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jueves 10 de agosto de 2006

La izquierda y el campo

En países como la Argentina y Uruguay, el sector agropecuario es una máquina de ahorrar e invertir, además de proveer gran cantidad de divisas por las exportaciones de productos. Sin embargo, los políticos de izquierda no ven con buenos ojos esta pujante actividad.

Algunos creen, sinceramente, que la izquierda “no entiende” al sector agropecuario y que, por eso, al tiempo de llegar al poder se llena de involuntarios desaciertos respecto del mismo. Lo que sucede en nuestro propio país sería, dicen, un ejemplo de ello.

Pero la realidad no es, para nada, así. La izquierda tiene un resentimiento muy profundo y especial contra el sector rural. Esto, y no otra cosa, fue la razón del gigantesco asesinato cometido en Rusia y Ucrania por el comunismo en tiempos de la Unión Soviética de millones y millones de “kulaks” (granjeros), que constituyó el genocidio más grande de la historia y que, no obstante, integra misteriosamente la lista de episodios de los que “no se habla”. Nunca.

Recuerdo que idéntico resentimiento quedó a la vista de todos cuando -luego de ser anunciado por Néstor Kichner como un hombre de excepción (no se equivocó, fue excepcionalmente dañino)- el ex canciller Rafael Bielsa se hizo cargo del Palacio San Martín y sintetizó su visión de la política exterior. Al respecto, Bielsa dijo en su momento: “Está agonizando la concepción de Argentina como país granero del mundo”. Lo que no dijo es por qué. Si hay agonía (que no la hay), es fruto de los desaciertos de nuestra izquierda vernácula, que ama -es obvio- vivir del campo, pero no lo siente.

Tampoco la izquierda uruguaya comprende a su propio campo. Por eso los granjeros orientales acaban de protestar -ruidosamente- en las calles de Montevideo, en una respetuosa y ordenada demostración de disconformidad con la política agropecuaria del gobierno de Tabaré Vázquez, al que naturalmente no se le ha ocurrido todavía llenar al campo uruguayo de retenciones (impuestos) a la exportación ni, mucho menos, prohibir las exportaciones de carnes, ni las de trigo, por puro populismo o resentimiento.

En efecto, el sector granjero oriental hizo desfilar por el centro de Montevideo unos 4.000 vehículos, maquinarias y tractores en una columna que tuvo unas 40 cuadras de largo. Nunca un desmán, a la manera de nuestros “jóvenes idealistas”, los chicos de Quebracho. Nunca un insulto. Sólo protesta y presencia, entendiendo que la izquierda, que maneja cuidadosamente la calle, a la que transforma en vidriera de la política, reaccionaría ante la usurpación de su escenario natural por parte del sector rural.

En Uruguay, como en la Argentina, el sector agropecuario es una máquina de ahorrar e invertir. Provee, por lo demás, lo sustancial de las divisas por exportaciones y dinamiza con su poder de compra la economía del país. Y, sin subsidios, no para de tomar riesgos. Por eso ha sido, también allí, el dínamo real de la recuperación económica luego de la crisis de 2001-02.

Mientras el presidente de la Confederación Granjera del Uruguay, Remo di Leonardo, encabezaba una calma columna de vehículos que portaba carteles que decían “Rentabilidad o Muerte”, un semi-laborioso ciudadano de la vieja urbe oriental, al observar el paso de un jadeante tractor, murmuró (para sí mismo): “Yo no puedo pagar el alquiler, y con una sola rueda de esas me arreglaría”. Luego de lo cual, convencido de la grandeza de su filosófico pensar y de su triste suerte, siguió –lentamente- caminando en dirección a su empleo (público), con el brilloso termo de mate instalado bajo su axila, para allí “trabajar” unas pocas horas, antes de regresar a su casa a repasar el Mundial, cuyos partidos había previamente visto (en directo) en la oficina, con sus colegas. Así son las cosas. © www.economiaparatodos.com.ar




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