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jueves 12 de mayo de 2005

Apostando al olvido

La campaña electoral para elegir diputados y senadores ya ha comenzado. El mismo presidente Néstor Kirchner la ha presentado como un plebiscito de su gestión. Su carta de triunfo es lograr que la sociedad olvide todos los desaciertos de este Gobierno y no tenga en cuenta los escasos logros.

La campaña electoral por la renovación de la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado ha comenzado, distorsionada por el intento gubernamental de convertir a esta elección en un plebiscito sobre la administración de Néstor Kirchner. Este recurso no es nuevo en la ajetreada vida cívica argentina. Hipólito Yrigoyen publicitó su retorno a la Casa de Gobierno, en 1928, como un plebiscito en torno a su figura carismática y su difuso programa populista. Juan Domingo Perón utilizó también este mecanismo, y su esposa María Eva Duarte no se cansaba de recordar que “votar contra Perón era votar contra el país”, un modo poco sutil de denominar traidores a la Nación a los partidos de oposición.

El falso plebiscito de Kirchner está viciado, además, porque el actual gobierno federal apuesta al olvido como carta de triunfo electoral. Han sido tan pocos sus logros y tantos sus desaciertos, que sólo fundándose en la escasa memoria pueden ganar los candidatos oficialistas. Recordemos, por ejemplo, el tan extraordinario anuncio de las millonarias inversiones chinas hacia fines del año pasado. Luego de los fuegos de artificio, tanto despliegue publicitario demostró ser una chispa de ilusiones que se perdió como una estrella fugaz en el horizonte. Un gravísimo paso de la administración Kirchner fue el decreto de inspiración totalitaria por el cual quedaban guardados por diez años todas las comunicaciones telefónicas, los correos electrónicos y los chats de cada uno de nosotros, lo cual afectaba la privacidad y vulneba principios constitucionales. Los ministros responsables y firmantes del decreto 1563/04, sin embargo, continúan en sus funciones, sin que las fuerzas de la oposición hayan reclamado sus renuncias, a pesar de que es evidente de que fueron iluminados por las mismas musas que asesoraron a Stalin y Mussolini.

La única idea que esgrime el oficialismo, la única consigna que lo alienta, es la de respaldar al presidente y encolumnarse tras su mando. Esto no es nuevo, sino ya demasiado viejo y de resultados desastrosos. Cabe citar a un ilustre parlamentario que reflexionó en la Cámara de Diputados sobre la política del entonces presidente de la República: “Yo recuerdo la última campaña electoral de la ciudad de Buenos Aires. El presidente de la República fue tomado como bandera, como único programa: vimos su nombre pintado en todos los cordones de las aceras de la ciudad, vimos su nombre presentado como programa de un partido político de improvisada formación. El nombre del presidente era todo el programa. Es éste un hecho que no había visto antes. Aun cuando trato de evocar en lo más remoto de mis recuerdos, no sé que un presidente argentino –salvo la época incondicional que dio lugar al 90– haya prestado su nombre para una mezquina campaña electoral”. El diputado era el socialista Dr. Nicolás Repetto, en la sesión del 27 de septiembre de 1942; el presidente de la República, el conservador Ramón Castillo.

La administración Kirchner ha levantado desde sus comienzos la bandera de la memoria, aun cuando haga de su ausencia el fundamento de su supervivencia electoral. En este plebiscito de la memoria y el olvido que se aproxima, es bueno recordar qué se ha hecho y cuánto ha quedado en el mundo de las promesas. © www.economiaparatodos.com.ar



Ricardo López Göttig es historiador y profesor e investigador senior en ESEADE.




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