Hace 2.600.000 años un australopiteco robusto, un humanoide que había acopiado nueces en su guarida, las martillaba con su mano empuñando una piedra. Un ejemplar de homo de la misma era martillaba también con una piedra una laja de silex, desbastándola para hacer un elemental cuchillo para destasar animales. Ambos caminaban sobre dos pies, tenían las manos libres y usaban herramientas simples. Pero el australopiteco se extinguió un millón de años después y el homo siguió su camino y hoy puebla la tierra con seis mil millones de individuos.
Entre romper nueces con una piedra y hacer un cuchillo golpeando una piedra hay un mundo de diferencia intelectual. Uno simplemente come, el otro prepara un útil para cazar y comer. En uno su habilidad no desarrolló la inteligencia necesaria para sobrevivir y evolucionar; en otro la tecnología utilizada para confeccionar herramientas abrió su intelecto, incrementó su inteligencia y sus habilidades, y le permitió evolucionar y prosperar en el planeta. Muchos antropólogos dicen que la tecnología generó la inteligencia.
En la actualidad, la fabricación de objetos elementales que ya son corrientes no satisface ni nuestro desarrollo ni nuestras necesidades. Una tecnología primaria como la que desarrollamos en el país no hará de nosotros más que unos reproductores de elementos, alimentos, comida y artefactos baladíes que no requieren inventiva y no son vendibles al mundo de hoy.
Nuestra industria fue protegida durante más de cien años y aunque siguió produciendo elementos valiosos para sobrevivir y proveer a los argentinos de las cosas que utilizamos en el mercado interno, no avanzó al segundo estadio de tecnología industrial necesario para proveer a la población del mundo.
Sabemos producir cosas como artefactos, autos, alimentos, ropa, pero no desarrollamos industrialmente la Argentina para producir máquinas de máquinas. Los nuevos martillos para producir cuchillos del primate.
Sabemos producir productos finales, aceros, plásticos, telas, pero no producimos la maquinaria y la tecnología para hacer las máquinas que producen acero, plásticos y demás materiales. Sabemos, por ejemplo, producir neumáticos pero no producimos máquinas para hacerlos.
Y no es por falta de habilidad tecnológica. Valga como ejemplo de tecnología avanzada nuestra aviónica del Pulqui, el proyecto truncado del misil Cóndor, las exportaciones de material atómico y la tecnología agropecuaria. Pero no nos hemos desarrollado en esa línea y nuestra capacidad de avanzar con una industria que pegue en el mundo está soterrada.
La falta de ese paso, el de aplicar las innovaciones tecnológicas a la industria y salir de la industria de la ganancia rápida y segura venta, nos está sumergiendo de crisis industrial en crisis industrial, sin salir de perdedores. Siempre pidiendo protección, quejándonos de que no tenemos economía de escala y sujetos a las crisis recurrentes de la competencia de quienes producen mejor y más barato. Un retintín desde las épocas de nuestra temprana industrialización en el siglo XIX.
El australopiteco se extinguió. No superó el estadio de la innovación tecnológica. Nuestro ancestro innovó y aplicó nueva tecnología. Y fue un éxito como especie evolucionada. Un chimpancé hoy sigue golpeando las nueces que crecen en nogales especialmente plantados por el homo.
Somos totalmente capaces para hacer innovación tecnológica industrial. Sólo nos hace falta la intención y el empuje de políticos, dirigentes y empresarios en la tarea. © www.economiaparatodos.com.ar
Agustín Pieroni es Doctor en Ciencia Política. |