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jueves 24 de enero de 2008

Los alcances del macrismo

La ofensiva contra el populismo que emprendió Mauricio Macri desde la Jefatura de Gobierno porteña plantea diversos interrogantes en relación a su expansión al plano nacional.

La política que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, lleva adelante, no contiene grandes secretos. Es simple, práctica, coherente. Por ejemplo: que el personal que no cumple función alguna sea cesanteado es un hecho elemental, básico, obvio. Macri no ha inventado la pólvora con esa decisión. Se trata de algo que cualquiera haría en cualquier organización que tuviera a su cargo. Lo que sucede es que la política argentina está tan desvirtuada que hasta esa obviedad se torna controversial.

Otro ejemplo: que el derecho a protestar debe ser ejercido dentro de límites que garanticen el respeto por el derecho de circulación de los demás es un concepto básico del orden social. Que los gobiernos no hagan cumplir este principio no significa que no tenga vigencia, sino más bien que los gobiernos infringen sus obligaciones.

Macri está provocando un fuerte revuelo en la política argentina por el simple hecho de ubicar los sanitarios en el baño, la mesa en el comedor y la cama en el dormitorio. Nada novedoso, por cierto, aunque hasta ahora nadie lo había llevado a la práctica.

El actual Jefe de Gobierno porteño es el primer gobernante, desde el restablecimiento de la democracia en 1983, que asume la decisión de ponerle límites al populismo. Ésa es la esencia de su política y, significativamente, la causa de su popularidad. Es paradójico, pero el pueblo argentino, en muy alta medida, está harto del populismo y de los desbordes que trae aparejados. Macri obtiene popularidad porque se enfrenta a las prácticas populistas. La diferencia entre la popularidad y el populismo es la misma que hay entre la democracia y la demagogia. Mientras todos los demás políticos practican la demagogia, Macri se atiene a los principios de la democracia y, de ese modo, recibe un alto grado de adhesión popular.

Los argentinos rechazan mayoritariamente el populismo porque consiste en un sistema donde unos pocos (los piqueteros, los dirigentes sindicales, los aparatos de los partidos políticos) asumen arbitrariamente la representación de todo el pueblo y usufructúan para sí los privilegios que obtienen de esa falsa representatividad. Sin embargo, hasta ahora no había surgido un político que decididamente enfrentara esa práctica perversa y presentara una metodología de gestión alternativa. Pudo haberlo hecho Fernando De la Rúa, que tenía un perfil apropiado para intentarlo, si bien lo hizo fracasar su inoperancia.

El interrogante que surge, a partir de la aparición de Macri como una figura eventualmente proyectada al plano nacional, es el alcance de la política que desarrolla. ¿Puede una política como la que aplica ser potencialmente ganadora en el nivel presidencial? Y, en la hipótesis de que lo sea, ¿se podría gobernar el país por medio de esa misma política?

Estas preguntas, por el momento, no tienen respuesta categórica, en particular la segunda. Que Macri podría ganar una elección presidencial lo demuestra el propio hecho de que De la Rúa la haya ganado con un perfil que no era en absoluto populista. Obviamente, Macri se caracteriza precisamente por lo contrario del ex presidente: es absolutamente ejecutivo, cuando De la Rúa era completamente inoperante. Es esa misma ejecutividad de Macri la que plantea conflictos cuya resolución es incierta, porque los beneficiarios del populismo están enquistados en muchos puntos de la maquinaria del Estado y hacen pesar su influencia para obstaculizar la tarea del Jefe de Gobierno. La jueza Elena Liberatori es un ejemplo paradigmático de una metodología que pone palos en la rueda.

Uno de los riesgos que plantea el eventual crecimiento del macrismo es que el virus del populismo contamine su propia estructura política. Está claro que, para los dirigentes de los niveles intermedios, siempre es tentador disfrutar de los beneficios que proporciona el aparato estatal. Como antídoto contra este peligro está la conducta personal del propio Macri, que es sumamente sobrio, no se lo suele ver en fiestas ni en ámbitos frívolos. De ese modo, para quienes están en los niveles inferiores, resultará difícil adoptar conductas que no concuerden con el estilo y el ejemplo del jefe que, además, por su propia actitud personal, tendrá autoridad moral para sancionar a quienes eventualmente se descarrilen.

Otro factor a considerar está relacionado con la forma de manejar los negocios que se generan en el marco de la gestión de gobierno. ¿Habrá transparencia en el manejo de las licitaciones, no habrá empresarios amigos que obtengan contratos de favor, nadie se “quedará con un vuelto” que no le corresponda? Seguramente, Macri es el primero que tiene claro que sus adversarios lo están esperando para acusarlo de algún “renuncio” de ese tipo y, por ese motivo, tendrá especial cuidado en no dar lugar a que se sospeche de operatorias poco claras en relación a estas cuestiones.

Una última duda, por ahora, se refiere al grado de adhesión que el pueblo pueda darle a Macri. Porque, recordémoslo, no es lo mismo la Capital Federal que el interior del país. Hay muchas provincias donde el empleo público es la principal fuente de trabajo. Por supuesto que esto sucede porque la política económica inhibe la aparición de inversiones genuinas y productivas, que podrían reemplazar al empleo público. También es verdad que hay mucho parasitismo enquistado en esos trabajos improductivos y muchos intereses políticos ligados a ellos. Esos factores jugarán en contra del desarrollo de un proyecto como el motorizado por Macri.

Los interrogantes están planteados. La posibilidad de que el macrismo se convierta en un proyecto de alcance nacional y que a través de él se produzca un saneamiento de las prácticas políticas y, a la vez, se reencauce la marcha de la economía, está abierta. El tiempo y las circunstancias irán evidenciando si este proyecto se consolida o se convierte en una nueva oportunidad perdida. Por el momento, se trata de una gestión incipiente, aunque bien encaminada. Ojalá que no se desnaturalice como otros proyectos inicialmente bien concebidos que fracasaron por fallas en su ejecución. © www.economiaparatodos.com.ar

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