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miércoles 29 de enero de 2014

Argentina: Crisis de credibilidad económica

Argentina: Crisis de credibilidad económica

La inflación, la caída de reservas y el dólar paralelo evidencian que el Kirchnerismo sufre su mayor crisis económica desde que llegó al poder en mayo de 2003

Hay quienes señalan que no puede darse una crisis, dado que los precios de lo que Argentina exporta siguen siendo buenos, que la tasa de interés internacional continúa relativamente baja y que la economía argentina en 2013 creció menos pero creció. Pero la cuestión es que el Gobierno sufre una crisis de credibilidad económica y ello es ante todo una cuestión política. A poco más de dos meses de la reorganización del gabinete, su Jefe (Capitanich) ha sido desgastado tanto por las desautorizaciones desde la propia Casa Rosada, como por sus contradicciones en las marchas y contramarchas que han tenido lugar, mientras que el ministro de Economía (Kicillof) hace evidentes tanto su ideología, como su confusión en el manejo diario de la crisis. Por su parte, la Presidenta ha optado por el silencio y el alejamiento como actitud política frente a los problemas. El Vicepresidente (Boudou), que está a cargo del Gobierno dado el viaje de la Presidenta a Cuba, es una figura desacredita en la opinión pública por las denuncias de corrupción y sin influencia dentro del oficialismo. Una devaluación como la que ha tenido lugar, sin un cambio de enfoque político-económico, una renovación de equipo y sin el diseño de un nuevo horizonte, no va a resultar eficaz para reconstruir la credibilidad económica perdida y esta es la situación que se enfrenta. Al mismo tiempo, una medida aislada de relativa liberalización económica cuando simultáneamente se acusa al Presidente de Shell (Aranguren) de ser el responsable de la corrida cambiaria y buscar a Fidel Castro como una referencia en medio de la crisis, son evidencias de que no se va en camino de reconstruir la credibilidad perdida.

El Gobierno no se dará por vencido, redoblará la apuesta y posiblemente frente a los fracasos adoptará medidas más radicalizadas. Diez días atrás, el oficialismo denunció una campaña de desestabilización proveniente de sectores económicos y financieros destinada a reimplantar el “modelo neoliberal”. Coherente con ésta línea, cinco días después acusó al Presidente de Shell de ser el responsable de detonar el aumento del dólar. En Cuba, la Presidente argentina intenta convencer a sus colegas latinoamericanos -que asisten esta semana a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC)- que en Argentina se ha iniciado una maniobra especulativa internacional destinada a desestabilizar al mundo emergente en su conjunto. Ante la probable ineficacia de las medidas que entran en vigencia esta semana, la Presidenta y su ministro de Economía buscarán radicalizar sus políticas, más allá de que las circunstancias terminen imponiendo acciones realistas. Tras la derrota en las legislativas de 2009, el Gobierno se recuperó “redoblando la apuesta” y “profundizando el modelo” y es lo que ahora intenta aunque las condiciones sean distintas y el resultado político probablemente será diferente. El lanzamiento del plan “Progresar” para subsidiar a jóvenes que ni estudian ni trabajan busca tener el rol que tuvo cuatro años tras la “Asignación Universal por Hijo”.

La cuestión ahora es la velocidad de los acontecimientos, tanto en lo económico como en lo político y social. La historia argentina contemporánea muestra que uno de cada tres veranos ha sido de crisis económica y también que lo económico interactúa fuertemente con lo político y social. Por lo general, en el pasado las crisis se desataron en lo económico, generaron impactos sociales y éstos consecuencias políticas. En esta oportunidad, la crisis ha estallado primero en lo social, como sucedió en diciembre con la mayor ola de saqueos que se haya registrado, la huelga policial más extendida de la historia, las protestas frente a los cortes de energía y la puja salarial que se ha iniciado. Esta crisis social de diciembre generó impactos en la economía en enero y aceleró el deterioro y ello tendrá consecuencias políticas en los próximos meses o incluso semanas. Siempre es más fácil conocer la dirección de las tendencias: lo más difícil es determinar su velocidad. El deterioro social, económico y político en diciembre y enero ha sido muy fuerte y mucho más acelerado que lo esperado por la mayoría. No es inexorable que siga siendo así, pero es posible -y hasta probable- que lo sea. La experiencia argentina también muestra que es la violencia social en la calle el factor que precipita las consecuencias políticas y en ello juegan los imponderables.

El Peronismo, que hasta ahora ha acompañado a la Presidente, mira la evolución de la situación con cierta perplejidad. La oposición sigue dividida y sin capacidad de acción política en el corto plazo. Massa es quien se mueve con más precisión, advirtiendo que las medidas adoptadas van a empeorar la situación de jubilados, trabajadores y clase media. El empresariado también está dividido y -con la excepción del campo- evita cualquier confrontación con el oficialismo. El sindicalismo opositor realizó su plenario pero sin definir un plan de acción concreto, visualizando las paritarias a partir de marzo como su instrumento de acción más relevante. El Papa ha aconsejado que se reestablezca la “Mesa de Diálogo” que hizo funcionar la Comisión de Pastoral Social del Episcopado en la crisis 2001-2002, en una señal de advertencia sobre los riesgos que la situación implica. Pero la clave política es la actitud que adopten los gobernadores e intendentes del conurbano, quienes en una crisis se transforman en la estructura de poder político más relevante en la Argentina. Scioli se ha reunido la semana pasada con sus pares de Mendoza, Misiones y Salta y en febrero continuará con estos contactos. Es el gobernador de la provincia que tiene el 40% de la población y paralelamente, aunque se note poco, es el Presidente del PJ y en este marco será la referencia política más relevante para su partido. Un gobernador aliado del oficialismo (Sapag) ha dicho que “la inflación es un fuego que lo arrasa todo” y en esta circunstancia es la variable económica que más puede influir en generar reacciones sociales en las calles.

En conclusión: el Kirchnerismo sufre su peor crisis económica desde que llegó al poder hace más de una década, en mayo de 2003: se trata ante todo de una crisis de credibilidad; es probable que las medidas que entraron en vigencia ayer no resulten eficaces para reestablecer la confianza, ante a lo cual la Presidente redoblará la apuesta manteniendo el apoyo a Kicillof; la cuestión ahora es la velocidad con la cual ocurrirán los acontecimientos y la interacción que se produzca entre lo político, lo económico y lo social; por último, el Peronismo, que hasta ahora ha acompañado a la Presidente, observa la situación con cierta perplejidad y el gobernador de Buenos Aires y Presidente del PJ es su referencia más relevante en caso de crisis política.

Fuente: 

www.nuevamayoria.com