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jueves 3 de mayo de 2007

Avatares de la separación

La disolución de la pareja conyugal provoca, cada vez con más frecuencia, el surgimiento de conflictos entre sus ex integrantes que les hacen abandonar su función parental y afectan a los hijos, quienes sufren por la disolución del núcleo familiar y, también, por las peleas entre sus padres.

En la tarea cotidiana como psicóloga, una está acostumbrada a escuchar y a trabajar a partir de los síntomas y de las situaciones conflictivas que los provocan, con la intención de acercar una posible disolución de los mismos.

Cuando una aborda la actividad desde una mirada vincular, a través de la cual se sostiene que un sujeto lo es en función de la presencia de otro a partir del cual se constituye, valora entonces, de manera enfática, también ese espacio inter-subjetivo que se establece.

En épocas actuales, de cambios vertiginosos en cuanto a las características de las familias que llegan a la consulta, se observan cada vez con mayor frecuencia en parejas que se han separado situaciones de conflicto que pareciera tienden a eternizarse y a no encontrar una salida satisfactoria para los integrantes de la ex pareja conyugal, aún pareja parental, como así tampoco para los hijos, por quienes en el mejor de los casos pueden solicitar la ayuda profesional.

Dentro de este contexto, me asombra el contenido manifiesto que se expresa explícitamente en conflictivas económico- materiales entre la ex pareja conyugal, en las que se libra una batalla que afecta directamente al o los menores y que, en muchos casos, además, es abierta a la presencia y escucha directa de los hijos.

Niños o adolescentes que deben hacerse cargo de pedirle al papá que deposite el dinero de la cuota de alimentos por pedido de su mamá, quien ya se agotó de reclamar o que no desea volver a enfrentar a ese hombre, el padre de sus hijos. Hijos que tienen que escuchar que el padre le diga a su mamá que no gaste…Situaciones infinitas, en donde se infiere que originariamente no debe tratarse de una situación económica (ya que muchas veces no hay problemas de falta de dinero), pero que gana este terreno para disputarse una lucha.

¿Tendrá esto que ver con ese trabajo arduo que se lleva a cabo en un proceso de duelo? ¿Podría esto ser pensado como un duelo patológico en el cual se repiten una y otra vez los reproches mutuos?

¿Se podría relacionar con la necesidad de entender esta situación traumática que provoca la caída del ideal de indisolubilidad depositada en la pareja y que tanto dolor provoca?

¿Se trata de aún no poder desvincularse del otro como pareja conyugal e insistir en encuentros que son por demás hostiles? ¿Se trata de insistir en este desacuerdo como un intento de reafirmar la no complementariedad que en otros tiempos los sostenía en la ilusión de ser uno?

Es así, entonces, que esta ex pareja conyugal sumida en su propio duelo resigna en parte su función como pareja parental (función que los une para siempre). Esta situación, que puede ser pensada también como un abandono, obliga muchas veces al menor a ubicarse en el lugar de autoabastecido, de niño adultiforme; ya que como los padres no pueden soportar la pérdida del amparo, la seguridad y la ilusión que les daba el matrimonio, tampoco pueden brindarles esto a sus hijos.

De esta manera, se pierde el lugar del hijo, como niño, como adolescente, quien además de estar haciendo el duelo por la pérdida de una situación familiar nuclear y a quien también le tambalea el sentimiento de pertenencia, debe ser sometido a cuestiones de adultos que deberían dirimirse de otra manera, en otros términos, en la instancia judicial, en el consultorio de un analista…© www.economiaparatodos.com.ar

La licenciada María Elena Prenafeta es miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres ( www.proyectopadres.org.

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