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jueves 5 de julio de 2007

Ni sub ni sobrevaluación: equilibrio

Un sistema de libre flotación de la moneda, que resulta de la libre acción de la oferta y la demanda, permite alcanzar un tipo de cambio de equilibrio que evita los problemas de la sobrevaluación o subvaluación del signo monetario.

Algunos economistas han publicado en los últimos meses diversas notas relacionadas con los peligros que ocasionaría al país y la economía regresar a una sobrevaluación de nuestra moneda. Evidentemente, la preocupación nace de la situación que se vive hoy en el Mercado Único y Libre de Cambios, donde la oferta de divisas supera con amplitud a la demanda, lo que obliga al Banco Central a salir diariamente a defender, no precisamente a nuestra moneda, sino al dólar estadounidense, para que su valor no se derrumbe frente a la fortaleza creciente del peso argentino.

La política del Gobierno, basada en falsas argumentaciones, es la de sostener un “dólar alto” porque, en realidad, lo que se persigue es recaudar más a través de los impuestos a la exportación y al cheque. También fueron necesarios novedosos artilugios y manipulaciones para que nuestro peso, en lugar de buscar su equilibrio en el mundo civilizado, siga el sinuoso camino que lo obligan a transitar quienes hacen gala, en ese sentido, de un voluntarismo sórdido y aislacionista.

Llama la atención, entonces, que no se opine ni se muestre preocupación por los defectos y problemas que tiene y provoca la subvaluación de la moneda, con sus secuelas de bajos salarios, aumento de la inflación, recesión, disminución de los incentivos para que las empresas aumenten su eficiencia y competitividad, alto costo para aumentar las reservas internacionales y, si no se toman las medidas apropiadas a tiempo, un deterioro económico generalizado. La década del 80, cuando reinó en Latinoamérica el dirigismo, el mercantilismo y el populismo, es un claro ejemplo para no repetir.

Por otra parte, hay que recordar que el tema de las “devaluaciones competitivas” ya fue suficientemente probado y fuertemente debatido en la década del 70, siendo los Estados Unidos quienes lideraron la propuesta de adoptar el régimen de flotación como el sistema que conduciría a la estabilidad. Pero, antes, tuvieron que lograr el consenso de los otros grandes países para que se impusiera el principio que fundamentaba la iniciativa: la estabilidad de las economías internas debía preceder a la estabilidad de los tipos de cambio.

En ese sentido, era imprescindible que se entendiera que la estabilidad de los precios de las divisas dependía más de condiciones internas estables en las economías nacionales que de cualquier compromiso internacional para mantenerlos artificialmente. En otras palabras, no era posible imponer la estabilidad cambiaria mediante un acuerdo internacional cuando las economías nacionales eran inestables y había inflación.

Sin bien hubo algunas exitosas experiencias al respecto, como el ALCA en América del Norte y el Mercado Común Europeo, la imposibilidad de lograr que todos los países acuerden una política común ha dado paso, durante los últimos años, a una homogeneización de facto de las políticas económicas de las naciones, que libremente se han ido incorporando al actual proceso de globalización.

Y esas políticas, basadas en la imperiosa necesidad de competir, han llevado a la mayoría de los países a coincidir en la implementación de las siguientes medidas: bajar la inflación, equilibrar las finanzas públicas, eliminar las barreras comerciales, otorgar autonomía a sus bancos centrales, reducir el gasto público, rebajar los impuestos, desregular sus economías, privatizar las empresas estatales y paraestatales, impulsar la competencia, fomentar el ahorro y la inversión e invertir en estructura física y capital humano.

Gracias a todo ello, hoy puede funcionar el sistema de flotación, con tipos de cambio que resultan de la libre acción de la oferta y la demanda. Cuando el mercado puede balancear esas dos corrientes opuestas, aparece el tipo de cambio de equilibrio. Al lograrlo, las exportaciones de bienes y servicios son exactamente iguales a las importaciones y al pago de intereses de la deuda externa.

Por eso, en un sistema de libre flotación de la moneda, la sobrevaluación o subvaluación son prácticamente imposibles, dado que el tipo de cambio de mercado es, por definición, el de equilibrio.

Consecuentemente, el Banco Central podría dedicarse a cumplir con su básica obligación de cuidar, realmente, el valor de nuestra moneda y comenzar a utilizar la tasa de interés como su principal arma monetaria, dejando a las fuerzas del mercado la responsabilidad de encontrar el tipo de cambio de equilibrio. De esta manera, la acción del ente rector en el mercado se circunscribirá sólo a obtener los fondos necesarios para pagar la deuda externa y mantener sus reservas internacionales dentro de límites normalmente aceptados.

Entonces sí, no habrá más ni sub ni sobrevaluación de nuestra moneda y el régimen de libre flotación de los tipos de cambio contribuirá al desarrollo y aumentará la eficiencia de los mercados financieros. El riesgo cambiario implícito obligará a las empresas a medir con exactitud su nivel de exposición y a tomar las medidas necesarias para eliminarlo o reducirlo a niveles aceptables. Paralelamente, debería haber menores presiones restrictivas sobre los flujos de capitales internacionales, que al buscar constantemente mayor renta permiten una asignación más eficiente de los recursos productivos a nivel mundial, lo que ayuda a maximizar los beneficios del comercio entre los países.

Mientras tanto, habrá que trabajar para lograr la estabilidad macroeconómica; recrear el mercado de cambios con un verdadero régimen de flotación administrada; llevar a cabo las reformas políticas y estructurales para el fortalecimiento de la democracia, la economía de mercado y el Estado de Derecho; respetar la autonomía del Banco Central y mantener las reservas internacionales suficientes para desalentar la especulación. Una vez logrado esto, tendremos un tipo de cambio equilibrado. No existe otra manera. © www.economiaparatodos.com.ar

José Alfredo Nogueira es corredor de cambio. Para comunicarse con él: josenogueira@fibertel.com.ar.

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