambrientos de futuro. Pero perdimos el rumbo en el primer tercio del Siglo XX, merced a la aparición del Fascismo: nos encantó, es decir, nos hipnotizó.

Elegimos “bienestar” a costa de otros. La felicidad pasó a ser un derecho inalienable y como tal exigible a “los otros”. Este absurdo político nos instaló en otro círculo vicioso: el de la miseria creciente.  Redistribuir significa un juego de suma cero: alguien pierde lo que otro recibe. La creación de riqueza, el combate a la pobreza, es un juego de suma positivo.

Redistribuidor, por antonomasia, el Estado crece a lo largo del tiempo a costa de los verdaderos creadores de valor económico.

Sólo después de las hiperinflaciones sufridas por la sociedad durante los gobierno de Alfonsín y Menem hubo espacio para una seria reestructuración. Pero el error principal fue que nunca se validó el proceso hacia el interior de la sociedad.  Fue impuesto por el peso de los hechos. Se hizo para recomponer los ingresos del Gobierno; no como programa estratégico de Nación.  No se eliminó la idea fascista del Estado: administrador y distribuidor de privilegios.

Convertibilidad con deuda pública creciente por mayor gasto estatal desfinanciado generó crisis por tasa de interés real alta e incapacidad de repago.

La orquesta demagógica siguió con la ejecución de “Vayamos al default como castigo a los acreedores buitres”.  A pocos se les ocurrió pensar en el castigo superior al defaulteador serial, la Argentina.  Nos esperaba el ostracismo, durante una década –como mínimo-, de las fuentes de financiamiento internacionales sólidas y confiables.

Llegamos a la situación actual caracterizada por un abierto desconocimiento de la responsabilidad del Gobierno en la gestación, sostenimiento y dinámica de la inflación y, además, por la profundización del EHI; con un mundo menos proclive a comprarnos cualquier cosa y a soportar Emergentes caprichosos.

Pero hay vida después de la muerte

La solución está en el diagnóstico: sólo un Estado que no emita dinero innecesario puede subsanar estructuralmente esto.

Ello se logra con una nueva relación estable entre los Sectores Público y  Privado: acordar un tamaño y funciones del Sector Público tales que optimicen la actividad creadora de riqueza por antonomasia, es decir la acción humana de los particulares.

Contrato social, donde el gobierno, en sus tres niveles y para sus tres Poderes, haga muy bien lo indelegable al sector privado, aplicando el principio de subsidiaridad.  La partitura ya está escrita: es la Constitución Nacional 1853/60. Respetándola, el Gobierno garantizará el desarrollo del Sector Privado, constituido por familias, empresas, ONGs y otros actores que no dependen de los fondos del Tesoro.

Clave para que esto deje de ser pentagrama inerte para convertirse en la sinfonía que armónicamente ejecute toda la sociedad es explicar bien los beneficios de la libertad.  Romper el encantamiento de 8 décadas, y someterlo a votación para conseguir el mandato soberano de la transformación.

El proceso no será lineal ni simple ni rápido, como lo demuestran otras experiencias internacionales.  Será condición necesaria contar con las tácticas adecuadas.  De nada vale fracasar porque los intereses creados son más fuertes, hábiles, deshonestos, inmorales que los bienintencionados.  Ya sabemos de qué está empedrado el camino al Infierno.  Argentina no merece otra frustración por impericia, ingenuidad o conformismo.

En síntesis: condiciones necesarias son estudiar los problemas del EHI, diagramar soluciones, proponerlo en forma clara y sencilla a la sociedad, conseguir mandato soberano y tener planes de implementación contingentes.

Condición suficiente: amor por las próximas generaciones que disfrutarán el esfuerzo de la que integramos nosotros.

«La presente es una versión resumida y actualizada del artículo original publicado en el número de Invierno de 2010 de la revista EMPRESA de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE).»