La izquierda fascista
El fascismo puede ser tanto de izquierda como de derecha, considerando relativas estas dos últimas expresiones
Aunque ya nos hemos referido a este tema, nunca está de más darle un nuevo enfoque, sobre todo en épocas de creciente confusión conceptual y terminológica. Mantenemos nuestra tesis ya expuesta, en cuanto a que el fascismo puede ser tanto de izquierda como de derecha, considerando relativas estas dos últimas expresiones. Lo mismo cabe decir respecto de los vocablos «progresismo» y «populismo», nuevamente puestos de moda por regímenes como los de los Kirchner en Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el comunismo chavista venezolano.
El Dr. Benegas Lynch (h) echa mucha luz sobre el tema cuando dice:
«En realidad, tanto los nazis como los fascistas, al permitir el registro de la propiedad de jure pero manejada de facto por el gobierno, lanzan un poderoso anzuelo para penetrar de contrabando y más profundamente con el colectivismo respecto del marxismo que, abiertamente, no permite la propiedad, ni siquiera nominalmente. Si miramos con alguna atención a nuestro mundo de hoy comprobaremos el éxito del nacionalsocialismo y del fascismo, que sin necesidad de cámaras de gas ni de campos de concentración avanzan a pasos agigantados sobre áreas clave que sólo son privadas en los papeles (en verdad, privadas de toda independencia) como la educación, las relaciones laborales, los bancos, los transportes, los medios de comunicación, el sector externo, la moneda y tantos otros campos vitales.»[1]
Por supuesto, la Argentina del FpV no escapa en modo alguno a esta sabia cita.
Y acierta nuevamente el citado profesor cuando agrega que: «…en los hechos, son muchos más los que suscriben las políticas del fascismo y el nacionalsocialismo con el aval de quienes inocentemente se autotitulan de izquierda. Si bien el origen histórico de las izquierdas radica en la oposición al poder en épocas de la Revolución Francesa, luego degeneró en el uso y en el abuso para provecho propio.»[2]
L. v. Mises traza analogías entre el keynesianismo, el marxismo y el fascismo, con las siguientes palabras:
«De este modo [Samuelson], luego de servirnos una versión recalentada del tema de la giovanezza, de Mussolini, nos ofrece otros remanidos lemas del fascismo, tales como “la ola del futuro”. Sin embargo, sobre este mismo punto, otro colaborador, el Sr. Paul M. Sweezy, no está de acuerdo. En su opinión, Keynes, corrompido por “los efectos del pensamiento burgués”, condición a la que pertenecía, no es el salvador de la humanidad, sino sólo un precursor cuya misión histórica es preparar la mentalidad británica para la aceptación del marxismo puro, y hacer que Gran Bretaña alcance la madurez ideológica para llegar a un socialismo total.»[3]
Dado que casi todos los populismos y progresismos siguen -de hecho- políticas económicas keynesianas, podemos concluir con el eminente economista austriaco que, se inscriben dentro de lo que ha clasificado como lo que sintéticamente podemos denominar como socialismo marxi-fascista.
El Dr. Santos Mercado Reyes, adopta un enfoque similar cuando dice:
«Significa que no se comprenden los paradigmas. Un poco de gobierno en la economía y otro poco de iniciativa privada, ¿qué fundamento teórico sostiene esta mezcla? Supuestamente la teoría de Lord Keynes, sin embargo es una teoría sin fundamento económico, llena de contradicciones e incoherencias como ya lo señalara gente como Ludwig von Mises, Friedrich von Hayek, Hazlitt, Milton Friedman, etc. Sin embargo cabe preguntarse ¿y por qué con tantos defectos tomó hegemonía? la respuesta es que respondía a una oleada mundial de socialismo-fascismo. Además, a los gobernantes de ese tiempo les simpatizaban hombres que justificaran la concentración del poder en sus manos. «[4]
Agregaríamos que en estos tiempos la cuestión no parece demasiado diferente.
El eminente filósofo K. R. Popper alude a las consecuencias morales del fascismo así:
«El nazismo y el fascismo han sido derrotados completamente, pero debo admitir que su derrota no significa que hayan sido derrotadas la barbarie y la brutalidad. Por el contrario, es inútil cerrar los ojos ante el hecho de que esas odiadas ideas lograron algo semejante a la victoria en la derrota. Debo admitir que Hitler logró degradar el nivel moral de nuestro mundo occidental y que en el mundo actual hay más violencia y fuerza bruta que la que habría sido tolerada aun en la década posterior a la primera guerra mundial. Y debemos enfrentar la posibilidad de que nuestra civilización pueda ser destruida finalmente por esas nuevas armas que el hitlerismo nos tenía destinadas quizás hasta dentro de la primera década después de la segunda guerra mundial. Pues, sin duda, el espíritu del hitlerismo ganó su mayor victoria sobre nosotros cuando, después de su derrota, usamos las armas que la amenaza del nazismo nos llevó a crear.»[5]
El espíritu de confrontación que alimentan el progresismo y el populismo actual en la región, tornan alarmantemente vigentes estas palabras de K. R. Popper.
Como decíamos al comenzar, nuestra opinión es que resulta irrelevante decir que el fascismo es de izquierda o es de derecha, y -en el punto- adherimos en un todo a la postura del Dr. Alberto Benegas Lynch (h), extendiendo estas consideraciones a los llamados «progresismos» y «populismos» actuales que, del mismo modo, pueden ubicarse a la derecha o la izquierda. Creemos que estas políticas son -en el fondo- no otra cosa que fascistas, en el sentido en que los autores citados emplean el vocablo. A esa línea responden los populismos de los Kirchner, Morales, Correa y el chavismo que referimos con anterioridad.
[1] Alberto Benegas Lynch (h) «Izquierdas y Derechas, Parientes». Publicado por La Nación, Buenos Aires. 1.9.10