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miércoles 6 de agosto de 2014

Argentina y su nuevo default

Argentina y su nuevo default

Pese a la rimbombante retórica oficial de que era imposible que Argentina entrara en default porque el país pagaba puntualmente sus deudas, lo cierto es que finalmente arribó el momento más temido. Probablemente ciertas tendencias autistas de la presidente Fernández y de su ministro Kicillof les impidieron reconocer un hecho que para buena parte de los argentinos así como para el resto del mundo era una verdad incontrastable, aunque se la acompañara de algún adjetivo “tranquilizador”, como técnico, selectivo o parcial.

La puesta en escena desarrollada en la Casa Rosada el 31 de julio estaba al servicio de insistir en la idea de que allí no había pasado nada y todo seguía igual, a pesar del plazo impuesto por el odiado juez Thomas Griesa. Lo actuado remitía, de alguna manera, al Congreso nacional en diciembre de 2001 cuando el efímero presidenteAdolfo Rodríguez Saa hizo aprobar la cesación de pagos. En aquel entonces todos los asistentes puestos en pie aplaudieron a rabiar la patriótica medida, aunque condujera al sufrimiento de millones de argentinos.

En julio de 2014 las sonrisas cómplices y los aplausos atronadores de un público totalmente entregado acompañaron nuevamente el discurso presidencial. Para quitar gravedad a su comparecencia de algo menos de una hora, Fernández dedicó casi la mitad del tiempo a hablar de los derechos de los consumidores y del aumento que percibirían los jubilados.

Llegado el momento indicado, un cierto toque de frivolidad acompañó sus palabras, por más que leyera emocionada parte de un discurso de Néstor Kirchner de 2004. Su preocupación por pasar a la historia y cómo hacerlo, convencida de que lo haría, fue otra de las obsesiones personales de quien a veces parece olvidar que fue elegida por los argentinos para asegurar el interés general y no para defender banderías sectarias.

Se ha dicho que el manejo macroeconómico era un elemento central que permitía diferenciar a los nuevos populismos de los viejos. Sin embargo, en el caso argentino esto ha dejado de ser cierto y el kirchnerismo bebe cada vez más del primer peronismo, del cual refleja algunos de sus tics originarios. Para comenzar, hace tiempo que la inflación se ha disparado hasta ser la segunda más alta de toda América Latina, sólo por detrás de Venezuela. El déficit también se ha convertido en motivo de preocupación, acentuado por una política de subsidios imposible de reconducir, salvo que se afronten importantes costes políticos.

La lamentable gestión del tema de la deuda y los holdouts, los satanizados fondos buitres, ha mostrado como la ideología y la necesidad de mantenerse fiel a un discurso “liberador” han terminado imponiéndose al pragmatismo y a una política económica eficaz. La mención hecha a la normalidad que permanece más allá de los vaticinios más agoreros remite a una torre de marfil a la que sólo ingresan los dueños de la verdad absoluta y la utopía.

No extraña que uno de los grandes ganadores de la hasta ahora última crisis de la deuda en Argentina haya sidoKicillof, que ha visto como sus opiniones son muy tenidas en cuenta por su jefa directa. Los colaboradores del ministro de Economía, tanto o más inexpertos y tanto o menos preparados que él, son cada vez más influyentes en un gobierno que a marchas forzadas se olvida del peronismo y de su pragmatismo característico. Inclusive algún destacado líder piquetero lo ha propuesto como candidato presidencial del kirchnerismo para 2015. La duda en este punto es hasta dónde y hasta cuándo los peronistas, cada vez más desplazados del eje del gobierno, se dejarán arrebatar sus banderas de justicia social.

Es evidente que al haber “malvinizado” el conflicto con los holdouts (¡patria o buitres!; “Cristina o Griesa”, un remake vacilón de “Braden o Perón”) el kirchnerismo se ha apropiado de la retórica nacionalista y antiimperialista del peronismo. Esto lo apuntaba Eduardo Fidanza en “La vigencia agónica del discurso populista” . El objetivo: obtener el mayor respaldo popular. Una cierta, aunque probablemente transitoria, recuperación de la imagen presidencial es el magro premio cosechado en esta campaña de imagen.

El gobierno también se ha preocupado de recabar apoyos internacionales, cuantos más mejor. Sin embargo, más allá de las declaraciones y de las palabras bien intencionadas, como las de los presidentes de Rusia, China o de casi toda América Latina, poco más ha obtenido. Una de las últimas jugadas de Cristina Fernández fue acudir a la Cumbre de Mercosur en Caracas en la búsqueda de la solidaridad de sus colegas, lo que obviamente logró. Pero fue incapaz de proponer una discusión regional para ver que impacto podría tener su decisión sobre los países vecinos, comenzando por Brasil.

Las repercusiones del default serán más profundas cuanto más tiempo pase sin arreglar definitivamente el asunto. Es probable que en enero de 2015, despejado el horizonte tras el vencimiento de la tan temida cláusula RUFO, el contencioso entre en la senda de su resolución. Pero, ¿cuál habrá sido el precio a pagar? Un precio que se habría podido evitar en su momento con políticas más previsibles y menos orientada a la obtención inmediata de réditos políticos. La conclusión de todo este enredo es que el alineamiento bolivariano no ha sido nada provechoso, sino todo lo contrario, para Argentina.

Fuente: www.infolatam.com