Apología del voto útil
útil. (Del lat. utĭlis). 1. adj. Que trae o produce provecho, comodidad, fruto o interés. 2. adj. Que puede servir y aprovechar en alguna línea. RAE
Días harto complicados, días previos a los comicios cuando pasa todo lo mismo que viene pasando hace doce años pero, ahora, lo vemos y nos asombramos. Podría decirse que son días de consagración de la hipocresía argentina porque es cierto: “No fue magia”.
Hasta acá llegamos en este estado por acto u omisión de todos los sectores de la nación. Dirigencia y sociedad, sociedad y dirigencia. Da igual si es empresaria, sindical, política, deportiva, etc., hay culpas repartidas. Lo complicado de la situación es la salida, no porque no la haya sino porque quienes debemos buscarla somos los mismos que la esquivamos tantas veces.
Una vez más nos ponen todas las herramientas: un GPS y las llaves en bandeja para empezar a salir de esta decadencia, la duda sin embargo se mantiene incólume. ¿Qué certeza hay de que vayamos a usarlas? Tristemente, el silencio es la mas verídica de las respuestas.
Hay una ceguera voluntaria que se esparce como peste y amenaza. Hay ignorancia, ingenua alguna, otra forzada. Y hay Poncio Pilatos dispuestos a lavarse nuevamente las manos si las cosas fallan. Porque si llegara a ganar el candidato oficial, es decir si se mantiene la inmoralidad, la corrupción, la impunidad, aquellos que se burlaron y negaron el “voto útil”, dirán que a Scioli ellos no lo han votado. Pero seguro votaron a Margarita Stolbizer, a Rodriguez Saá o a Sergio Massa…
¿Por qué no mencionamos a Nicolás Del Caño acá? Por la simple razón de que posiblemente, el votante de izquierda tenga arraigada la creencia de que los ricos son el problema. No hay demasiados antídotos contra la perseverancia en el error: si no se vio caer el Muro de Berlín, si no se vio desaparecer la Unión Soviética…, tampoco se verá la falacia de un país gobernado por proletarios.
Sin embargo, la necedad del que vota a un opositor en el que cree o no sustancialmente, pero lo elige a sabiendas que es una opción sin posibilidad de frenar el atropello institucional actual, es diferente. Diferente y menos inocente. No hay tanta diversidad ideológica entre el progresismo o populismo de Victoria Donda, el de Felipe Solá y el de Rodríguez Saá. Los tres sin ir más lejos compartieron el mismo partido. Los tres aplaudieron alguna vez las ocurrencias del oficialismo.
Que después hayan adoptado posturas o criterios distintos es otro tema, pero las opciones que hoy representan no pesan tanto (o no debieran) como la urgencia de sacar al país de este fardo. A nadie sorprendería si Solá va en la boleta del ex gobernador de San Luis, o si Miguel Olaviaga acompaña a Massa. Y muchos de quienes quieren votar al ex jefe de gabinete jamás habían oído hablar, por ejemplo, de su compañero Gustavo Sáenz.
No es creíble que los líderes de esos partidos no se hayan percatado de la prioridad de la época: si no se termina de raíz con el kirchnerismo, probablemente no volverán a tener opción de presentarse en otros comicios. Es así de duro y así de sencillo.
Quizás se diga que no es “políticamente correcto” el argumento, incluso que no es democrático, pero el contexto en que estamos tampoco es “políticamente correcto” y mucho menos democrático. La justicia está sometida al Poder Ejecutivo, el Congreso opera como escribanía del mismo, y solo sesionó siete veces en un año, la jefe de Estado usa la cadena nacional para promocionar a su hijo, inaugurar un hospital que no funciona, o simplemente denostar a adversarios…
Unos pocos datos aislados bastan para probar que este no es un escenario normal. No son elecciones en Suecia ni en Dinamarca. Esto es Argentina después de la década kirchnerista. No ha quedado en pie ni la estatua de quien descubrió América y nos dio razón de ser, entonces no pretendamos ser puristas que ven en Mauricio Macri al hijo del papá con un gen neoliberal.
Porque, primero y principal, acá desde Alberdi a esta parte no ha existido verdadero liberalismo por lo tanto menos puede existir un neoliberal. Y si solo contemplan el problema de la regulación de los precios o del rol del Estado para emitir sufragio, entonces no se ha comprendido nada de lo que está pasando.
El país está siendo manejado por mafias, en el país aparece un fiscal asesinado un día antes de declarar contra la Presidente, se incendia un avión que volaba únicamente para llevar bolsos con plata, desaparece gente… Sí, desaparece gente: desde Julio López hasta Damián Stefanini y Hugo Díaz, los financistas. Aparecen cadáveres, te dicen que son “ajustes de cuenta”, y aprendimos a convivir con sicarios, ¿o es normal que un domingo al mediodía te baleen a dos ciclistas en Palermo con ciento de personas corriendo?
Lo que pasa en Argentina no es normal, ende no puede haber tampoco una elección convencional. No hay opciones de colores, hay blanco o negro. Los grises vendrán luego. Por eso el cineasta Campanella dijo lo que dijo, y porque la verdad no gusta generó lo que generó. Nadie iba a ceder por patriotismo, el patriotismo está ausente hasta que alguien demuestre que volvió, pero falta mucho para eso.
Hoy todos somos espiados impunemente, hoy nos hacen secuestros virtuales porque tienen todos nuestros datos… Hoy, en definitiva, no nos cuida nadie. No nos cuida nadie ni nosotros nos cuidamos si vamos a descartar, por una falsa moral, el voto útil que es justamente el voto que conduce con más probabilidad al objetivo: el verdadero fin de ciclo.
Que en el cuarto oscuro haya cinco boletas debería ser una anécdota porque la única que importa es la que nos asegure no que Cristina se va sino que nosotros nos podemos quedar acá.
Gabriela Pousa