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jueves 2 de febrero de 2006

Las plantas papeleras en construcción generarán grandes beneficios para Uruguay

El análisis del impacto positivo que la puesta en marcha de las papeleras tendrá sobre la economía uruguaya nos invita a reflexionar acerca de los motivos por los cuales nuestro país no es atractivo para la llegada de inversiones productivas como estas.

El reciente estudio realizado por el Banco Mundial sobre el “impacto acumulado” de las plantas papeleras que se construyen sobre la margen oriental del río Uruguay incluye algunos datos de interés acerca de los beneficios económicos que ellas reportarán a nuestros hermanos orientales.

Esto debe alegrarnos sinceramente, porque Uruguay (una economía pequeña) ciertamente las necesita, desde que generarán -como veremos- muy importantes beneficios.

Pero también debe hacernos pensar en qué es lo que nos ha pasado a nosotros, los argentinos, atento a que los dos grandes inversores (españoles y finlandeses) que contemplaron la posibilidad de invertir y trabajar entre nosotros prefirieron (unánimemente) hacerlo en Uruguay y ninguno de ellos decidió, en cambio, construir una planta industrial de “nuestro” lado del río. Pese al atractivo de nuestro mercado, significativamente más grande que el oriental.

Primero, porque un país que, como el nuestro, a sabiendas y desde comienzos del 2002, ignora constantemente el Estado de Derecho, termina inevitablemente pagando el precio que esa actitud provoca entre los inversores, que huyen -con razón- despavoridos, cuando tienen opciones.

Segundo, porque un país que muestra la conducta de tono prepotente y populista que ha caracterizado -en esto- al gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, no es un receptor atractivo de inversiones. El estilo intimidatorio que, de alguna manera, caracteriza al presidente Néstor Kirchner y a su socio político y amigo desde hace años, el gobernador Busti, genera repulsión en los inversores. Y quien no está obligado por las circunstancias a tener que sufrirlo, elige no quedar expuesto al mismo, prefiriendo el marco de la serena posibilidad de elegir y de ser responsable de sus actos a tener que vivir en un feo “estado de amenaza permanente”.

Habiendo dicho esto, los siguientes son los principales impactos esperados de los proyectos:

• Los ingresos del Estado uruguayo serán de 83 millones de dólares durante la etapa de construcción de las plantas. Luego, en cada año sucesivo se recaudarán unos 39 millones de dólares adicionales. La intendencia de Río Negro, por su parte, recaudará -aproximadamente- un millón adicional de dólares por año.

• Como consecuencia de la instalación de las plantas, el PBI uruguayo crecerá un 3,2% los primeros años (unos 417 millones de dólares). Una vez en operación, las plantas papeleras agregarán un 2,4%, cada año. Esto es, unos 331 millones de dólares anuales.

• Una vez en actividad, las plantas industriales reducirán -en un robusto 22%- el déficit de la balanza comercial oriental.

• Las plantas papeleras generarán, además, unos 17.819 empleos, directos e indirectos. El bueno de Busti, sin mayores fundamentos, sugirió que se crearían tan sólo unos pocos cientos de nuevos puestos de trabajo, lo que seguramente nadie le creyó.

• Las plantas papeleras provocarán una necesidad de forestar unas 65.000 hectáreas de tierra adicionales. La provincia de Entre Ríos podría, en lugar de dedicarse sistemáticamente a la intimidación provocadora, sumarse (con medidas inteligentes de promoción) a la futura oferta de madera. Aprovechando así regionalmente (esto es, a ambos lados del río) el gigantesco “envión” económico multiplicador que, sin duda, generarán las nuevas plantas papeleras.

Para Uruguay, los datos aportados muestran que los dos proyectos no son poca cosa. Son esenciales para su crecimiento.

Para la Argentina ellos hubieran sido atractivos, aunque -en términos relativos- menos significativos.

Pero lo cierto es que -más allá de los ladridos extemporáneos que, por meses, han estimulado los Bustis- no las “supimos conseguir”. Porque no somos atractivos. Lo que nos debiera hacer pensar en cambiar. Lo que supone, entre otras cosas, la necesidad de desterrar un “estilo” prepotente que, en cambio, parece crecer cada vez más, en una suerte de fea metástasis. Como si el objetivo fuera convertirnos en un símil de Corea del Norte. O como si no pudiera haber, en el gobierno, conductas “normales”. O como si, más allá de la declamación interesada, realmente no pudiéramos ser confiables. O sea, de una buena vez, “serios”. Sin perjuicio de los Bustis. © www.economiaparatodos.com.ar




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