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lunes 17 de noviembre de 2008

Mártires por voluntad

Los argentinos nos hemos convertido en un rebaño de inconformistas que no pasamos de la queja a la acción y simplemente dejamos hacer, pasivamente, al Gobierno.

“Todos los demás son culpables, salvo yo.”
Louis-Ferdinand Céline

A veces, es necesaria una pausa, una suerte de toma de distancia para poder observar como si pudiese acaso serse una extraña en esta geografía y contemplar el escenario como se contempla una obra literaria. Comedia, ficción, tragedia… Todo puede ser y nada es. Tan difícil etiquetar lo que acontece como lograr una exégesis válida de la reacción del público frente a hechos que ya ha presenciado un sinfín de veces. No hay asombro pero tampoco hay suficiente desdén.

En plateas, palcos y tribunas el silencio ensordece, y de pronto, algún quejido distante hace a las veces de eco y de sostén para un mutismo inexpugnable.

Al frente, todos aquellos que alguna vez escucharon de ese mismo público la súplica lacerante: “Qué se vayan todos”. Todos… Y todos, en argentino básico, es siempre ninguno. Son vericuetos de una manera de ser que demandaría infinidad de páginas para explicar una mínima parte de lo que implica la argentinidad tal como se manifiesta en esa actualidad: inmutable a pesar…

Aún no termina de caer la última hoja del calendario, pero el bicentenario y un sinfín de eventos más –la muerte de un modelo, por ejemplo– intentan una algarabía que no halla demasiados adeptos. La causa de los festejos es tibia o demasiado “light”, como se dice actualmente. Los negocios se llenan de fantasía navideña, hay ofertas de pan dulce, de guirnaldas, de nieve artificial, casi tan artificial como la gente que, detrás de la vidriera, mira.

En pocos días nada más, volveremos a tener la gran noticia y, entonces, todos los canales mandarán sus móviles para averiguar dónde se consigue el tesoro que se ha de anunciar: en los últimos 5 años, el Secretario de Comercio, no se privó de emular a Santa Claus para “regalar” al “gran pueblo argentino” la canasta navideña a un precio irrisorio. Si acaso la Sidra vale mil, Guillermo Moreno nos la ofrecerá a diez. Las góndolas esperan y los ciudadanos… ¿los ciudadanos? Los ciudadanos, pese a que ninguno de los años pasados halló semejante obsequio oficial, también siguen esperando, la magia navideña de los K. Resulta bastante extraño…

No cabe otra explicación a la apatía que merodea la ciudad. ‘Nadie está conforme con el gobierno actual’: sería esa aproximadamente la síntesis de lo que se ve y escucha sin detenerse demasiado a analizar. Pero esa disconformidad se paraliza en las múltiples formas que se ofrecen como si fueran clases de yoga para ahogar la ansiedad: Diego Maradona debutando con la selección nacional, la Copa Davis sin Rafael Nadal (el heroísmo sin riesgo es tan vil como el triunfo sin rival), la efedrina como novedad cerca de los mexicanos que son pura casualidad, el aquadance, el bailar bajo la lluvia o el no bailar, los embarazos que se contagian terminando de matar el sentido de la maternidad, y la crisis mundial…

El consuelo que cayó del cielo. No debe haber punto del planeta donde se festeje tanto la crisis de los mercados como se celebra en Balcarce 50. Bienaventurados los austriacos, los ingleses, y los escoceses de aquella tríada que pregonaron la libertad de la oferta y la demanda. Say, el de la ley, hoy es endiosado en la quinta de Olivos por ser el salvador de una Argentina que se dignifica en el saqueo y en la mentira.

Si no hubieran estallados las Bolsas del mundo, ¿qué salida les quedaba a Néstor y a Cristina? Hoy se erigen paradigmas ejemplificadores. Son para sí mismos la alternativa a un capitalismo que nada tiene que ver con los indicadores que se convierten, para el hombre medio, en palabras familiares siendo tan ajenas y distantes. El MERVAl, el BOVESPA, el DOW JONES, el NASDAQ…

Doña Rosa convive con ese elenco como si fuera la nómina del equipo que ha de enfrentar a la selección nacional el próximo miércoles redimiendo a un Maradona convertido en icono cultural de la argentinidad.

Vivimos en la falacia más trivial o tribal… Ni siquiera sabemos de qué tratan los temas que discutimos cotidianamente. Nos venden AFJP como el enemigo y al ANSESS como el prototipo del redentor capaz de devolvernos lo que ya no tenemos: interés.

A esta altura de los acontecimientos, mientras Cristina Kirchner se pasea por Estados Unidos y África dando cátedra del modelo nacional, es decir, de cómo llenar las arcas de un Estado entendido únicamente como bolsillo del matrimonio presidencial, es justo reconocer aunque duela hasta en la piel, que el Gobierno hace aquello que el pueblo le permite hacer.

Aún cuando esa afirmación me genere un sinfín de detractores que se sienten ajenos al rebaño que supimos aprender a ser, no hay forma de analizar al país sino se asume lo que hay en él. Una masa amorfa que se maneja con extrema sencillez y una suerte de beneplácito por pertenecer a ella aunque haya, en el fondo, algunos plenamente conscientes de lo que sucede sin suceder. No estamos en el reino de los bienpensantes sino en la época de los biendolientes, como diría Pascal Burckner en su filosofía.

Estamos haciendo un culto a la desesperación convencional, la religión de lloriqueo obligatorio, el conformismo del infortunio. “Sufro luego valgo” sintetiza Bruckner. Y así es, los argentinos en vez de rivalizar en la excelencia, en el entusiasmo, competimos en la exhibición de las desdichas que presuntamente soportamos.

Consagramos una idolatría al dolor que no conduce al aprendizaje de la experiencia, y a la fortaleza sino a la blandenguería. Encontramos el confort en la derrota. ‘Nos saquean’, protestamos sentados leyendo el diario.

Eso explica que ante la confiscación alevosa de ahorros particulares, las plazas no se colmen, eso hace que ante la sangre derramada frente a delincuentes inescrupulosos y autoridades que no ven lo que no quieren ver, presenciemos por TV los reclamos de unos pocos. Porque si no somos la totalidad de los ciudadanos, siempre seremos pocos y vapuleados.

Los números, recordemos, en esta geografía los maneja el INDEC, también es oficial la cifra de cuánta gente se moviliza, el ritmo de los tiempos y las fiestas si acaso llegan… Una semana de vacaciones en octubre genera algarabía y acalla otros temas que están fogoneando la vida. Son conductas argentinas. Conductas de mártires autoproclamados de ante mano, es decir, antes incluso de que sobrevenga la desdicha.

En esa condición, siempre será bienvenido el héroe que redima, y quién está presto a ejercer ese rol no deja de ser jamás el gobierno disfrazado de Estado benefactor. A ese Estado, que no es el Estado real que concibieron los artífices del sistema en la antigua Grecia, estamos inclinados y rindiendo pleitesía. Callados y casi autistas… De nosotros, depende la salida. © www.economiaparatodos.com.ar

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