Quién iba a decirle a Alfonso Cortina, presidente de Repsol, allá por la primavera de 1999, cuando cerraba los flecos de la compra de la estatal argentina YPF, que el riesgo-país de la tierra que vio nacer a Eva Perón iba a darle tantos quebraderos de cabeza, que la aventura sería tan complicada de lidiar en los años venideros, gobierno tras gobierno y con corralito incluido.
Con mucha mano izquierda y aún más trágala, desde que Néstor Kirchner es inquilino de la Casa Rosada los disgustos que llegan a Madrid vía teletipo son cada vez más frecuentes. Los guiños populistas del presidente se traducen de inmediato en rumores de todo tipo, que van desde la hipotética renacionalización de YPF a la más edulcorada imposición de que todo el directorio de la petrolera deba tener pasaporte de aquel país.
El último susto para la española fue con motivo de la cumbre del Mercosur, celebrada precisamente en Argentina. Allí asomó la idea de Petrosur, el nonato proyecto de una petrolera interestatal que dicen traerse entre manos el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y su compañero de ideario en la Argentina. Un brindis al sol que no ha conseguido destemplar los ánimos de los chicos de Cortina.
Sin embargo, el canto nacionalista entonado por Kirchner no hace sino poner de manifiesto la necesidad del Gobierno argentino de exprimir la vaca de Repsol-YPF con mayor denuedo, como si el recurso de los impuestos no alcanzara para cubrir la cuenta de gastos que tiene abierta el Ejecutivo.
Aunque el solo hecho del proyecto -al que se invitaría al Brasil de Lula- pueda volver a despertar los fantasmas de una posible nacionalización de la parte austral de Repsol, la lógica hace pensar que todavía quedan muchos telediarios cargados de malas noticias para tener que llegar a ese escenario, que no es imposible, ya que la petrolera es, desde hace tiempo, el comodín que Kirchner se guarda en su manga izquierda.
Y mientras la cometa de la nacionalización coge hilo, el presidente argentino tiene que hacer frente a problemas que mucho tienen que ver con el sector energético, o de cómo un país exportador tiene que recurrir a la compra de gas a su vecino Chile. Un incidente que, cómo ha sucedido con los últimos apagones de España, pone de manifiesto la necesidad de inversiones en gaseoductos y demás infraestructuras. Mal asunto, con todo, cuando las arcas públicas no rebosan doblones, el cambio con el dólar está por las nubes y no se contempla subir las tarifas.
A todo esto, Argentina sigue atada de pies y manos para dar con una solución hasta que no se cierre la renegociación de la deuda. Como siempre se dice, está obligada a alcanzar un buen acuerdo con el FMI bajo riesgo de que todo pueda terminar en un caos de imprevisibles consecuencias. Curiosamente, los argentinos confían en que el nuevo número uno del Fondo, Rodrigo Rato, sea más razonable que su predecesor, el alemán Horst Köhler, a pesar de ser amigo de Alfonso Cortina. Curioso.
El artículo precedente fue publicado originalmente en El Confidencial. (ver: http://www.elconfidencial.com/conlupa/indice.asp?fecha_d=14/07/2004&dia_s=Miercoles&psw=). |