Mientras a principios de 1989 la Argentina estaba envuelta en llamas por causa del pésimo gobierno de Alfonsín, el entonces ministro de Economía, Juan Carlos Pugliese, dio un discurso en el que apelaba al sentimiento de la gente para que dejara de comprar dólares mientras el austral, moneda argentina de ese momento (por denominarla de alguna manera), se derretía minuto a minuto. Al otro día, al ver que su apelación a la emoción no funcionaba y el dólar seguía estallando, dijo la famosa frase: “Les hablé con el corazón y me contestaron con el bolsillo”.
Luego de 15 años, Kirchner vuelve a recurrir a un argumento similar al señalar al gobierno italiano como el nuevo culpable de nuestros males en la renegociación de la deuda. El nuevo argumento es que como hace 100 años atrás la Argentina tuvo una fuerte inmigración italiana, los italianos actuales deberían aceptar sin protestar una quita de la deuda. Trasladando la famosa frase de Pugliese, hoy Kirchner podría decir: “Los recibimos de corazón 100 años atrás y 100 años después nos contestaron con el bolsillo”.
Me imagino la cara del dentista italiano que tiene bonos argentinos defaulteados que forman parte de su futura jubilación mientras escucha semejante argumento. El tipo debe preguntarse: “¿Y qué tengo que ver yo con el italiano que hace 100 años atrás emigró a la Argentina?” Además de que hace 100 años atrás, la Argentina hacía una amplia campaña de publicidad para atraer gente de Europa para poblar la desierta pampa húmeda: la economía argentina necesitaba brazos para levantar las cosechas y había inmigrantes golondrina que venían por unos meses a nuestra tierra a trabajar y luego volvía a Italia y otros que directamente se quedaban en la Argentina a vivir porque los gobiernos de esos años había logrado establecer un marco institucional que incentivaba la inversión y el trabajo.
Algo parecido al dentista italiano debe preguntarse Berlusconi. El primer ministro italiano debe pensar: “Kirchner quiere quedar bien con sus votantes a costa del ahorro de mis votantes y pretende que yo no defienda a mis ciudadanos para que él gane votos”. En otras palabras, debe estar pesando Berlusconi: “Él quiere los beneficios de no pagar y que yo asuma el costo político de sus actos”.
Realmente, como argentino siento vergüenza de esta política de “limpiavidrios” que tenemos que soportar los argentinos de honor. Al igual que el limpiavidrios que está parado en un semáforo y que un poco patoteando y un poco mendigando pide una monedita al conductor, nosotros aparecemos en el mundo patoteando a cuanto gobierno y organismo internacional de crédito existe, pero, al mismo tiempo, mendigamos ayuda.
De la misma forma que los adolescentes que pretenden que los padres los mantengan, pero exigen que los dejen hacer lo que se les dé la gana sin ningún tipo de condicionamientos ni restricciones, el gobierno argentino aparece ante el mundo como si estuviera representando a un país poblado de inmaduros que no saben qué hacer con su destino, que no quieren asumir las responsabilidades que les corresponden, pero que se sienten con el derecho de vivir a costa de los otros.
El mundo tiene que saber que la Argentina no está totalmente poblada de irresponsables y de gente sin honor que se cree con derecho a que otros los mantengan.
Muchos argentinos estamos deseando que se termine esta larga noche de populismo barato, de palabras sin contenido, de mujeres y niños revolviendo los tachos de basura para encontrar algo que puedan vender, de limpiavidrios sin más futuro en el horizonte que el de las monedas que puedan conseguir al final del día. Muchos argentinos queremos un país con seriedad institucional, con reglas de juego que premien el trabajo, la inteligencia, el estudio y la iniciativa. Con gente que a fin de mes pueda llegar a su casa y, con el sueldo que se ganó, alimentar y mantener a su familia, en vez de depender del puntero de turno para que le tire un sándwich de mortadela con tal de que lo vote en la interna o que concurra a tal o cual acto político.
El problema que tenemos los argentinos que queremos vivir con honor y en un país que sea respetado en el mundo es que, por ahora, el populismo y el falso nacionalismo han logrado anestesiar a buena parte de la población y, por esa causa, la sinrazón nos viene ganando por goleada, haciendo que el país aparezca ante el mundo como un circo lleno de payasos que ni siquiera saben hacer las piruetas que hagan reír a la gente. © www.economiaparatodos.com.ar |