La pobreza intelectual del relato
A Kicillof no solo le faltan materias de economía, también le faltan muchas horas de vuelo y, sobre todo, le falta bastante de humildad
Cuando leo algunas de las declaraciones que estuvo formulando Kicillof sobre la economía, puedo entender perfectamente por qué están destrozando el país de la forma en que lo hacen.
Una de esas afirmaciones fue la siguiente: «Si hay alguna importancia en mi tarea como ministro es que la economía vaya de la mano de la política», recordando la frase de la presidente Cristina Fernández, que reza que la «política manda a la economía». Hay que ser muy bruto para decir semejante cosa. La economía tiene sus leyes que no pueden ser derogadas por DNU. Si un gobierno emite al 35% anual y la producción de bienes y servicios baja el 3% anual, la inflación va a surgir por más que los políticos se enojen con la realidad.
Esta expresión de Kicillof de que su tarea consiste en que la economía vaya de la mano de la política me hace recordar aquél párrafo del libro de William Hutt, Los Economistas y la Política, que dice así, refiriéndose a las restricciones políticas que suelen aceptar los economistas cuando están en función de gobierno: “finalmente los economistas terminan asesorando a los políticos, para que actúen de la misma forma que hubiesen actuado si no los hubiese asesorado un economista”.
En rigor, lo que no explicita Kicillof pero de hecho hace eso desde el ministerio, es que va poniéndole parches a un modelo que hace agua por todos lados. Su función no es que la economía acompañe a la política, su función es que la economía no estalle antes de los tiempos políticos que necesita el oficialismo para no incendiarse y pagar el costo de los desastres que ha hecho en estos 12 años.
Esta historia la hemos visto infinidad de veces. Desde la inflación cero de Gelbard que terminó en el rodrigazo hasta el terrible final del plan primavera que era un plan para tratar de llegar a las elecciones sin que estallara la economía. A pesar que Alfonsín adelantó las elecciones, todo estalló en mil pedazos, nos compramos una flor de hiperinflación y encima Alfonsín tuvo que irse antes de tiempo. Ese verso de Kicillof ya lo vivimos. A ese chico, no solo le faltan materias de economía, también le faltan muchas horas de vuelo y, sobre todo, le falta bastante de humildad. Levanta el dedito dictando cátedra y solo sale de su boca un tsunami de barbaridades, provocaciones y agresiones a quienes piensan diferente pero nunca se concentra en el análisis de la ciencia económica.
Decir que ellos no se mueven por políticas, sino por objetivos, muestra lo vacío de su discurso. Buenas o malas, las cosas que hace él desde el ministerio de economía son políticas. Puede ser una política económica liberal, socialista o keynesiana, pero al fin son políticas. No son ondas de paz y amor. Son políticas.
Por otro lado, enumerar los objetivos cualquiera puede hacerlo. Todos queremos crecer, que la gente tenga mejores salarios y condiciones de vida, que no falten viviendas, infraestructura, etc. Decir eso es no decir nada. Lo importante es explicar cómo se alcanzan los objetivos. Enumerar las medidas y describir el proceso económico que permite alcanzar ese objetivo en forma sustentable es el desafío. Formular propuestas de política económica que permitan terminar con la pobreza, la indigencia y los salarios que se derriten es la clave de un buen economista no decir quiero que todos sean felices.
Claro, para el kirchnerismo decir semejante disparate no es drama, ellos dicen: buscamos objetivos y luego afirman que los alcanzaron con el relato que falsea y desconoce la realidad y truchando las estadísticas. Ellos logran reducir la pobreza solo afirmando que lo lograron. No lo demuestran porque sería estigmatizar a los pobres. Solo lo afirman y como lo dicen ellos, es palabra de Dios. El que se opone es un neoliberal al servicio de los buitres, palabra que viene a reemplazar a la que se usaba en los 70 que era sinarquía internacional.
Tilda de liberal a aquellos que quieren que el estado tenga equilibrio fiscal. Ese debate está superado. Tener equilibradas las cuentas del sector público no es de liberales ni de socialistas, es de buena administración de la cosa pública. Con nuestro déficit fiscal somos el segundo o tercer país en el mundo con la mayor tasa de inflación. Y si cree que el déficit fiscal es bueno y sus ojos no ven lo que pasa aquí, que se dé una vuelta por Grecia para advertir como la están pasando.
Finalmente, dijo Kicillof: “cuando el gobierno se endeude, exija que sea para agregar infraestructura y no para alimentar la bicicleta financiera del país”. Lo dice él que está tomando deuda con los chinos vía los swaps para conseguir dólares que luego se venden como dólares ahorro para que la gente los venda en el blue y lo contenga. ¡¿Qué mayor bicicleta financiera y endeudamiento que el que está haciendo Kicillof junto con el presidente del BCRA?!
En síntesis, no es que la economía acompaña a la política, como dice Kicillof. Ni siquiera eso. Es solo que acomodan el relato a lo que va pasando día a día. Los objetivos no los alcanzan, simplemente los dibujan como alcanzados vía el INDEC o solo afirmando que hay menos pobres.
De tanta pobreza intelectual que surge de los discursos de Kicillof no puede esperarse otra cosa que los desastrosos resultados que estamos padeciendo.