Dante Alighieri, en la Divina Comedia, nos describe poéticamente el espejo de la vida humana, que por siglos permanece inmutable porque así es la esencia del hombre. En esa grandiosa obra, señala que “el peor mal de las naciones es la confusión de las ideas”. Pero más de un milenio antes, Confucio, filósofo chino que enseñó a los hombres a vivir conforme con las virtudes naturales, había escrito otra frase que complementa maravillosamente la del Dante: “cuando decae el pensamiento y el gobernante tiene confusión de ideas, no se podrá impedir la decadencia de la sociedad”.
Haga usted, apreciado lector, un esfuerzo de memoria y comparación. Recuerde cuánto tiempo hace que nuestros gobernantes tienen ideas confusas, que reiteran insensatamente los mismos errores y, para peor, que no buscan enmendarse. Entonces terminará dándole la razón a Dante Alighieri y a Confucio porque vivimos en un país con ideas confundidas y giramos alrededor de una noria creyendo que marchamos hacia adelante.
A pesar de que hemos vivido por cincuenta años dentro de la inflación, soportado dos hiperinflaciones y tenido la experiencia de diez años de estabilidad sin controles de precios, hoy el Gobierno tiene una enorme confusión en materia de inflación.
Como el fantasma ha reaparecido, todos se lavan las manos y se dedican a echarles la culpa a los demás por los propios errores. Los gremialistas rechazan el diagnóstico de que la inflación es causada por la presión salvaje de mayores salarios debido a que no quieren cargar con la culpa de la inflación. El Gobierno, por su parte, rechaza el diagnóstico de que está causada por su política de “elecciones felices”, puesto que esa explicación va en contra de la política electoralista para estimular el consumo, tonificar el mercado interno y conseguir mayor cantidad de votos. Los sindicatos y el Gobierno desean que la demanda efectiva se eleve con velocidad suficiente para permitir una mayor ocupación con tasas de salarios que aumenten rápidamente, pero al mismo tiempo no quieren que se aumenten los precios. Así, crean un atolladero del que tratan de escapar culpando de la inflación a los grupos económicos que llaman “formadores de precios”. Pero las cosas no le resultan tal como pretende el voluntarismo político.
Fritz Machlup, prestigioso economista de la escuela austríaca, en su libro sobre “Semántica económica” nos ayuda a aclarar estas confusas ideas y señala que es torpe emplear el término inflación para indicar un aumento de precios al consumidor o de precios mayoristas porque, si hay inflación “latente o reprimida”, ésta no se mostrará en ninguno de esos índices.
Entonces, recomienda utilizar siempre la palabra inflación acompañada por un término modificador que nos diga exactamente qué es lo que se está inflando: los sueldos, el consumo, la inversión, el precio de los inmuebles, el valor del dólar, los impuestos, los insumos importados, los productos alimenticios, la tasa de interés, etcétera. Así desaparecerían las ideas confusas y nos daríamos cuenta de si hablamos de la misma cosa o de temas diferentes. La discusión sobre a quién hay que echarle la culpa por el aumento de precios, perdería importancia.
Para utilizar el estudio sobre el significado de las palabras y los problemas relacionados con la verdad o falsedad de sus proposiciones, debemos recurrir a las nociones fundamentales de la filosofía tradicional que, entre otras, distingue dos tipos de causas: a) la causa formal y b) la causa material. Causa formal es aquella forma intrínseca o apariencia que adopta la inflación y que produce un efecto de aumento, incremento, suba o elevación de una magnitud económica. En cambio, la causa material es la materia de que está hecha la inflación, es decir aquella cosa que la hace posible y sin la cual no se podría producir.
Veamos cuáles son algunas de causas formales que hoy tenemos.
1. INFLACIÓN DE SALARIOS (aumentos masivos de salarios por decreto o por salvajes presiones sindicales), 2. INFLACIÓN IMPOSITIVA (suba de impuestos o modificaciones en su aplicación al dejar de ser tomados como pagos a cuenta de otros impuestos), 3. INFLACIÓN FISCAL (incremento de los gastos públicos y generación de un déficit fiscal), 4. INFLACIÓN CAMBIARIA (afluencia de una corriente de divisas que el Banco Central cambia por moneda nacional, lo que aumenta así el volumen de dinero), 5. INFLACIÓN ESTRUCTURAL (cláusulas de enganches salariales o disposiciones que obligan hacer ajustes automáticos), 6. INFLACIÓN ESTACIONAL (ocasionada por cambios de estaciones o feriados tradicionales), 7. INFLACIÓN LATENTE O REPRIMIDA (controles de precios y salarios que bloquean una presión inflacionaria que no puede traducirse en aumentos de precios), 8. INFLACIÓN DE DEMANDA (subsidios otorgados sin contraprestación con el fin de mantener un alto nivel de consumo popular o impedir aumentos de tarifas), 9. INFLACIÓN DE OFERTA (entrega legal de mercados cautivos a determinados oferentes que no tienen competencia interna ni internacional), 10. INFLACIÓN IMPORTADA (encarecimiento de insumos necesarios para la producción local como consecuencia de alzas de precios internacionales).
Cualesquiera de estas causas formales de inflación pueden presentarse en la economía nacional, pero si no existe una causa material concordante es imposible que la inflación se inicie o que, una vez desatada, pueda subsistir después de un pequeño tiempo.
La causa material común a todas las inflaciones es la cantidad y calidad del dinero que entra en circulación y es puesto a disposición del público. Cuando el Banco Central aumenta la cantidad de moneda en circulación, ciertos grupos o funcionarios disponen de más dinero para gastar y ofrecer a cambio de bienes o servicios. Si la producción de mercaderías o la oferta de servicios no aumenta porque el Gobierno adoptó un modelo intervencionista, o porque no existe un clima de negocios, o el mercado interno está cerrado y limitado a empresas radicadas en el país, no existirán incentivos para la inversión y la producción no aumentará en la proporción en que aumenta la circulación monetaria.
Entonces subirán los precios de las mercaderías porque cada peso pierde individualmente valor, ya que hay cada vez más cantidad de moneda. El precio es la relación de cambio entre el dinero y la unidad de mercadería. Si la gente tiene más pesos, les otorgará menor valor y entonces las mercaderías aumentarán de precio, no porque sean más escasas que antes sino porque los pesos abundan más.
De allí que para saber qué es y quiénes causan la inflación hay que hablar de inflaciones y luego advertir que cualquier emisión monetaria, asignada a operadores económicos públicos o privados sin obligación de contraprestación, provoca inexorables aumentos de precios en un período comprendido entre 7 y 9 meses, casi el mismo término que necesita la gestación de un ser humano. © www.economiaparatodos.com.ar
Antonio Margariti es economista y autor del libro “Impuestos y pobreza. Un cambio copernicano en el sistema impositivo para que todos podamos vivir dignamente”, editado por la Fundación Libertad de Rosario. |