Ningún elogio infla tanto el ego del argentino como que le digan que es un “canchero”, un tipo que se las sabe todas y que, a fuerza de picardía y viveza, siempre queda como el “banana” de la película.
Adulaciones tales como “inteligente”, “trabajador”, “responsable”, “serio”, “previsor”, lo tienen sin cuidado. Nada lo excita tanto como quedar como un “canchero”, un sacador profesional de ventajas, porque ve lo que para otros permanece oculto.
Al contrario, nada lo deprime más que quedar como un tonto (si estuviera en un café utilizaría un argentinismo mucho más gráfico que empieza con “b”). Es más, prefiere ser un tonto pero disimularlo bien a no serlo y pasar por tal.
Se trata de un karma histórico que el ser nacional lleva marcado a fuego. Seguramente, algún psicólogo encontraría rápidamente en un profundo complejo de inseguridad, la causa de semejante propensión.
El espectáculo que dio el país y su gobierno la semana pasada durante la Cumbre de Presidentes de América ha sido francamente patético. En términos de los intereses del país, del nivel de vida de su gente y del prestigio internacional de la Argentina, la factura que se pagó con el sainete de Mar del Plata puede tener características realmente desastrosas para el país si no se completa una rápida recomposición de lo dicho y lo actuado en esas impresentables 30 horas de codeo con los jefes de Estado de todo el continente.
Vicente Fox, el presidente de México, no es Bush. Su persona y su partido pusieron punto final a 70 años de dictadura de partido único en México, cuando destronó al PRI del poder. Enfrentó, con una posición contradictoria a la de Bush, al presidente norteamericano cuando aquél se jugaba en la ONU la intervención en Irak para desplazar a Hussein. Sostiene posiciones disímiles a las de la administración republicana en lo que se refiere a la inmigración y a las políticas de frontera. Pero Fox fue el abanderado de una incomodidad que compartieron todos los presidentes razonables del hemisferio. Dijo cuando los periodistas lo entrevistaron: “Tenemos que concentrarnos en el esfuerzo, la seriedad, en el profesionalismo, en la resolución de los problemas. La gente tiene que estar bien informada, no por un futbolista o un premio Nobel de la Paz que señalan que América Latina se ha militarizado. ¿Dónde, pregunto yo? ¿Cuándo? Darle mala información a la gente, de forma demagógica y populista, buscando ventajas de lucimiento, no es la solución de los problemas. Yo, como presidente de México, vine aquí a actuar con seriedad y a poner a disposición la experiencia de mi país en materia de comercio.”
Fox no aplaudió el discurso inaugural de Kirchner. Canceló su reunión bilateral con él y no fue a la cena de gala del viernes por la noche. Prefirió ir a descansar a seguir poniendo la cara frente a sandeces.
Más temprano, harto de tanta mojigatería barata, había recurrido a la democrática aritmética: “Aquí somos 34 presidentes. Veintinueve estamos de acuerdo con seguir las negociaciones por el ALCA y cinco están en desacuerdo. Sigamos adelante sin esos cinco”. Contundente.
Tabaré Vázquez, el presidente uruguayo que acababa de firmar con los Estados Unidos un Acuerdo de Seguridades Financieras para Inversores Internacionales, amenazó con volver a Montevideo la noche del viernes. Avispado ya de que la izquierda puede ser útil para ganar el gobierno en países como los nuestros, pero que es inservible a la hora de enarbolar el romanticismo para gobernar, el oriental le había deslizado a Kirchner la idea de que atarse a Brasil en estas horas podía ser suicida.
La Argentina, que se ha caracterizado por tener gobiernos iletrados (que no saben leer el mundo) en momentos clave de su historia, no podía perder la oportunidad de perder otra oportunidad. Los socios del gobierno participaban junto a Maradona, Bonasso, Alicia Castro, Víctor Heredia y Hebe de Bonafini en la kermesse de Chávez en el Estadio Mundialista, bajo la imagen del Che Guevara. Los delincuentes de siempre rompían, saqueaban y robaban todo cuanto encontraban a su paso en la Avenida Colón. Romper, saquear y robar, las filo-ideas preferidas del socialismo. El intendente de Mar del Plata diciendo que si no fuera intendente estaría junto a Chávez. Kirchner que no lo decía pero que lo daba a entender en un discurso en línea con el del cabo bolivariano.
El ALCA está ya más vigente que muerto. Canadá, México, toda Centroamérica, Chile y la República Dominicana tienen tratados de libre comercio con los Estados Unidos. Perú, Colombia y Ecuador están en los umbrales de tenerlos. Esos países dicen frente a la tontería argentino-brasileña: “¿de qué hablan estos tipos?”.
Argentina y Brasil (porque no se puede hablar de MERCOSUR ya que Uruguay y Paraguay han dado muestras claras de que no quieren quedar presos de la obcecación y condenar a sus pueblos al aislamiento) dicen que no van a negociar el libre comercio en las Américas mientras Estados Unidos mantenga los subsidios agropecuarios.
Los Estados Unidos ya han adelantado que no tendrían inconvenientes en remover esas artificialidades en la medida en que Europa y Japón también lo hagan. Es la Unión Europea –el idolatrado horizonte azul de los argentinos- la abanderada de la desestabilización del libre comercio agrícola. Los subsidios norteamericanos son monedas en términos relativos cuando se los compara con los que el gobierno francés, por ejemplo, paga para que sus agricultores mantengan el “paisaje cultural de su campiña”. Pero, ¿quién es el cuco señalado? Bush. Es más simpático agarrárselas con el presidente del país que le niega la visa a Maradona que con la romántica nación de Sartre.
¿Y la gente común? Por lo pronto, que se prepare para quedar como aquello que exaspera a los argentinos: como tontos (b…..). Brasil tiene suficiente volumen y picardía verdadera como para arreglar sus cuitas por su cuenta cuando las papas quemen. La rebeldía sin causa de la Argentina no lo conmoverá ni le impedirá firmar lo que le convenga a su propia gente. En ese momento, miraremos a los costados y estaremos solos. Con la paupérrima imagen del que por envidia y odio incausado se queda colgado del pincel. Todos acomodados de acuerdo a sus conveniencias y la Argentina pataleando contra el Sistema Solar, echando culpas, en lugar de mirarse a sí misma.
Es probable que, en ese momento, la gente advierta la diferencia que hay entre las idioteces vacías comandadas por un futbolista que calza dos relojes de U$S 7.500 cada uno en sus muñecas y la vida cotidiana. Cuando no haya trabajo, cuando los demás estén incorporados a corrientes de comercio desarrollado y nosotros debatiéndonos en el aislamiento, es probable que preguntemos quién se hará responsable de semejante miseria. Maradona estará, a esa hora, fumando habanos en el Caribe a bordo de algún yate prestado y nosotros siendo testigos de las consecuencias de seguir las vociferías de tantas cabezas huecas. © www.economiaparatodos.com.ar |