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lunes 31 de marzo de 2008

El tiempo en la infancia

Saltear etapas o acortarlas implica grandes riesgos en el desarrollo evolutivo de las personas.

Hay un tiempo para cada cosa, y para cada cosa hay un tiempo. Sin embargo, pareciera que este concepto ha desaparecido en la actualidad, que esta palabra que encierra el profundo sentido de las vivencias humanas se ha ido corriendo tras vaya saber qué, con el apuro de llegar no sabemos dónde. En este afán, las personas van quedando atrapadas en sus propios tiempos y se pierden el paisaje de sus vidas y las de los otros.

Entonces, surge la pregunta: ¿qué es el tiempo? Muchos son los lugares desde donde podríamos responder, pero quisiera detenerme en el concepto de ciclo. Los ciclos son períodos de espacio y tiempo que tienen un principio y un fin.

El desarrollo humano también está formado por ciclos, son los llamados ciclos vitales, donde cada etapa es necesaria para pasar a la siguiente. Cada una de estas etapas posee sus propias características, sus desafíos y sus riesgos. ¿Alguna vez pensamos en los riesgos que implica acelerar las etapas?

La infancia es una de las etapas del ciclo vital donde se sientan las bases fundamentales para la formación de la personalidad. Es el período de la vida en el que el niño aprende a vincularse afectivamente con sus padres y con sus pares. Aprende, además, a ponerles nombre a las cosas, lo que le permite entrar en el mundo de la simbolización y la comunicación a través de la palabra. Se trata un período donde el tiempo como medida no existe, hoy puede ser ayer y mañana, dentro de un rato. Así, es el momento en el cual el niño desarrolla la imaginación y la fantasía fundamentales para la creatividad en el futuro. Es, en síntesis, una etapa de la vida con características propias que es imprescindible conocer, como primer paso, a la hora de pensar pautas de educación. ¿Conocemos a quien vamos a educar? Para conocer necesitamos compartir y estar presentes.

Durante la infancia, los niños poseen en el plano cognitivo un pensamiento concreto, es decir que aún no han desarrollado la capacidad de abstracción que llegará entrada la adolescencia. Este aspecto tan simple permite comprender que en el momento de mostrar pautas éstas deben ser concretas y tangibles. En muchas ocasiones, los padres dan largas explicaciones que no son entendidas por sus hijos. Esto genera una sensación de frustración en los padres, que puede ser evitada por el conocimiento de las posibilidades reales de la etapa que atraviesan los pequeños.

El segundo paso, una vez que conocemos, es enseñar los procesos. En su desarrollo evolutivo, los niños van configurando su personalidad en la interacción con el mundo que los rodea. Por esta razón, es importante que los padres los ayuden a ordenarse internamente. Ningún niño aprende a guardar sus juguetes, lavarse los dientes, vestirse o bañarse solo si no se le enseña y se le muestra cómo se hace. En la medida que estos actos se van repitiendo, se van creando hábitos que se van internalizando y permiten una educación en las virtudes.

Hay un tercer punto que no podemos olvidar: los niños están continuamente observándonos y tienen derecho al buen ejemplo de los padres. Educar implica tener la capacidad de acompañar en el proceso de crecimiento.

La autoridad paterna –bien entendida, ejercida con firmeza y cariño– es el camino seguro para sentar las bases para el diálogo, la confianza, el desarrollo y el crecimiento de los niños.

El poder comprender la importancia de este período de la vida quizá nos dé la respuesta a nuestra pregunta inicial. Como adultos somos responsables de la educación de los niños y debemos ser muy cuidadosos de no impulsarlos a saltear esta etapa. Es necesaria para su crecimiento y desarrollo armónico.

El desafío de nuestro tiempo nos reclama un profundo compromiso en nuestra función de padres. Educar es un arte que nos exige una gran flexibilidad, sin perder de vista la totalidad de la persona sobre la base de los valores que la sostienen. Es un tiempo de siembra, esencial para una buena cosecha en el futuro. © www.economiaparatodos.com.ar

Algunas sugerencias para seguir profundizando el tema:
» Aguiló, Alfonso (1995) La tolerancia.
» Aguiló, Alfonso (1998) Interrogantes en torno a la fe. Ed. Palabra. Colección Hacer Familia. Madrid.
» Aguiló, Alfonso (2001) Educar los sentimientos. Ed. Palabra. Colección Hacer Familia. Madrid.
» Corkille Briggs (2004) El niño feliz. Ed. Gedisa.
» Griffa, María Cristina y Moreno, José (2001) Claves para una psicología del Desarrollo.Volumen I. Ed. Lugar. Buenos Aires, Argentina.
» Marulanda, Ángela (2001) Creciendo con nuestros hijos. Ed. Norma.
» Marulanda, Ángela (2001) Sigamos creciendo con nuestros hijos. Ed Norma.
» Tierno, B. (2000) La fuerza del amor. Ed. Planeta. Colección Vivir Mejor. Madrid.
» www.sontushijos.com
» www.mujernueva.com
» www.interrogantes.net
» www.padresehijos.org

La licenciada Andrea Saporiti es psicóloga y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres. Realizó un master en Matrimonio y Familia en la Universidad de Navarra, España.

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