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lunes 16 de octubre de 2006

El terrorismo de Estado no elimina la escasez

La prepotencia y el patoterismo contra empresarios y productores no conseguirán resolver los problemas de falta de productos y el aumento sostenido de los precios.

La política económica que está siguiendo el Gobierno es cada vez menos sofisticada, si es que alguna vez tuvo algún grado de sofisticación. Lo que se observa es un creciente nerviosismo en los funcionarios públicos y un alto grado de primitivismo al momento de formular propuestas para resolver los problemas económicos que el mismo Gobierno está generado y tienden a escapárseles de las manos.

Por ejemplo, la amenaza de poner presos a ejecutivos de empresas para obligarlos a abastecer el mercado operando a pérdida implica recurrir a la fuerza bruta para enfrentar los problemas económicos en vez de utilizar la ciencia. Utilizar la ciencia implica preguntarse, entre otras cosas, por qué falta gasoil y cuál es la medida más adecuada para que el gasoil fluya en el mercado sin inconvenientes. Los actuales funcionarios podrían preguntarse por qué en los 90 no faltaba gasoil y ahora éste no alcanza para abastecer al mercado interno. ¿Por qué en esos odiados 90 el mercado estaba bien abastecido de gasoil, carne, trigo, ropa u otros productos que ahora escasean o suben permanentemente de precio?

Los actuales funcionarios que, para resolver los problemas, parecen ser más proclives a usar el músculo en vez del cerebro tienen que preguntarse si, efectivamente, hay una conjura contra la Argentina o contra el actual Gobierno. Digo esto porque uno ve que un día el Gobierno tiene problemas con los productores de carne, otro día con los de trigo, a la semana siguiente están complicados con el precio de los alquileres, después tiene dificultades con la tasa de interés para los créditos hipotecarios, luego con el gasoil, los lácteos y, enseguida, con la indumentaria. Es decir, todo el tiempo hay algún sector que, supuestamente, quiere atentar contra el bolsillo de la gente o la estabilidad económica.

Como lo he señalado en infinidad de oportunidades, cuando uno ve que el Gobierno se pelea con todos los sectores de la economía llega a la conclusión de que o los funcionarios tienen una muy baja preparación en materia económica, o están haciendo el juego del tero. Es decir, hacen ruido en un lado para distraer la atención de la gente mientras arman el lío por otro lado. ¿Qué significa esto? Que aquí no hay ninguna conjura contra el Gobierno o los argentinos como pretende venderse. Acá hay un objetivo político que es reunir plata para disciplinar a los intendentes, gobernadores, senadores y diputados. Esa plata proviene, entre otros impuestos, de los derechos de exportación que sólo pueden ser aplicados con un tipo de cambio artificialmente alto. Y ese tipo de cambio artificialmente alto sólo es sostenible con emisión monetaria, es decir, aplicando crecientes dosis del impuesto inflacionario. Es obvio que el Gobierno no va a reconocer que él es el responsable del aumento generalizado de precios y, practicando su deporte predilecto, saldrá a la caza de supuestos enemigos de la patria que hay que denunciar públicamente. Así, se quita el problema y la responsabilidad de encima inventando enemigos.

Todo esto demuestra que, una vez más, una parte de la dirigencia política argentina está recurriendo al viejo sistema de enfrentar a la sociedad diciendo que la pobreza de unos es el resultado de la riqueza de otros. Son incapaces de ver a la economía como un sistema de cooperación pacífica y voluntaria. Para los progres y populistas, el sistema económico necesariamente lleva a un enfrentamiento entre compradores y vendedores, entre empresarios y trabajadores, entre funcionarios públicos “benévolos” y contribuyentes “egoístas”. Para ellos, todo es enfrentamiento, odios, resentimientos. Es como si no pudieran vivir un momento sin generar algún tipo de conflicto dentro de la sociedad. Las peleas entre argentinos son, para ellos, como al aire que respiran. Si no consiguen que haya enfrentamientos entre diferentes sectores, los inventan porque no pueden respirar sin la existencia de un conflicto.

En la cabeza de los progres y populistas no cabe la idea de pensar que en todo intercambio ambas partes ganan. El que vende porque valora más el dinero que recibe que la mercadería que entrega, y el que compra porque valora más la mercadería que recibe que el dinero que entrega. Esta posibilidad de cooperación pacífica y voluntaria es impensable para progres y populistas, con lo cual le hacen un terrible daño al país y a su gente, pero, particularmente, a los sectores más humildes de la sociedad. El ejemplo más claro se ve en el mercado de créditos.

En efecto, en nuestro país hay una larga tradición por la cual el que debe dinero es una víctima y el que presta es un criminal. Esta visión ha llevado a que, por lo menos en los últimos 30 años, quienes tomaron dinero prestado siempre salieran ganando. En 1975, cuando se produjo el Rodrigazo, quienes debían pesos terminaron pagando monedas y quienes tenían que cobrar sus créditos vieron licuados sus activos. En 1982, se estatizó la deuda privada. En 1989, la hiperinflación licuó deudas en forma fenomenal y, en 2002, la pesificación a costa de los ahorristas fue el invento de Duhalde. ¿Qué se ha conseguido con esta política? Además de generar impresionantes transferencias patrimoniales, el resultado fue la evaporación el mercado de capitales. La gente no ahorra en la Argentina porque sabe que, en algún momento, sus ahorros serán confiscados para beneficiar a los deudores. El resultado es que hoy no existen créditos a largo plazo a tasas pagables. No hay un mercado de capitales que financie la inversión y todos sabemos que sin crédito de largo plazo es imposible sostener el crecimiento. Esta idea de creer que el que debe es víctima y el que presta es un salvaje lo único que ha conseguido es que los argentinos ahorren en el exterior, financiando la inversión y el consumo de los países desarrollados.

Este ejemplo de los “buenos” y los “malos” en el mercado crediticio se extiende al resto de la economía y, entonces, para los progres y populistas el Estado tiene que regular las ganancias de las empresas, controlar sus costos, “acordar” los precios de venta y demás medidas intervencionistas.

Con esta retrógrada visión, algunos funcionarios se creen que haciendo el papel del “macho del barrio” van a lograr establecer una estructura de precios relativos que incentive la inversión y mejore la distribución del ingreso. Creen que la prepotencia es la fuente que elimina la escasez. Error: así como el ahorrista se cansa de ser siempre el perdedor, con lo cual nos quedamos sin mercado de capitales que financie nuestro crecimiento, el patoterismo económico está consiguiendo que los que tienen dos dedos de frente terminen invirtiendo en otros país, lo que compromete nuestro crecimiento y asegura bajos salarios y más pobreza. ¿Por qué invertir en la Argentina si mis utilidades van a depender del capricho y la prepotencia del funcionario de turno?

Si alguien cree que aplicando el terrorismo de Estado va a conseguir inversiones y crecimiento, se equivoca largo. Los nazis pueden dar testimonio de los efectos perversos que genera en la economía la utilización del monopolio de la fuerza para intentar eliminar la escasez. © www.economiaparatodos.com.ar

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