La reestructuración de la deuda pública impaga por 81.800 millones de dólares ingresó en su etapa decisiva. A pesar del reciente aplazamiento para lanzar la oferta, los analistas vaticinan que el nivel de adhesión no se resentirá: tendrá un piso de 60% y un techo de 80%. Tal escenario (de éxito), según estima el Gobierno, despejaría la incertidumbre sobre el futuro económico del país y permitiría modificar la actual agenda local hacia otra signada por el crecimiento y el desarrollo. Sin embargo, ¿esta propuesta de canje allana el camino en el largo plazo? ¿Los supuestos que utilizó el Gobierno para confeccionar la oferta son cumplibles?
“Este es un buen arreglo de corto plazo, un pésimo arreglo de largo plazo. Un acreedor lo que no se cobra de capital, eventualmente lo recupera vía intereses o en el descuento de un flujo”, asevera el vicepresidente de Silver Cloud Advisors, Claudio Zuchovicki, que pone como ejemplo el alto rendimiento que devenga la deuda posdefault argentina contra otro papel similar de Uruguay. La diferencia entre los dos títulos refleja el costo actual que tendría cada país si tuviera que reprogramar. “Ese es el verdadero riesgo país. Si no pagar fuera lo mismo que pagar, ¿para qué pago?”, dice.
Por su parte, el ex subsecretario de Financiamiento, Miguel Kiguel, consideró que la propuesta argentina es “contablemente sustentable”, aunque se necesitará recrear un mercado de capitales similar al que tiene Brasil para obtener fondos.
Los supuestos macroeconómicos que utiliza la administración Kirchner para avalar el canje producen inquietud entre los economistas. Algunos fueron expuestos por el ministro de Economía, Roberto Lavagna, en el 40° Coloquio de IDEA como pilares del crecimiento: el nivel de superávit fiscal primario y el dólar alto. El primero es, quizá, el que más controversia despierta, ya que se estaría comprometiendo un ahorro inédito en la historia argentina. El país destinaría el 2,7% del PBI a pagar deuda durante seis años (del 2005 al 2011), cifra que luego se achica (una décima por año) hasta equilibrarse en torno al 2%.
“Asumir que se puede tener estos niveles de superávit fiscal sin afectar al gasto social y que esto será indoloro, es un supuesto muy fuerte”, remarca el presidente de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), Héctor Valle, que también cree necesaria una reforma impositiva progresista, porque las retenciones dejarán de “alimentar” las arcas del fisco cuando caigan los precios de las commodities.
Asimismo, Zuchovicki alertó que el superávit es insostenible porque “va a haber que aumentar salarios” para impulsar el consumo que “es la fuente de crecimiento de los países desarrollados”. En tanto, Kiguel señaló que el gobierno “va a tener superávit importantes en el tiempo, sostenido por políticas fiscales y monetarias prudentes”, aunque “no todo será color de rosa” debido al no tan positivo contexto internacional a futuro.
La segunda condición que esgrimió Lavagna para crecer vigorosamente fue un tipo de cambio “competitivo”. Un factor que incidiría en esta variable –apreciando al peso- es el eventual ingreso de capitales. Aunque no se prevé una oleada de fondos, sí podrían entrar divisas para financiar proyectos que aseguren alta rentabilidad. “Ya lo hicieron (los empresarios) tentados con tarifas de servicios congeladas, salarios miserables y una protección infinita por la devaluación, más la pesificación de sus deudas”, recuerda Valle. Tanto los analistas como el Gobierno creen que habrá ingreso de capitales de corto plazo en busca de liquidez, aunque se descuenta que Lavagna aplicará el ya utilizado control de capitales especulativos.
¿El dólar alto impulsará las exportaciones? Valle, que concuerda con la actual paridad 3 a 1, sostiene que es imprescindible fomentar un modelo exportador que, a pesar de la devaluación, no se concretó. Tampoco el analista de Silver Cloud cree que la Argentina se haya convertido en un país pro exportador, al considerar que si bien el tipo de cambio juega a favor, los impuestos y el costo financiero (el acceso) actúan en contra. Con todo, el “boom” de las exportaciones se dio por el aumento de los precios y no por la cantidad vendida.
La relación del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no deja de ser una incógnita a la hora de analizar la propuesta de canje, ya que Economía asume como cierta la refinanciación del capital adeudado con el organismo. Es más, según una investigación sobre la deuda realizada por los economistas Jorge Schvarzer y Hernán Finkelstein, el éxito o fracaso de la reestructuración depende mucho más de la política del Fondo que de las decisiones del gobierno o incluso de los acreedores. Los autores sostienen que si el FMI no está dispuesto a refinanciar vencimientos a largo plazo, los bonistas no tendrían por qué hacerlo.
Para Valle, la estrategia que debería encarar el Gobierno es la de rescatar parte del pasivo con el Fondo para ir “despegándose” del organismo. “Al ser (el FMI) parte del problema hay que sacarlo del medio”, señala. En tanto, Zuchovicki considera que el organismo “se equivocó y mucho con la Argentina, es un brazo económico y político, nada más”, y lo comparó con la auditora Arthur Andersen (encargada de verificar los balances de la quebrada Enron) al afirmar: “Podrá auditar y decir lo que quiera en sus informes, pero perdió respeto en todo el mundo”. La estrategia del organismo, de todas formas, será continuar disminuyendo su exposición crediticia con el país (alrededor de 15 mil millones de dólares).
La deuda pública total argentina luego del canje rondaría los 130 mil millones de dólares, equivalente al 90% del PBI. El ratio será aún mayor al registrado antes del default y la devaluación (57%), aunque parte de los pasivos posreestructuración estarán pesificados y a más plazo. Sea como fuere, el stock de deuda seguirá condicionando la política económica.
¿Y el crecimiento? Luego del rebote de 2003 (8,7%), Kiguel pronostica para este año un incremento de 7,5%, mientras que Valle augura una suba de 6% para 2005. Con todo, la clave pasará por el largo plazo, en cuyo escenario deberán converger dos cuestiones imprescindibles para vislumbrar el panorama futuro de la Argentina: crecimiento a altas tasas durante décadas, no sólo para hacer “sustentable” la propuesta de la deuda, sino para disminuir los índices de desempleo y pobreza. © www.economiaparatodos.com.ar
Leandro Gabin es periodista egresado de TEA y actualmente se encuentra cursando un Posgrado en Periodismo Económico en la Universidad de Buenos Aires. |