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jueves 8 de noviembre de 2007

Apuntes para el cambio (Nota I)

Para que el Mercado Único y Libre de Cambios pueda recuperar su lugar, de indudable importancia, y aumente considerablemente el volumen de sus transacciones es preciso instrumentar una serie de medidas que liberen y hagan más flexible la operatoria financiera.

Se podría afirmar hoy que Eduardo Duhalde tenía razón cuando en el inicio de su gestión era partidario de fijar el tipo de cambio en $ 3,10. Paradójicamente, desde 2003, nuestro peso se ha mantenido cercano a esa paridad por decisión del presidente Néstor Kirchner, cuya política en ese sentido se fundamenta en un dólar alto “competitivo” con el propósito –según afirma– de fomentar las exportaciones. En realidad, esa política tuvo como propósito también el de sustituir importaciones, aunque terminó en un enorme fracaso. Sin embargo, el objetivo verdadero que resultó realmente exitoso fue el de las retenciones impuestas a las exportaciones, que posibilitaron lograr un importante superávit fiscal que sirvió de base al hoy omnipotente poder económico del Gobierno.

Es decir que si bien ahora tenemos un sistema cambiario de “flotación administrada” (aunque adaptada artificialmente a la política oficial), los controles de cambio y la diaria intervención del Banco Central en el mercado han frenado los efectos positivos de aquella modalidad vigente en los países civilizados del mundo, para convertirla en un híbrido bastante parecido a la tan criticada convertibilidad de la década del 90.

Otro factor negativo que impide que nuestro mercado de cambios pueda alcanzar niveles aceptables de amplitud y profundidad es la imposición oficial de que deba funcionar únicamente dentro de un horario preestablecido y sólo a través de los sistemas de negociaciones electrónicas autorizados, el Siopel del MAE y el MEC de la Asociación Argentina de Corredores de Cambio. Cabe aquí recordar que los mercados de cambios en el mundo se caracterizan, precisamente, por utilizar todos los medios de comunicación posibles y desarrollan su actividad durante todo el horario bancario, sin limitaciones de ninguna especie.

También es motivo de preocupación y merece un sinnúmero de críticas la presencia permanente del Banco Central en el mercado. Tanto por su modalidad operativa como por su forma de actuar, a veces con marcada prepotencia y exagerada agresividad, el ente monetario parece desconocer las reglas operativas y sus limitaciones, vigentes en todo el mundo, como también el uso adecuado de los instrumentos apropiados para hacer frente a sus responsabilidades. Además, es evidente la pérdida de su independencia, al seguir al pie de la letra las políticas dictadas por el Poder Ejecutivo en materia cambiaria y monetaria.

Pero el Banco Central no sólo actúa en el mercado de divisas spot, sino que también lo hace en los mercados de futuros –Rofex y OCT MAE– con la pretensión de que esa acción influya en la tendencia del tipo de cambio en las transacciones de contado. Nada más erróneo. El valor de los instrumentos derivados, como lo son los contratos de futuros, depende directamente del activo subyacente, que en este caso es la divisa que se negocia y su valor de referencia es el tipo de cambio spot que corresponda. No al revés.

Al respecto, cabe recordar que los mercados financieros se dividen en dos grandes segmentos: organizados (bursátiles) y OTC (“over the counter” o extrabursátiles). Los mercados organizados funcionan dentro de un recinto con contratos estandarizados, vencimientos fijos y garantizados por una cámara de compensación. En los mercados OTC, en cambio, las operaciones se efectúan a la medida de las necesidades de las partes y ambas comparten los riesgos crediticios y operativos correspondientes. Mientras los contratos a futuro (futures) se negocian en el segmento organizado (bursátil), los contratos a plazo (forward outrigh contracts) se realizan directamente en los mercados de cambios.

Y aquí es necesario volver sobre el caso de las transacciones forwards, que en nuestro país están expresamente prohibidas desde el inicio del actual sistema cambiario, a principios de 2002, y sin que nunca se haya explicado en forma oficial el porqué de semejante decisión. El contrato a plazo (forward) es un acuerdo de compra o venta de una cantidad específica de una determinada divisa, en una fecha en el futuro y a un precio fijado por ambas partes en el momento de cierre de la operación. Es éste el clásico instrumento de administración del riesgo cambiario más antiguo y más utilizado en el mundo por los exportadores e importadores.

Otro de los aspectos que merecen reiteradas críticas es que las permanentes intervenciones del Banco Central impiden que el tipo de cambio pueda flotar, aunque sea dentro de una banda no explícita, y así permitirle al mercado cierta cuota de incertidumbre, especialmente para no favorecer a los especuladores que operan con diversos activos financieros brindándoles un seguro de cambio gratuito, tal como viene ocurriendo en los últimos años.

Tampoco tiene justificación el hecho de que en determinadas ocasiones el ente monetario ponga en las pantallas del sistema ofertas de compra o de venta por montos elevados, de más de diez millones de dólares, a precios varias milésimas por encima o por debajo de lo que se opera en ese momento, lo que provoca un inesperado salto en el valor de los tipos de cambio que perjudica seriamente y por igual a empresas y operadores.

Como conclusión, se podría argumentar que la solución a todo este desorden sería seguir los pasos de Brasil, cuyo banco central ejerce su función interventora por fuera del mercado, licitando a precios fijos la compra de dólares con el mismo objetivo de evitar una mayor revaluación del real frente al dólar y aumentar sus reservas. Por otra parte, ese sistema resulta mucho más profesional, ya que evita la ilógica puja del ente monetario con los bancos comerciales en el mercado y las dudas que siempre genera la acción oficial cuando tiene en sus manos todo el poder para hacer subir o bajar el valor de nuestro peso frente al dólar, aplicando criterios y modalidades operativas siempre discutibles.

En paralelo, habría que tomar la heroica decisión de dejar de lado el uso de los sistemas electrónicos actuales para que el mercado vuelva a funcionar de la manera tradicional, mediante el contacto personal de los operadores a través del teléfono y la informática, tal como ocurre en el mundo civilizado. Sólo así se logrará que el Mercado Único y Libre de Cambios pueda recuperar su lugar, de indudable importancia, y aumente considerablemente el volumen de sus transacciones para darle la amplitud y la profundidad imprescindibles para su crecimiento y desarrollo, acordes con las necesidades de nuestro comercio exterior y su financiamiento.

Finalmente, y como broche de oro, también habría que poner fin a la obligatoriedad que hoy tienen los exportadores de ingresar las divisas y reordenar el cúmulo de normas de control de cambios vigente, para reducirlas al mínimo posible, clarificar así el sistema y facilitar su comprensión y cumplimiento. Asimismo, debería establecerse un programa con plazos para ir eliminando progresivamente las retenciones a las exportaciones y disponer la inmediata caducidad del denominado impuesto al cheque, con el objetivo de, en el momento oportuno, dejar que nuestro peso pueda flotar libremente en busca de su valor de equilibrio frente al resto de las monedas del mundo. © www.economiaparatodos.com.ar

José Alfredo Nogueira es corredor de cambio y autor del libro “Las Reglas del Juego. Mercado de Cambios y Operaciones con Divisas” (Editorial Argenta). Para comunicarse con él: josenogueira@fibertel.com.ar.

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