Vamos a un nuevo fracaso: la planificación estatal de la economía
Con el diagrama de la CADENA de VALOR y la acumulación de datos en la planilla EXCEL los ministros de Cristina intentan estatizar las decisiones económicas controlando costos, precios y ganancias
EXTRAÑA OBSESIÓN
Tanto Capitanich, con sus peroratas matinales, como el ministro Kicilloff con las resoluciones de la secretaría de Comercio, están advirtiendo a los empresarios que van a usar una varita mágica para dirigir la economía del país.
Se trata de la “cadena de valor”, una especie llave maestra, que permitiría al Gobierno controlar todo lo que hace el sector privado imponiendo sus criterios para reprimir la inflación que él mismo provoca con excesivo gasto público.
Lamentablemente se confunden “de pe a pa” y precipitan al país a un nuevo fracaso: ahora la planificación estatal de la actividad económica.
La “cadena de valor” es un artilugio, ideado por Michael E. Porter, profesor de la Universidad de Harvard (“Competitive advantage & superior perfomance”, 1985). Consiste en una herramienta para el estratega de negocios. Permite separar las actividades fundamentales de la empresa: diseñar, producir, vender y distribuir, de otras actividades en las cuales espera conseguir la ventaja competitiva.
La “cadena de valor” se desarrolla mediante un diagrama gráfico que sirve para dos fines: a) describir las actividades internas de la empresa y b) insertar estas operaciones dentro del sector de actividad, un campo más grande que incluye proveedores, clientes y canales de distribución.
LAS CADENAS DE VALOR INTERNA y SECTORIAL
La “cadena de valor” interna es una mera representación gráfica en forma de flecha que incorpora horizontalmente las secciones de: abastecimiento, diseño, tecnología, recursos humanos y equipamiento. Estas cinco secciones están interrelacionadas por seis operaciones: 1º lay-out interno, 2º proceso productivo, 3º logística externa, 4º marketing, 5º mantenimiento y 6º atención postventas.
El objetivo del diagrama es muy básico: consiste en examinar las actividades de la empresa para analizar las fuentes de sus ventajas o desventajas competitivas, identificando cómo se crea valor para el comprador y cómo se logra una estrategia de diversificación.
En el caso de la cadena de valor de un sector (automotriz, granos, molinería, bodegas, textiles, confecciones, etc.) el objetivo es distinto: consiste en examinar las eficiencias y deficiencias que transmiten los proveedores de insumos, las imperfecciones y eficacias de quienes transportan productos, la fidelidad e incumplimiento de los clientes y las trabas y obstáculos resultantes de leyes o regulaciones administrativas.
RIESGO DE AMBAS CADENAS
Michael Porter señala que el análisis de la “cadena de valor” es importante y valioso en el caso del análisis interno de una unidad de negocios. Pero que se transforma en un análisis más evanescente e impreciso cuando se quiere extender a un sector industrial, comercial o agrícola porque, dice: “sólo sirve para comprender cómo se inserta nuestra actividad en otra serie de eslabones operativos ajenos, vinculados con proveedores locales o del exterior, canales de distribución y compradores, los cuales suelen cambiar o ser sustituidos sin nuestra intervención”.
De manera que la famosa “cadena de valor” no sirve para calcular costos, ni determinar precios de venta, y mucho menos para establecer la rentabilidad o ganancia. Sólo es “un esquema de interrelaciones” para observar dónde están instaladas –circunstancialmente- nuestras fortalezas y debilidades frente a los competidores.
El propio Michael Porter, padre de la estrategia corporativa, fundó una compañía consultora llamada Monitor Group para ayudar a las empresas a hacer frente a la competencia derrotando a los rivales, pero tuvo que declararse en bancarrota incapaz de pagar sus obligaciones, incluyendo el alquiler de sus oficinas. La empresa llegó a tener 27 sedes en 17 países del mundo y fue adquirida en 2012 por Deloitte.
RELATIVIDAD DEL ENFOQUE
Obligar a los empresarios a preparar planillas Excel con el fin de juntar datos para alimentar las infinitas cadenas de valor de la economía nacional, es una tarea inútil, costosa y de resultados deplorables.
No hay forma de sustituir la precisa y minuciosa contabilidad de costos por la planilla Excel, porque aquella es independiente de los gigabytes que pueda tener una computadora y ésta tiene un margen muy limitado.
La primera consiste en el genial invento de la Partida doble, basada en el “principio del devengamiento” para describir la corriente real de bienes y servicios de un negocio, inventada por el fraile Luca Pacioli en 1494 (Summa de arithmetica, geometria, proportioni et proporcionalita).
En cambio, la segunda. es un retroceso tecnológico a la partida simple o contabilidad cameral, que se guía por el “principio de caja”. Fue utilizada en el antiguo Egipto por los escribas que anotaban en filas y columnas grabadas en papiro o placas de mármol, los nombres de las cuentas, las cantidades, el saldo inicial, las partidas positivas y negativas y el saldo final.
CONOCIMIENTO DISPERSO Y CIRCUNSTANCIADO
No hay ninguna posibilidad de controlar costos con planillas Excel acumuladas en un organismo de planificación central. Ni aún contando con computadoras de gran capacidad de memoria. Porque el conocimiento económico está disperso en millones de sitios y en millones de personas, dependiendo de circunstancias de medios, tiempo, modo y lugar.
Cuando los datos son relevados mediante formularios, intervienen muchas personas con distintos criterios, luego deben ser verificados, después corregidos de errores y falsedades, trasladados y homogeneizados a otras planillas, finalmente procesados para ingresar en una computadora, lejos del lugar de los acontecimientos.
Eso lleva muchísimo tiempo y está infectado por el “bias” o sea la probabilidad y predisposición a contener datos inestables, endebles, inconsistentes y sin valor.
VALOR DEL MERCADO ABIERTO Y LIBRE
No existe en el campo humano ninguna supercomputadora, ni modelo econométrico, ni metodología científica capaz de reunir, armonizar y comprender todo el conocimiento económico.
Porque es un conocimiento disperso que no está en manos de un sólo agente, por más poderoso que sea. Depende de circunstancias variables de tiempo, modo, lugar y medio de comunicación. Al procesarlos para una oficina central, se tarda tiempo y las oportunidades se pierden.
Por ello, desde antes que aparezcan los sistemas de socialismo, capitalismo o intervencionismo, la historia enseña que por evolución y tanteos, la humanidad llegó a encontrar un mecanismo simple pero efectivo, que refleja todos los conocimientos y las intenciones de quienes operan en la economía: el PRECIO, siempre que se determine en mercados abiertos, libres y sin monopolios, con una moneda estable que no varíe su capacidad adquisitiva por alteraciones espurias.
EL PRECIO LIBRE COMO SEÑAL DE ESCASEZ
En un mercado no intervenido por el Estado ni dominado por un monopolista, el precio brinda información valiosa que el operador no conoce.
La decisión de comprar, vender o abstenerse a ese precio, da al operador, la oportunidad de poseer un conocimiento circunstancial que él mismo ayuda a reflejar en el precio, sin necesidad de estudios sociológicos ni complicadas planillas.
La mayoría de estos conocimientos son tácitos y no-explícitos, y la gente que opera en cualquier mercado nunca es plenamente consciente de que está compartiendo conocimientos mediante las señales de precios, ni tampoco percibe que está influyendo en ese conocimiento a la hora de tomar una decisión de ofertar, demandar o abstenerse.
Por eso, la intención de querer dirigir la economía argentina mediante las Cadenas de Valor con planillas Excel es un error e innegable muestra de retroceso intelectual y dureza de cerviz.
Con funcionarios soberbios e inexpertos, que creen descubrir lo que ya fue descubierto y empecinados en un nuevo fracaso, nunca aprenderemos de los errores que Argentina viene cometiendo desde hace 70 años.