Hace pocos días se conoció un proyecto, impulsado por el kirchnerismo, que pretende reducir a 16 años la edad mínima de los electores. Mientras, en la legislatura porteña, el oficialismo y el macrismo llegaron a un acuerdo para destrabar la sanción de las reformas al Código de Convivencia: no reducirán la edad de imputabilidad de los menores. ¿En qué quedamos?
Como esos padres poco criteriosos que suelen exigir a sus hijos responsabilidades propias de adultos pero luego, en otras cuestiones menores, los tratan como si aún no hubieran dejado los pañales, los políticos argentinos no se ponen de acuerdo acerca de la madurez de nuestros adolescentes.
Por un lado, el kirchnerismo se ha propuesto modificar la edad mínima necesaria para poder concurrir a las urnas y emitir el voto: la idea es que los jóvenes estén habilitados a votar a partir de los 16 años. Por el otro, uno de los temas conflictivos en el tratamiento del Código de Convivencia porteño es el artículo que disminuye la edad a partir de la cual los menores que comenten delitos son imputables. Después de la batalla campal protagonizada hace un par de semanas por grupos que se oponen a éste y otros puntos de las reformas, los legisladores oficialistas y los del macrismo decidieron eliminar la cuestión, con el objetivo de destrabar la sanción del nuevo código.
No vamos a discutir aquí en profundidad si es correcto o no bajar la edad de penalización de los menores. Tampoco si a los 16 años un adolescente puede ser responsable de los actos ilícitos que cometa o si tiene la formación y la información suficiente como para poder elegir entre diferentes alternativas políticas en las elecciones. Pero evidentemente algo está fallando en el debate si es posible considerar que una misma persona es capaz de definir con su voto el futuro del país y, al mismo tiempo, es incapaz de darse cuenta de si sus acciones son correctas o no, si infringen las leyes o si las respetan. Porque, en algunos casos, los mismos políticos que públicamente se oponen a reducir la edad de imputabilidad de los menores, están en cambio dispuestos a modificar las leyes electorales para que esos mismos menores puedan concurrir a las urnas.
Señores, por favor, un poco más de criterio y seriedad a la hora de debatir y hacer propuestas. Al fin y al cabo, se trata de cuestiones centrales para la vida institucional de un país: las elecciones y las sanciones que se aplican a los que no respetan el orden jurídico. Cuestiones que, como diría mi abuela, no son moco de pavo. Aunque a juzgar por los hechos, los que todavía andan moqueando y no abandonaron la edad del pavo son los políticos que nos supimos conseguir. © www.economiaparatodos.com.ar |
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