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lunes 27 de septiembre de 2004

¿Quién le dará trabajo a un piquetero cuando salgamos de esta locura?

Es una quimera pensar que el país podrá salir adelante sin la existencia de capital humano adecuadamente capacitado y capaz de hacer frente al desafío del trabajo cerebro intensivo que exige una economía competitiva. ¿Cómo vamos a hacer para recuperar a una buena parte de la población que desde hace años se ha acostumbrado a no trabajar o a trabajar mal?

Supongamos que en el corto plazo nos volvemos racionales y la dirigencia política en general se convence de las condiciones institucionales que son necesarias para poder crecer. Por ejemplo, se convence de abrir en serio la economía, de tener un sistema tributario que no genere distorsión en la asignación de recursos y en la transferencia de ingresos, de tener una legislación laboral que no genere espanto en las empresas para contratar personal, de tener un sector público más chico, menos dispendioso y que brinde eficientemente los bienes públicos para los cuales se pagan los impuestos.

Supongamos que se dan todas estas condiciones. La pregunta que surge es: ¿cómo vamos a hacer para recuperar a una buena parte de la población que desde hace años se ha acostumbrado a no trabajar o a trabajar mal?

Voy a dar un ejemplo para tratar de ser más claro. Cuando se privatizaron las empresas estatales, quedó en evidencia que la mayoría de esas empresas públicas tenía gente de más. Es decir, eran desocupados que estadísticamente figuraban como ocupados pero que, en realidad, no hacían nada útil para el resto de la sociedad. De toda esa legión de empleados de empresas públicas, muchos directamente no trabajaban y otros lo hacían pero mal, porque las empresas eran ineficientes. Estaban sumergidos en un sistema que no los preparaba para poder sobrevivir en una economía competitiva. El resultado fue que muchos de esos empleados que fueron despedidos recibieron muy buenas indemnizaciones y con ese dinero se pusieron kioskos, remiseras, etcétera. Como no estaban preparados para administrar sus negocios, hoy muchas de esas personas están en la ruina o, en el mejor de los casos, “zafando” como pueden.

Bien, teniendo en cuenta lo ocurrido con los ex empleados de empresas estatales, la pregunta es: ¿qué puede llegar a ocurrir, por ejemplo, con los piqueteros? Imaginemos que, bajo una Argentina racional, un piquetero sale a buscar trabajo. ¿Qué puede dar como antecedentes laborales de los últimos 4 o 5 años? Dirá que estuvo destrozando vidrios por la 9 de julio, que le rompió el auto y la cabeza a algún taxista que quería ejercer su derecho a transitar libremente, que tomaba empresas por la fuerza, que extorsionaba a otras. En definitiva, ¿quién se animará a tomar como empleado a un ex piquetero?

Tomemos ahora el caso de un empleado de una empresa que hoy se dedica a sustituir importaciones, donde, dada las restricción de la oferta establecida por el gobierno, la gente no tiene por qué esforzarse en la calidad del producto ni en la buena atención del cliente. El cambio cultural que se requerirá en el dueño de la empresa y en sus empleados será monumental, porque ya no tendrán que tomar pedidos sino que, bajo un mercado competitivo, deberán ganarse la voluntad del consumidor, optimizando la relación calidad y precio de producto o servicio que está produciendo.

Ni que hablar de las nuevas generaciones que pasan por los colegios, donde no solamente no aprenden nada, sino que desconocen el valor de la disciplina, el esfuerzo y, me animaría a decir, del respeto al prójimo. Porque bueno es recordar que hoy, en los colegios, los chicos pueden llegar a estudiar la historia argentina, desde la colonia hasta nuestros días, en manuales de no más de 100 páginas, donde la mitad son fotos y dibujos. Si llegan a las 50 páginas de texto es un milagro. Y, encima, esas 50 páginas de texto son deplorables.

¿Qué capacidad de trabajo cerebro intensivo tendrán las nuevas generaciones que se incorporen al mercado laboral? Porque saber manejar Internet mucho mejor que la generación de 40 años para arriba no significa que eso los habilite a tener capacidad para resolver problemas más complejos que bajar una canción mediante el Kazaa o ser muy hábiles en el manejo de los videojuegos.

En síntesis, y volviendo al mismo punto que tantas veces he tratado, sin capital humano para el desafío del trabajo cerebro intensivo que exige una economía competitiva, el crecimiento de país está comprometido. Con esto no quiero decir que es imposible el crecimiento futuro de la Argentina. Corea del Sur, sin recursos naturales y sin capital humano, logró revertir su situación de pobreza y hoy crece en forma notable; eso sí, invirtió muchos recursos en tener un sistema educativo que preparara a la gente para trabajar con eficiencia.

Conclusión: una vez más se demuestra que Sarmiento, Alberdi y toda la generación del ’80 eran verdaderos estadistas porque 140 años atrás comprendieron perfectamente donde estaba la riqueza de las naciones: en tener una población preparada para saber cuáles son sus derechos y sus obligaciones y con una firme vocación por ganarse sus ingresos trabajando. © www.economiaparatodos.com.ar




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