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jueves 7 de octubre de 2004

Sin el pan y sin la torta

Fervientes defensores de la devaluación sostenían que era imposible exportar debido a los altos salarios en dólares de los trabajadores argentinos. Hoy, devaluación mediante y con sueldos en dólares teóricamente competitivos, las exportaciones no han crecido significativamente. Peor aún, el mercado interno se redujo. Es decir que las empresas no venden más, ni en el exterior ni aquí. ¿Cuál fue el negocio?

A principios de 2001 estaba en uno de esos típicos almuerzos donde se mezclan economistas y empresarios. Uno de estos últimos, ferviente defensor de la devaluación, sostenía que con los salarios en dólares que había en la Argentina era imposible competir. Según su teoría, los salarios en dólares eran tan altos que no había posibilidad alguna de exportar y, a lo sumo, se podía competir con los productos importados.

Se necesitaba, entonces, una devaluación para “acomodar” los salarios en dólares a niveles internacionales. La devaluación era el remedio mágico que solucionaría todos los problemas de competitividad.

La devaluación finalmente vino a complacer al empresario que tenía a mi izquierda en el almuerzo. Sería interesante reeditar ese encuentro para preguntarle si hoy somos más competitivos. Veamos algunos números para demostrar que los salarios altos no son impedimento para poder competir.

Supongamos que se cumple el pronóstico del ministro de Economía y este año la Argentina exporta U$S 35.000 millones. Esto significaría que estaríamos exportando unos U$S 970 por habitante por año con un ingreso per cápita de U$S 3.600 anuales.

Según el criterio de los licuadores de salarios, nuestros bajos sueldos en dólares nos transformarían en los campeones de las exportaciones. Veamos. EE.UU. tiene un ingreso per cápita de U$S 37.600 anuales y exporta U$S 3.600 por habitante por año; Nueva Zelanda, con un ingreso per cápita de U$S 15.900 exporta U$S 6.329 por habitante por año; Japón, con un ingreso per cápita de U$S 34.500 anuales, exporta U$S 3.781 por habitante; y, por citar un último ejemplo, Suiza, con un ingreso per cápita de U$S 39.900, exporta U$S 18.737 por habitante por año. Según el empresario devaluador, ni EE.UU., ni Japón, ni Nueva Zelanda, ni Suiza estarían en condiciones de exportar un tornillo dados sus altos ingresos per cápita.

Para hacerla corta, nosotros, con salarios sustancialmente menores a otros países, exportamos por habitante menos que los países con salarios más altos. ¿Por qué? Porque los costos de producción no están compuestos únicamente por el costo laboral. En todo caso, aquellos países que tienen salarios muy altos, producen y exportan bienes con altísimo valor agregado. Claro que, en esos casos, la producción es capital intensiva. Y para tener actividades capital intensivas, quien invierte tiene que tener muy en claro que las reglas de juego del país donde va a hundir sus inversiones serán estables. Como nosotros no tenemos esas reglas de juego estables, preferimos aplicar políticas que lleven a salarios de hambre, en vez de tomarnos el trabajo de construir instituciones confiables para lograr inversiones.

Pero, ¿logró mejorar su rentabilidad el empresario que quería licuar los salarios? Dudo que haya conseguido ese objetivo. En primer lugar porque, luego de 3 años de la devaluación, la Argentina no ha incrementado significativamente sus exportaciones industriales. Y en segundo lugar, porque luego del destrozo que hicieron con el default y la devaluación, el mercado interno quedó reducido a la nada por la caída del ingreso real y el estallido de la pobreza y la indigencia.

Mi conclusión es que quienes impulsaron la devaluación como una forma de ser más competitivos se quedaron sin el pan y sin la torta. Y digo esto porque con salarios destrozados no sólo no exportan mucho más que lo que exportaban durante la convertibilidad sino que, además, se quedaron con un mercado interno raquítico.

Sin acceso al crédito, sin mercado interno y con la confianza en el país destruida, los devaluadores consiguieron los salarios de hambre que querían, pero sus empresas no valen nada porque, aun con salarios miserables, no son rentables, dado que las empresas valen por las ganancias futuras que pueden generar y ¿qué ganancias futuras pueden generar si no tienen mercado interno y no pueden exportar? Bien pagas, esas empresas, en este contexto, valen un sándwich y una Coca.

¿Podrá mi interlocutor de hace 3 años y medio atrás explicarle a sus accionistas qué es lo que pasó con su receta mágica? © www.economiaparatodos.com.ar




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