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jueves 14 de abril de 2005

Alsogaray: hechos que suelen ignorarse

El autor rescata en este artículo algunos gestos de Álvaro Alsogaray –como su defensa de la ópera “Bomarzo” que Onganía había prohibido en el país– que muestran hasta qué punto fue un hombre comprometido con la libertad y el respeto de los derechos individuales.

Tenía 91 años y una admirable lucidez intelectual. Fue sin duda uno de los protagonistas de la política nacional de los últimos cincuenta años. Fundador de numerosas empresas comerciales, fue ministro durante el gobierno de la Revolución Libertadora, ministro de Economía de los presidentes Arturo Frondizi y José María Guido, embajador argentino en los Estados Unidos durante el gobierno militar de Juan Carlos Onganía, asesor del presidente Carlos Menem, fundador de tres partidos políticos y en dos ocasiones candidato a presidente de la República, diputado nacional durante cuatro períodos consecutivos, fue en sus comienzos una voz solitaria en la difusión de las ideas liberales, pero logró (aunque parcial y muy acotadamente) llevar sus pensamientos a la práctica: primero, con el presidente Frondizi, y luego, por las transformaciones estructurales que aconsejó al presidente Menem a partir de 1989.

Como bien lo recuerda Cachanosky, los cronistas progre se han cebado con anécdotas intrascendentes, entre ellas la emisión de los famosos bonos “9 de Julio”. También se le enrostraron sus participaciones en gobiernos militares, pero pocos recuerdan dos de sus actitudes políticas fundamentales: 1) fue uno de los pocos políticos que expresó públicamente su oposición al golpe militar de 1976; 2) fue el único político que condenó, por aventurera e irresponsable, la guerra de las Malvinas en pleno desembarco en las islas, lo cual le valió un juicio por traición a la patria.

Pero hay una tercera circunstancia que muy pocos argentinos conocen, reveladora de su independencia, de su valentía y de sus profundas convicciones liberales: siendo embajador del general Onganía en los Estados Unidos, promovió, gestionó e hizo representar en Nueva York la ópera “Bomarzo”, de Manuel Mujica Lainez y Alberto Ginastera, obra que su jefe, el general Onganía, había censurado y prohibido en la Argentina.

Como candidato a presidente por la Ucedé, llegó a obtener dos millones de votos, y como diputado nacional presidió un bloque que en su mejor momento reunió a once diputados liberales, muchos de los cuales, como Federico Clérici, Armando Ribas, Francisco Durañona y Vedia y Héctor Siracusano, entre otros, sobresalieron entre la mediocridad populista, con brillantes actuaciones parlamentarias.

Los que conocimos personalmente a Alsogaray sabemos hasta qué punto amaba la libertad humana y de qué manera inclaudicable se entregaba diariamente a su pasión por persuadir a la gente, a los militares y a los gobiernos civiles de que la libertad económica era la condición de la prosperidad.

Recuerdo que hace más de treinta años los pocos liberales de entonces nos sentíamos muy solos y angustiados por el destino incierto de nuestro país. Pero leíamos los artículos de Alsogaray en el diario La Prensa y recuperábamos el entusiasmo decaído. Para nosotros Alsogaray era como el faro que nos conducía en la oscuridad y nos sacaba del desaliento.

No es todavía el momento, pero el país (y también muchos liberales, que no lo quieren) le van a reconocer a Álvaro Alsogaray el enorme servicio intelectual que nos hizo a todos en su dilatada trayectoria pública. Se puede decir que gracias a él la Argentina recuperó el espíritu de Mayo y las ideas de Alberdi, eclipsadas durante tantos años por el autoritarismo, la demagogia y los mitos de las economías dirigidas. © www.economiaparatodos.com.ar



Enrique Arenz es escritor (www.enriquearenz.com.ar).




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