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martes 28 de enero de 2014

Game Over!

Game Over!

Como decía Einstein, “La diferencia entre la estupidez y la genialidad es que esta última tiene un límite.”

El pensamiento Mercantilista parece ser el más arraigado en el mundo, y en especial en Argentina. Mucho más que las ideas socialistas. Lo normal es que la gente crea que un saldo positivo del comercio internacional es bueno para el país y uno negativo es malo.

Si bien los economistas clásicos refutaron esto con enorme claridad hay “algo” que hace que las ideas mercantilistas sigan teniendo una gran vigencia. Es difícil entender que para exportar “hay” que importar y que frenar las importaciones necesariamente frena las exportaciones.

Esto se puede ver relativamente fácil si uno analiza el comercio internacional en “modo trueque”. Si el intercambio fuese directo bienes o servicios por bienes o servicios se puede ver claramente que si exportamos bienes los habitantes de otros países nos tienen que pagar con bienes. O sea para poder exportar tenemos “necesariamente” que importar. Si no dejamos entrar mercaderías o servicios del exterior entonces no podemos exportar. Si exportamos trigo a Alemania y nos pagan con automóviles una prohibición o encarecimiento de la importación de autos alemanes haría caer la demanda de trigo.

Obviamente podríamos destinar a comprar con el trigo automóviles nacionales si queremos obligar a la gente a comprar automóviles más caros y de menor calidad. De todas maneras si se hiciera esto no importaríamos pero tampoco exportaríamos trigo.

Si queremos exportar hay “necesariamente” que importar.

Cuando las transacciones no se hacen mediante trueque sino con dólares (o cualquier otra divisa) no cambia la conclusión. Al exportador le conviene un tipo de cambio alto esto si aumenta la demanda de dólares en el mercado, o sea se importa más, se viaja más. Cuanto más importamos mayor es la demanda de dólares y mayores serán las exportaciones.

Si en un extremo el gobierno lograra cerrar totalmente la economía entonces la demanda de dólares caería prácticamente a cero. El banco central tendría que emitir dinero para hacer subir el dólar y mejorar las exportaciones.

Por el contrario al importador le conviene un dólar bajo y esto lo logran las exportaciones. Cuanto más se exporte mejor. El gran mérito de los economistas clásicos fue haber mostrado que a todos los países les conviene el comercio internacional porque se amplían los mercados. A los productores de Argentina (y de cualquier país) les conviene tener más y no menos mercados. Cerrar la economía achica mercados y empobrece a todos. La demanda de trabajo cae.

Este punto de los clásicos se puede ver con gran claridad en Argentina. Parece que estamos condenados a que los gobernantes aprenden a costa de errores que cuesta mucho a la población.

Hasta el mismo Marx comprendía que si hay menos oferta de un bien el precio sube. Esto pasa con “cualquier” bien, incluido el dólar. El stock de dólares disponible cada día es igual al stock del día anterior más la entrada de dólares hoy menos la salida de dólares hoy. Si queremos que el stock aumente hay que mejorar las exportaciones. Pero, en el largo plazo, no se pueden mejorar las exportaciones si no se aumentan las importaciones.

El Kirchnerismo intenta bajar el precio del dólar limitando la demanda en vez de sin darse cuenta que limitar la salida de dólares reduce su entrada. Muy pocos entran donde no pueden salir o los vuelven locos con impuestos o regulaciones. Cada vez que el gobierno pone trabas a las importaciones baja la demanda de dólares en el mercado y esto baja la entrada. Es por este motivo que el BCRA va perdiendo stocks (reservas). Esta película se ha visto tantas veces que parece increíble que la estemos repitiendo.

Finalmente están llegando al punto de que no queda más remedio que devaluar o dejar que el mercado ajuste. Mi alumno Capitanich parecía entender este punto en las clases. Ahora lo está verificando en la realidad que niega, como todo gobierno que hace mal las cosas.

Como decía Einstein, “La diferencia entre la estupidez y la genialidad es que esta última tiene un límite.”

Fuente: www.puntodevistaeconomico.wordpress.com