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jueves 27 de diciembre de 2007

Subordinados

La teoría de la subordinación en la que el Gobierno pretende enmarcar el caso de la valija llena de dólares que llegó desde Venezuela resulta absurda y, al mismo tiempo, curiosa.

La presidenta Cristina Fernández y otros funcionarios del Gobierno han esbozado la teoría de la subordinación para intentar explicar el escándalo de la valija de Antonini Wilson y la intervención de la justicia de los EE.UU. en el caso.

Según ese razonamiento, los EE.UU. necesitan someter a los países o regiones a los que les detectan una posibilidad de convertirse en competidores o en una posible “sombra” a su poder mundial. Así, la Argentina, como parte de una alianza latinoamericana que se perfila como un nuevo polo de poder, de bienestar y de desarrollo logrado en base a métodos que los EE.UU. no aprueban, estaría en la mira de los norteamericanos que maquinan día y noche operaciones para abortar el definitivo despegue de la región hacia horizontes fulgurantes, que eclipsarán en el futuro cercano la estrella del dominio hegemónico anglosajón.

Este razonamiento es como mínimo curioso.

Que la situación de América Latina se encamine hacia un porvenir ribeteado por la abundancia, la capacidad de decisión y el poder, está francamente en duda. Millones de personas en el continente se mueren literalmente de hambre porque estos países siguen apostando a las fórmulas de la colonia: el centralismo, el aislacionismo, el autoritarismo, el caudillaje populista, la desconfianza hacia el individuo y el descreimiento del libre comercio y el intercambio mundial de mercaderías y personas.

EE.UU. ha propuesto distintas maneras de integrar a la región a las corrientes de intercambio mundial, ofreciendo incluso la apertura de su propio mercado como manera de ubicar producción latinoamericana en la sociedad de consumo más avanzada del mundo. Esas propuestas fueron rechazadas una y otra vez prefiriendo mentener un encerramiento enfermizo, protector de minorías privilegiadas y temeroso de la competencia.

Por lo demás, el criterio de la subordinación de los países no parecería ser el criterio seguido por Washington en otras ocasiones en que su teórico objetivo de sumisión hubiera sido incluso más fácil. EE.UU. inventó la Europa moderna disponiendo un monumental plan de ayuda para sacar de los horrores de la posguerra a países que, incluso, habían sido sus vencidos en un momento en que ostentada, entre otras cosas, la característica de ser la única potencial nuclear del mundo. Con esos países desechos, sus designios de “subordinación” hubieran resultado más sencillos ya que el esfuerzo por mantener en la miseria a países que ya estaban en ella habría resultado mucho más fácil que lograrla con otros que tienen la buenaventura de no sufrirla.

EE.UU. produjo el Japón que conocemos hoy y lo convirtió en un acérrimo competidor mundial a su propio poderío económico y comercial, permitiéndole una transformación social que sepultó años de un tradicionalismo retrógrado que solo había servido para convertir al país en un conjunto de nacionalistas con deseos de expansión.

EE.UU. permitió el nuevo nacimiento chino al abrir su mercado generosamente a la incipiente industria de es país. Soportó la llegada de berretadas hasta que China se transformó en el productor competitivo a escala mundial que conocemos hoy.

Si EE.UU. hubiera seguido el criterio de la subordinación habría optado por la más conveniente vía (y tenía maneras sobradas de lograrlo en aquellas condiciones) de mantener a esos países en la pobreza y la dependencia, para que su propia posición en el mundo no se viera opacada ni controvertida.

Sin embargo –y estos son datos de la historia verificable– optó por el armado de planes junto a los líderes de esos países para que éstos recobraran su capacidad de decisión y su soberanía productiva dentro de un marco de civilización y de intercambio razonable para incrementar el producto global y con ello mejorar el nivel de vida de millones.

Resulta francamente penoso que con tal de intentar tapar un affaire sucedido a bordo de un avión rentado por la Argentina y con funcionarios argentinos a cargo, se le venda a la sociedad una teoría que no resiste el menor análisis histórico.

En lugar de reclamar “prófugos” que entraron en esa condición después de ser recibidos en la propia Casa Rosada sin que la justicia argentina hiciera siquiera un amague de detenerlo; en lugar de decir que la verdad se conocería si Wilson declarara frente a unos tribunales que no pudieron siquiera saber quién mato a Norita Dalmasso o a María Marta García Belsunce; en vez de imaginar infiltraciones de la CIA en un tejido que, aún admitiendo esa esotérica teoría, tenía que estar preparado para caer en la trampa tendida, nos convirtiéramos en un país serio y legal en lugar de ser una república bananera y corrupta, tal vez nuestra predisposición a ser el hazmerreír del mundo civilizado, disminuiría.

Sería mucho más saludable averiguar las causas de la verdadera “subordinación” indagando en esos recónditos pliegues del inconsciente que transforman en subordinado al que se siente mentalmente así y que, cual profecía autocumplida, termina entregando su vida a cualquiera, porque no ha sabido, sencillamente, asumir los desafíos de la propia. © www.economiaparatodos.com.ar

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