Algo más sobre libertad e igualdad
“La igualdad comenzó a ser interpretada con el correr del tiempo COMO IGUALDAD DE OPORTUNIDADES, en el sentido que a nadie debería impedírsele con obstáculos arbitrarios el uso de sus capacidades para conseguir determinados objetivos personales” (Milton Friedman)
Un gran presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson –verdadero factotum de la Declaración de la Independencia de ese país-, expresó lo que entendía por IGUALDAD que se halla expresado sucintamente en sus principios: el derecho inalienable a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.
Esto se ha reflejado con el tiempo al observar el comportamiento democrático de ciudadanos y gobiernos del país del norte en relación con estas cuestiones.
A tenor de dichos principios y puesto que todos venimos a este mundo con aptitudes diferentes y naturalezas diversas, le corresponde a las leyes darle un sentido práctico a la convivencia social, porque la imposición de los valores y juicios DEL OTRO no le da derecho a éste a decidir cómo debe ser nuestra vida en forma arbitraria, imponiendo su voluntad sobre nuestros deseos y aspiraciones personales.
De lo que se trata es de crear una “atmósfera de equilibrio”, necesaria para que las aspiraciones de cada quien puedan enlazarse armónicamente con las de los demás.
Tocqueville, advertía que existe un peligro en la naturaleza del individuo: un sentimiento nocivo que consiste en una enérgica pasión para desear intensamente ser poderoso, por lo cual el débil trata de rebajar a su nivel a los demás, conduciendo a los hombres a preferir la igualdad en la esclavitud a la desigualdad en libertad.
Casi una profecía del acontecer cultural y político de América Latina, cuyos gobiernos, supuestamente “progresistas” (nadie ha acertado a explicar concretamente en qué sentido), han fomentado una falsa lucha de “clases” que tanto daño le ha causado a la democracia.
La “libertad de identidad” es imposible como pretensión, por las desigualdades contenidas en la genética que traemos al venir a este
mundo. Por lo tanto, torcer la “naturaleza de las cosas” parecería, como principio, una empresa perdida de antemano.
La Revolución Francesa hablaba del respeto a “una carrera abierta a los talentos”. Esta forma de definir el asunto, es bastante más satisfactoria. Pero para eso hace falta que funcione correctamente el cuidado armónico de las relaciones entre individuos evitando acudir a prohibiciones y/o favoritismos espurios.
Hay que tener muy claro que las personas no son idénticas y sus gustos y aspiraciones muy diversos, por lo que, en principio, aspiran a llevar vidas diferentes .
Los principios de la Declaración de Derechos de los tiempos de Jefferson que hemos recordado, no ponían en duda que algunos hombres fueran distintos de otros, señalando la existencia de una forma de ELITE NATURAL. Solo decían que este hecho no le permite arrogarse a esta supuesta elite el derecho a gobernar a los demás en forma arbitraria.
Así como una elite natural no puede imponerse a los demás por ninguna razón aceptable, TAMPOCO LO TIENE UNA CAMARILLA DE APROVECHADOS QUE SE ENCARAMEN A UN GOBIERNO PARA IMPONER SU VOLUNTAD, como ocurre actualmente en Cuba y en Venezuela (por dar dos ejemplos al azar), cuyos líderes desarrollan políticas ARBITRARIAS Y AUTORITARIAS que están sumergiendo a sus pueblos en enormes villas miseria.
Y en forma incipiente en la Argentina con el kirchnerismo.
“En sentido estricto, decía Friedman, la igualdad de oportunidades –en el sentido de “identidad”-, es imposible. Un niño nace ciego, otro con vista. Uno tiene padres profundamente preocupados por su bienestar y le dotan de un buen ambiente cultural, mientras que otros se muestran disolutos e imprevisores”.
Creemos por lo tanto que lo que más se acerca quizá al concepto de igualdad –de concreción perfecta imposible por la “naturaleza humana esencial”-, es la interpretación de la Revolución Francesa que aquí hemos recordado, ya que cuando un gobierno pretende lograr “partes equitativas para todos” REDUCE EN LA MISMA MEDIDA LA LIBERTAD.
La acción política debería fomentar siempre los incentivos personales de los ciudadanos para que éstos indiquen de qué manera desean trabajar y relacionarse entre sí, poniendo un orden lógico y justo para estas “relaciones”, con el fin de impedir que nadie pueda interferir en la libertad del otro.
carlosberro24@gmail.com