Las ferias de regateo en donde se consiguen pichinchas parecen extraídas de un paisaje de Marruecos o de Egipto, pero estamos en Andalucía, al sur de España, donde la cultura musulmana dejó su impronta. La convivencia pacífica entre judíos y musulmanes que se prolongó por ocho siglos hasta la llegada de los Reyes Católicos fue sumamente prolífica y facilitó el desarrollo de las artes y la ciencia. Con la reconquista, muchas mezquitas se transformaron en catedrales, los alcázares en palacios y los barrios judíos dejaron de existir. Hoy, las huellas de las tres grandes religiones se confunden en un único trazado que emerge claramente en varias ciudades de Andalucía. A la vera del río Guadalquivir despunta Sevilla, una ciudad que conserva varios edificios históricos pero que, al mismo tiempo, le ha sido fiel a la modernidad. La simbiosis cultural también se hace presente aquí, donde aún se yergue el Alcázar, declarado Patrimonio de la Humanidad. En verdad se trata de un conjunto de palacios de estilo mudéjar cuyos cimientos fueron puestos en 913 y al que luego se sumaron, con el correr de los años, otras formas y estilos. Sin embargo, el hilo conductor es el legado musulmán que se deja ver en los azulejos, en sus grandes arcos, delicadamente trabajados con filigranas de yeso, en sus techos con detalles casi imperceptibles a los ojos y en las paredes donde se aprecian algunos pasajes del Corán. Incontables salas que se suceden unas a otras y se abren hacia jardines siempre verdes y floridos, o bien a los patios internos engalanados con fuentes.
Para rememorar los tiempos medievales nada más apropiado que contratar un carro tirado por caballos y recorrer las calles de Sevilla hasta desembocar en otro imponente edificio: la Catedral y Giralda. Es un gigante que se abre en medio de la urbe con su impactante fisonomía gótica que se alza casi tocando el cielo y se expande cubriendo un área de 23.500 metros cuadrados. Si bien por sus líneas es inconfundiblemente un edificio cristiano, también lleva una huella musulmana en su Giralda, luego devenida en campanario, ya que desde 1148 a 1248 funcionó como mezquita.
Antes de perderse por el intricado ejido urbano, es imperdible una visita a la Plaza de España, con sus diversos edificios que recuerdan a los países que participaron de la Exposición Interamericana de 1929.
Estar en Andalucía y no visitar Granada puede entenderse como un pecado. La Alhambra es la postal más conocida de la ciudad. Palacio, ciudadela y fortaleza, residencia de los sultanes nazaríes y de altos funcionarios, servidores de la corte y soldados de elite, actualmente es un monumento de gran valor arquitectónico que vuelve a mostrar el estilo mudéjar. Sus cuatro áreas -los palacios, la zona militar o Alcazaba, la ciudad o Medina y la finca agraria del Generalife- están enmarcadas por zonas boscosas, jardines y huertas.
Para apreciar los valores arquitectónicos y paisajísticos de la Alhambra es aconsejable acercarse al barrio Albarracín o al Sacromonte. Desde ellos puede percibirse la espectacular relación de la Alhambra con el territorio y la ciudad de Granada.
Y finalmente el sol, infaltable en estas líneas. El Mediterráneo se asoma en el horizonte con su azul intenso y su oleaje suave. Las ciudades balnearias que se levantan frente al mar siguen creciendo al ritmo que les imponen los turistas que las visitan en cualquier época del año. Torremolinos, Málaga, Benalmádena y Marbella son las preferidas a la hora de abrirse al sol, aun cuando detrás de ellas se inflan un sinnúmero de pueblos que cuelgan sobre la montaña, los llamados “Pueblos Blancos”. Desde Torremolinos, por ejemplo, se puede tomar un bus siguiendo el dibujo de los cerros, para llegar a Mejías, uno de los tantos poblados que se mece en las alturas.
Marbella es la meca del mostrarse. Allí deambulan los millones en autos espectaculares, mujeres despampanantes y yates, anclados en el fascinante Puerto Banus.
Para llegar a estas maravillas las alternativas son muchas. Desde Madrid, el tren de alta velocidad (AVE) llega diariamente a Sevilla en dos horas y media. También es posible acceder por carretera -en un trayecto de 540 km- o con la opción aérea, ya que tanto Málaga como Sevilla disponen de aeropuertos. © www.economiaparatodos.com.ar |