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jueves 3 de abril de 2008

Malas noticias para la izquierda radical desde Uruguay

El Frente Amplio que llevó a la presidencia a Tabaré Vázquez cosecha cada vez menos simpatías en el país oriental y las encuestas indican que el actual mandatario podría no ser reelecto.

No es imposible que la acumulación de “malas noticias” haya comenzado a desinflar la ola política que llevara al poder al mayor número de políticos de la izquierda radical que registra la historia latinoamericana.

Me refiero a algunos episodios que -sumados- parecen haber comenzado a demoler la “imagen” que la izquierda radical tenía cuando estaba en la oposición. Estos episodios evidencian algunas cosas particularmente graves, que se han hecho evidentes para la gente.

Primero, hoy no hay duda que la izquierda radical es aún más corrupta que las otras fuerzas políticas. Mucho más. Los múltiples -e increíbles- episodios de corrupción que han estallado en la Argentina, Bolivia y Venezuela así lo confirman. Esto pese a que todavía no ha estallado la “bomba de tiempo” que supone develar la verdad en el proceso “Antonini Wilson” -que estará en la congeladora procesal hasta el próximo mes de junio- que podría lastimar la legitimidad de la actual Presidente de los argentinos.

Segundo, está claro que los gobiernos de la izquierda radical de la región operan unificados y que no respetan las reglas básicas de la convivencia internacional, incluyendo el “principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estrados”. Amenazan así la paz y seguridad de todos. El contenido de las “computadoras” que pertenecieran a Raúl Reyes (cuando éste fuera “dado de baja” por las Fuerzas Armadas de Colombia) demuestra como, por lo menos Ecuador y Venezuela (violando descaradamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas), han apoyado materialmente el accionar de las FARC. No solo con abundantes petrodólares, sino proveyendo ilegal “santuario”.

La absurda incursión de Néstor Kirchner por la selva colombiana -en compañía de Hugo Chávez- se inscribe en ese marco. Lo que se confirma cuando, en el seno del MERCOSUR la Argentina prioriza el objetivo de lograr que se apruebe el ingreso de la Venezuela de Chávez, lo que pulverizaría lo que queda de este esquema de integración y lo transformaría en un púlpito más, a disposición del caribeño.

¿Por qué este andar común? Porque -más allá de las cortinas de humo y de los biombos- todos estos “personajes” son conceptualmente lo mismo. Ideológicamente coinciden. Por encima de los disfraces. A punto tal, que la palabra “bolivariano” es tan solo un sinónimo con el que pretende disimular la desprestigiada palabra “marxista”; destinado a engañar, entonces.

Tercero, la izquierda radical es siempre autoritaria y actúa aferrada al instrumento de la llamada “lucha de clases”, mejor descripto como siembra permanente de odios y rencores. Pero también mediante la demolición sistemática de las instituciones de la democracia; la concentración total del poder en manos del Ejecutivo; la intimidación como método; el “vudú” como instrumento económico; y la demonización brutal de todo aquel que pueda, de pronto, ser visto como adversario, incluyendo a la propia Iglesia Católica.

Los casos de nuestra Argentina y el -por ahora- más patético de Bolivia, son la demostración cabal de cómo se puede dividir, fracturar y enfrentar a las sociedades, trasformando la convivencia en una suerte de “guerra social” impulsada por el odio que destila el poder, con toda suerte de actitudes y frases hirientes.

El impacto en la Banda Oriental

Uruguay es -y ha sido casi siempre- un país pacífico, moderado, educado, y fuertemente apegado a la ley. Lo que ciertamente no ha sido siempre el caso en la otra orilla del Plata: la nuestra.

Su presidente, Tabaré Vázquez, no es un fanático; ni tampoco un radical. Pero es miembro del “Foro de San Pablo” y socio fundador (con Néstor Kirchner, Fidel Castro, y el mismísimo Hugo Chávez) de “Telesur”, la mayor difusora del marxismo disfrazado en nuestra región, que opera con dineros originados en nuestros impuestos. No obstante, ha gobernado desde la ortodoxia económica, sabedor de los grandes riesgos que derivan de la adopción del “vudú”. Y de sus consecuencias.

Impulsado por el gigantesco “viento de cola” derivado de los altos precios internacionales de las “commodities” agrícolas y minerales, lo aprovechó bien. Con prudencia y sin pretender aprovecharlo para dedicarse a la “ingeniería social re-distribucionista”.

Cambio de rumbo en las encuestas

No obstante, por primera vez, según un sondeo de “Factum” (publicado en “El País” del 29 de marzo pasado) las encuestas orientales de opinión comienzan a sugerir que el Frente Amplio podría no ser reelecto por los uruguayos.

Los tradicionales “blancos” y “colorados”, sumados (esto es, en coalición) la derrotarían si las elecciones fueran mañana. Si a ellos se suman los votos del Partido Independiente, la derrota sería aún más clara.

Desde marzo de 2005, esto no ocurría. El 57% de apoyo que Tabaré Vázquez tenía hace tan solo un año se ha transformado en un modesto 42%. La tendencia es claramente descendente.

Los “blancos” atraen ahora los votos de los indecisos, que son algo así como un 11% del electorado oriental total. Aquellos que en su momento apoyaron al Frente Amplio apostando al cambio y que ahora (desencantados) quieren “sacarse de encima” a la izquierda.

La izquierda radical (el movimiento “26 de marzo”) acaba de salirse del Frente Amplio, al que acusa de “haberse asociado con la derecha y el imperialismo”, por no coincidir con ella.

Esto ocurre en un país en el que el Estado está omnipresente, pero no reclama para sí el papel de Dios, como entre nosotros. A punto tal, que el gobierno oriental ha decidido penalizar a las reparticiones públicas que no cumplan con las normas y metas de ahorro de energía. Para que ellas den el ejemplo, como uno más. Ya no podrán encenderse (derrochando lo que no hay) las luces del alumbrado público durante el día, ni operarse aparatos de aires acondicionados durante el invierno. Como los demás, el Estado y sus funcionarios respetarán para ser respetados.

Mientras tanto, el diputado tupamaro Juan José Domínguez -un ex guerrillero, cuyo pasado nadie investigó para determinar si pudo haber cometido algún crimen imprescriptible contra civiles inocentes en función de las Convenciones de Ginebra de 1949 (que son y han sido simplemente “letra muerta” en nuestra región)- manifiesta públicamente (véase: “Búsqueda” del 27 de marzo de 2008, pág 13) que considera al líder del las FARC (“Tirofijo”) como un “héroe viviente” de las luchas revolucionarias. Cuando es un criminal. Este diputado es el mismo que le gritara a Luis Lacalle: “oligarca puto”, no hace muchas semanas. Ocurre que los Luis D’Elía son un arma de las izquierdas radicales. Son sus dueños de la verdad. Son la muestra de su omnipotencia. Son señal de su intolerancia. Son ejemplo de su inmadurez. Son evidencia viviente de todo lo que puede generar la siembra de resentimientos. Son megáfonos incansables del odio. Y nada de esto, normal para la izquierda radical, le gusta a la gente.

Quizás por todo esto -y algunas otras razones- el viento parece haber comenzado a virar en la región.

Aclaraciones especiales para Cristina Kirchner

Cuando la Sra. Kirchner se acerca a un micrófono adopta un antipático aire mesiánico y jamás esboza una sonrisa. Nunca transmite una señal de ternura o un gesto de amistad para con todos. Para peor, parece no poder contener la adrenalina que la impulsa a ser altanera. Es, ella también, propensa a la siembra de resentimientos, al desprecio, al insulto, o al agravio contra todo aquel que no piense como cree que todos debemos pensar. Igual a ella, por supuesto.

En su mediocre retórica la Sra. Kirchner tiene algunos conocidos “caballitos de batalla”, con los que al propio tiempo se hincha y nos harta. El más conocido de ellos es el que se refiere al gigantesco “éxito” del “modelo” económico de los Kirchner: el del la “heterodoxia” (en economía hay, entonces, un antes de ellos y un después de ellos, hecho presuntamente irrefutable, frente al que, supone, todos debemos inclinarnos). Pero la llamada “heterodoxia económica” suena cada vez más a “vudú”.

Ella (y su marido) -nos dicen hasta el hartazgo- que ambos han sido los geniales artífices del “período más largo de bonanza de la economía argentina en toda su historia”. La oposición y los críticos son apenas un despreciable enjambre de malintencionados. Conformado por aquellos que “no entienden nada” o que “responden a intereses”, siempre siniestros y que por ello no advierten -o no quieren advertir- la “verdad” que se esconde en el nuevo y único “evangelio”, el que nos predican.

Un golpe de suerte

No obstante, el contenido de una entrevista publicada en el interesante semanario uruguayo “Búsqueda” (el del jueves 27 de marzo pasado, en su página 27) la desmiente rotundamente.

En efecto, allí el “Director de Política Económica y Programas de Reducción de la Pobreza en América Latina”, del Banco Mundial, Marcelo Giugale, señala agudamente, que el crecimiento de los países de nuestra región (con la Argentina naturalmente incluida) “se debe -en gran medida- a la buena suerte”. A la fortuna, al azar, a la buena ventura. A la casualidad, entonces.

“A la bonanza” externa, aclara. Porque, según puntualiza, “estos países exportan materias primas cuyos precios están en niveles record”. Lo más preciso de su aclaración surge cuando agrega: “Hemos calculado el crecimiento que habría tenido América Latina desde el 2002 al 2007 si los precios internacionales y el crecimiento mundial se hubieran mantenido y lo que se ve es que más de la mitad obedece a esa bonanza”.

Términos de intercambio distintos

Ocurre que para América Latina, en su conjunto, los llamados “términos de intercambio” mejoraron nada menos que un espectacular 32,8% en solo cinco años, en el período que se extiende desde el 2002 al 2007.

Y ciertamente los Kirchner muy poco -y nada- tienen que ver con ese mejoramiento del clima económico que, según enseña repetidamente la historia, no será necesariamente eterno.

Un horizonte de posibles tormentas y tormentos

Mientras la verdad surge espontáneamente de la boca de los que saben, algunos miramos, de reojo, preocupados la crisis externa que comienza a insinuar lo que pueden ser efectos duros para muchos. Incluyéndonos a nosotros.

Porque una reducción sustancial de la demanda de nuestros productos del agro, o una baja del 30% del precio de nuestras principales commodities agrícolas, no dejarían de tener impacto adverso sobre nuestra circunstancial bonanza.

Pero -en medio de un clima de euforia- nadie puede siquiera recomendar actuar con alguna prudencia sin ser automáticamente tildado (en el mejor de los casos) de agorero.

¿Podremos balconear la crisis, si ella se extiende? ¿Tendremos posibilidad de despegarnos de ella? Quizás, pero no es seguro. Lo que sí está absolutamente claro es que adoptar la posición de subestimar el peligro es siempre peligroso. Y, francamente, creerse (falsamente) “divinos”, mucho más aún. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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