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lunes 6 de noviembre de 2006

Vano esfuerzo por desmentir un futuro “Rodrigazo”

A pesar de que son muchos quienes se empeñan en negar que el actual rumbo económico está haciendo agua por todos los costados, los mismos argumentos que utilizan para defender esta causa perdida confirman que el ajuste de los precios relativos puede ocurrir en el corto plazo.

En varias oportunidades afirmé que la actual distorsión de precios relativos, junto con la sostenida expansión monetaria para sostener el tipo de cambio en los $ 3,10, finalmente conducirán a un fuerte ajuste de precios relativos. Para ilustrar esa potencial situación, he dicho que, de continuar en esta línea de emisión monetaria más los crecientes controles de precios, terminaremos en una especie de “Rodrigazo”, aquel violento cambio de precios relativo que implementó Celestino Rodrigo en 1975 para corregir los disparates económicos que había llevado a cabo José Ber Gelbard sin implementar una sola reforma estructural.

Durante este fin de semana, me encontré con una nota en La Nación de un economista que, intentando refutar otro artículo mío publicado en el mismo medio el fin de semana anterior, dice que la actual situación económica no tiene ninguna relación con lo que ocurría en 1974 y 1975.

Para desmentir mi visión de que vamos hacia un fuerte reacomodamiento de precios relativos, sostiene este economista –quien participó de los fracasados gobiernos peronistas y radicales– que, antes del “Rodrigazo2, la crisis empezó a hacerse evidente a mediados de 1975, cuando los acuerdos de precios y salarios, que eran el núcleo del plan social, habían sido desbordados por el comportamiento de las empresas y de los sindicatos. Si ésta es la primera gran diferencia que puede marcar respecto al presente, la verdad es que ese argumento no hace más que confirmar mi visión sobre el futuro de este plan económico. Cuando veo a Kirchner corriendo atrás de los precios del bife de chorizo, de la indumentaria o del trigo y cediendo ante la constante extorsión de Moyano para mantener la “paz” social (salvo en San Vicente), no puedo menos que confirmar que, al igual que en 1975 y en tantas otras oportunidades, hoy estamos asistiendo a una puja por la distribución del ingreso. Es más, si no existiera esa puja, no se explicaría la existencia de un Moreno tratando de amedrentar a todo aquel empresario que pretenda subir los precios de su productos. Sólo tiene sentido una política de precios tipo nazi o KGB cuando existe una puja por la distribución del ingreso. Bajo un sistema capitalista, los aumentos de precios de algunos productos se resuelven con más competencia derivada de nuevas inversiones. Ése es el sistema que utilizan las sociedades civilizadas para resolver las cuestiones económicas. En cambio, en las sociedades que todavía se manejan con la barbarie, se cree que la suba de los precios puede resolverse poniendo un revolver sobre la mesa, a los insultos y pateando escritorios.

En segundo lugar, para tratar de diferenciar la actual situación económica de la de 1975, el columnista asegura que la muerte de Perón eliminó la posibilidad de reconstruir la política de precios y salarios. Semejante afirmación también me lleva a confirmar mi visión sobre el futuro de los precios relativos. Es que si muerto Perón no había posibilidad de contener la política de precios y salarios quiere decir que, en ese momento, al igual que ahora, el país dependía de una persona para contener la inflación (toda un hallazgo en materia de teoría económica) o, para decirlo de una forma más concreta, en 1975 no había instituciones que rigieran el destino de largo plazo del país. Algo exactamente igual a lo que ocurre actualmente, dado que la tasa de inflación depende la prepotencia que se le imprima a la política de precios y no de la disciplina monetaria.

En tercer lugar, el economista afirma que las líneas que dividían al peronismo eran un obstáculo insalvable. Veamos: si en 1975 terminamos en el “Rodrigazo” porque, entre otras causas, el peronismo estaba dividido, entonces hoy vamos de cabeza a otro “Rodrigazo” porque, al igual que en 1975, el peronismo está recontra-dividido. ¿No se enteró este economista de lo que ocurrió en Misiones? ¿No sabe que hasta los mismos kirchneristas ya no toleran la prepotencia de su jefe? ¿No ha hecho Kirchner lo imposible por volver a dividir a la sociedad, incluido al peronismo, desplegando un amplio abanico de rencores y odios al igual que en los 70?

En cuarto lugar, sostiene este hombre que el gobierno peronista de los 70 fue incapaz de imponer un control presupuestario. ¿Habrá revisado la evolución del gasto público de la administración Kirchner para marcar este punto como una gran diferencia con los 70? Y que no me vengan con el tema del actual superávit fiscal, porque ese superávit se evaporaría inmediatamente si el gobierno dejara de emitir para sostener el dólar en $ 3,10 para poder aplicar las retenciones. En otros términos, hoy el Estado tiene cierto nivel de recaudación porque aplica dosis crecientes del impuesto inflacionario para poder mantener las retenciones sosteniendo artificialmente alto el tipo de cambio.

Además, cualquier economista medianamente informado sabe que la causa de expansión monetaria puede ser por tres razones: a) sector público, b) sistema financiero y c) políticas cambiarias y de tasas de interés. El punto que tiene que tener en claro el economista es saber si la emisión monetaria, por cualquiera de las tres razones, tiene como contrapartida un incremento de la demanda de moneda y un aumento también acorde de la oferta de bienes y servicios. ¿O ahora nos van a vender el argumento de que si el Banco Central emite moneda para comprar dólares esa expansión monetaria no genera inflación?

Finalmente, para reafirmar mi convicción de lo mal que vamos en materia de precios, dice este economista –quien, vuelvo a recordarles, formó parte del fracasado gobierno de Alfonsín– que en las empresas estatales que vendían bienes y servicios había retrasos de precios y tarifas. ¿Y hoy que ocurre? No veo grandes diferencias entre la década del 70 y la actualidad dado que antes las pérdidas de las empresas estatales eran cubiertas por el tesoro. Ahora, las empresas privadas cubren sus atrasos de precios y tarifas también con subsidios del tesoro igual que en los 70 (ejemplo, subsidio al transporte público) y financian los retrasos tarifarios consumiendo su stock de capital igual que en los 70.

En definitiva, entiendo que los defensores del modelo kirchnerista hagan sus mejores esfuerzos por tratar de diferenciarse del peronismo de los 70, pero, lamentablemente, en ese intento por diferenciarse no hacen más que confirmar las similitudes de ambos períodos: distorsión de precios relativos, retrasos tarifarios, lucha por la distribución del ingreso y, sobre todo, un ambiente de odios, resentimientos y venganzas disfrazados de supuesta justicia. © www.economiaparatodos.com.ar

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