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jueves 26 de octubre de 2006

Adolescentes insomnes

La seguidilla de fiestas de egresados que comienzan a realizarse a esta altura del año hace que muchos de los alumnos concurran a las escuelas sin dormir e incluso, a veces, en estado de ebriedad.

Decir que para realizar cualquier actividad hay que tener unas condiciones físicas y psicológicas básicas suena a perogrullada, pero parece que en la práctica esto no se tiene en cuenta en ámbitos familiares y educativos.

Hace un par de semanas que han comenzado las “fiestas de egresados”. Por alguna razón que ignoro –pero que supongo es “el mercado”–, éstas han adquirido determinadas características que, por lo visto, no pueden evitarse, aunque atentan contra la educación.

Lo primero es que deben ser en un boliche (cada zona tiene los de moda respectivos, los que necesariamente hay que utilizar). Y claro: los boliches no se alquilan para fiestas los fines de semana –que es cuando ganan plata– y, por lo tanto, estas fiestas deben realizarse en días hábiles.

En segundo lugar, no pueden realizarse en horarios razonables, habida cuenta de que al día siguiente hay que ir al colegio. Los egresados deben entrar triunfalmente a eso de la 1.30, luego de haberse reunido en algún lugar para llegar todos juntos, por lo que los finales nunca son antes de las 5.30 ó 6 de la mañana.

Como tercera medida, y al hacerlo en boliches donde entran 4.000 ó 5.000 personas, hay que invitar a media humanidad. Siendo muy generoso y suponiendo una promoción de egresados de 100 alumnos, ¿quién tiene 40 ó 50 amigos ajenos a la institución educativa para invitar? Para que la fiesta sea “divertida” –valor máximo que rige estos eventos– debe estar todo lleno, no importa con quién. Con lo cual se termina invitando a alumnos de una infinidad de colegios, no ya exclusivamente de quinto año (o tercero de Polimodal), sino de tercero (o primero de Polimodal) en adelante. Esto hace que en innumerables casos –no digo siempre, aunque lo pienso– muchos de los asistentes no conocen siquiera a alguno de los egresantes homenajeados, lo que con cierta frecuencia produce que se generen conflictos y riñas que no parecen ser parte de ningún festejo, y que si todos fueran conocidos posiblemente se evitarían.

Desde luego que una fiesta sin alcohol no es una fiesta, así que aunque por definición la inmensa mayoría de los asistentes son menores (alumnos de secundaria), las bebidas alcohólicas corren como si fueran agua mineral.

Para colmo, por algún motivo que ignoro, el número de inasistencias a clase viene creciendo con los años lenta pero inexorablemente, por lo que a esta altura del ciclo escolar hay muchos alumnos que se encuentran “sin faltas” (no porque no tengan inasistencias, como su nombre lo indicaría, sino porque con una sola “llegada tarde” se quedan libres).

Como combinación de estos factores, es habitual ver en las instituciones educativas a alumnos que van directamente al colegio desde la fiesta para no quedarse dormidos, en las condiciones en las que uno llega de este tipo de eventos.

Si alguien piensa honestamente que un chico de 16 años que no durmió en toda la noche un par de veces por semana durante un mes y medio puede aprender algo que razonablemente compense el esfuerzo que se hace por enseñarle, creo que se equivoca. Tengamos presente, también, que hacia fin de año es cuando los alumnos necesitan estar en mejores condiciones.

Sería una utopía solicitar que el Estado legisle al respecto (al margen, no entiendo por qué el Estado sí puede legislar a qué hora deben empezar o terminar los colegios y no puede hacer lo mismo con los bailables), pero creo que como padres o educadores deberíamos darnos cuenta de que esto en nada favorece el proceso educativo y sólo permitir que nuestros hijos asistan a un número razonable de fiestas de egresados. © www.economiaparatodos.com.ar

Federico Johansen es licenciado en Ciencias de la Educación (UBA) y miembro del equipo de profesionales de la Fundación Proyecto Padres.

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