Entre autopsias y reconciliaciones
Asistir a los persistentes desvaríos del gobierno frente a una de las peores encrucijadas de estos doce años, causa la sensación de que éste ha quedado reducido finalmente a la “autopsia” de sus propios cadáveres.
Se ha probado también que algunas preocupaciones suelen convertir en “filósofos” de ocasión a quienes no saben en qué consiste la filosofía. La muerte, y sobre todo la muerte misteriosa, suele ser un imán para que muchos diletantes se vinculen con la idea de que existen fuerzas ocultas desconocidas que mueven supuestamente la conducta privada sospechosa de quienes matan. O “se” matan.
Esto es lo que demuestran Cristina Fernández y su troika de bonzos lenguaraces con su malicia perversa e inconducente. Evidentemente, no han aprendido nada en los años que han permanecido en el poder y continúan siendo inexpertos aprendices “tirabombas”.
El gobierno continúa perdido totalmente en el laberinto de sus emociones “circunstanciales”, sin hacer ningún esfuerzo para resolver el desafío que significa dejar de lado las “apariencias”, para poder desvincularse de ciertos hechos luctuosos que acentúan el quebranto de su psicología enferma.
La muerte de Alberto Nisman ha puesto en evidencia que al kirchnerismo le cuesta mucho reconciliarse con el desamparo y la desolación que provoca con sus torpezas, preguntándose siempre con cara de fingida sorpresa adonde estaba Dios en cada momento trágico que han debido afrontar, o qué hicimos los que no simpatizamos con ellos para provocarlas. Como si las cosas pudieran ocurrir solamente por negligencia de alguna divinidad o la impericia de ciudadanos “imperfectos”.
Quizá se deba a que no toleran involucrarse en el suceso y solo desean desembarazarse del enigmático residuo de un cadáver, tratando de que el mismo salga rápidamente de escena…para pensar en otra cosa.
Las víctimas no son víctimas para ellos. Son solo una “evidencia” más de que existen complotadores agazapados en la sombra que intentan menoscabar la genialidad de sus improvisaciones, con las que, supuestamente, nos han colocado en la cima del mundo civilizado.
Pascal Boyer les diría con su habitual humor corrosivo que “los muertos, como las legumbres, pueden ser conservados en salmuera o en vinagre. También se les puede abandonar a las bestias feroces, quemarlos como a basuras o enterrarlos como un tesoro. Del embalsamamiento a la cremación, toda suerte de técnicas son utilizadas, pero lo esencial es que es preciso HACER ALGO con los cadáveres”.
¿Qué ha hecho el gobierno con los nuestros? ¿Qué lugar ocupan en su conciencia las tragedias de Cromagnon, la AMIA, el choque de trenes de Once, los ahogados por las inundaciones de La Plata? ¿No entienden que se trata de la pérdida IRREPARABLE de la vida de seres humanos?
¿Están organizando acaso un sorteo para ver a quién le tocan los muertos? Porque es muy fácil hacer desaparecer los restos “materiales”, ocultarlos o volatilizarlos, pero ¿qué podrán hacer de aquí en más con su dimensión “espiritual”?
Todos los casos luctuosos que el kirchnerismo ha debido afrontar, han sido para ellos una cuestión de muerte “ajena”, utilizándolos para celebrar ceremonias de “expiación” tardía y endilgarnos a los ciudadanos de a pie toda la responsabilidad, entorpeciendo al mismo tiempo la marcha de la justicia de manera grosera, encabezados siempre por su estandarte de guerra: la flamígera Cristina Fernández.
Ante semejante descomposición de la República frente a la irresponsabilidad del Estado (que no pertenece a un partido político, ni a una facción), el CAMBIO que una parte mayoritaria de la sociedad anhela hoy día, debe estar acompañado de un firme propósito: reconciliarnos de una buena vez con las instituciones para no revolear nunca más nuestras dificultades por sobre la cabeza dentro de una media y ver a quién salpicamos primero.
Solo así, podremos iniciar el camino de la reconstrucción espiritual que está requiriendo una sociedad quebrada por la corrupción de pensamientos de una turbamulta de fanáticos “desclasados”: los discípulos del oscuro matrimonio Kirchner.
Debemos advertirles desde ahora que detrás de su partida no quedarán más que volutas de humo de la fogata que haremos con la “mugre” (Cristina dixit), que nos dejarán bajo la alfombra. Una mugre que lejos de venir “de afuera” (sic) está alimentada por la falta de moral de un gobierno que ya no tiene autoridad ninguna para presentarse con los títulos rimbombantes de los que hizo gala durante estos años.
¡Qué cepo ni niño muerto! ¡ES LA MORAL PÚBLICA LA QUE HAN QUEBRADO!
carlosberro24@gmail.com