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jueves 27 de diciembre de 2007

Bajas de aranceles para combatir el aumento de los alimentos

Son cada vez más los países que eliminan barreras arancelarias para los productos agropecuarios con el objetivo de que el aumento de las importaciones ayude a reducir los precios domésticos y moderar la inflación.

Hace dos semanas, desde estas mismas columnas, alertábamos acerca de las consecuencias del sostenido aumento de los precios de los productos del agro, ya evidente a lo largo y ancho del mundo.

Además, proyectándonos al futuro, anticipábamos que el referido ciclo de crecimiento de los precios de las commodities agropecuarias puede llegar a mantenerse en el tiempo por un buen rato, quizás hasta por espacio de dos décadas. O eventualmente más, salvo el supuesto de desastres recesivos.

Lo cierto es que la realidad mundial en este capítulo de la actividad económica ha cambiado tanto que muchos de los países que alguna vez fueran auténticos campeones del proteccionismo agrícola están desarmando aceleradamente sus barreras arancelarias para –en cambio– tratar de facilitar las importaciones de ciertos productos que, por décadas, trataron de mantener fuera de su territorio.

Desde las columnas del influyente Financial Times, Javier Blas dio cuenta recientemente de los cambios que están ocurriendo en las distintas estructuras arancelarias vigentes. Sobre todo respecto de los cereales, los aceites vegetales y el arroz, cuyos precios están entre los que más crecen dentro del espectro de los productos del agro.

La razón es bien simple: preocupados por los altísimos precios de los alimentos, algunos países procuran limitar su fuerte impacto inflacionario mediante la baja de aranceles, de manera de estimular la importación de esos productos (hasta ahora casi prohibida o desalentada con ahínco), con el afán de moderar los niveles de precios domésticos.

Ocurre que los aumentos de los precios de los combustibles y de los alimentos están llevando al mundo a enfrentar, por doquier, tasas de inflación ya preocupantes. ¿Cómo se defiende hoy un ahorrista en dólares, de una inflación como la norteamericana, que está ya en el 4,3% anual? ¿O como la china, que es del 7% anual, esto es la más alta de los últimos 11 años?

Ante esas realidades, las tasas de interés resultan negativas. No obstante lo cual, nadie se anima a subirlas por temor a profundizar las preocupantes tendencias recesivas que, en paralelo, han ido insinuándose en los mercados más importantes.

Los cambios que están ocurriendo no son menores. Turquía, nos advierte Blas, acaba de disminuir el arancel de importación del trigo del 130% al 8%. Pavada de descuento. Y el del maíz del 130% al 35%. La cebada, por su parte, que tenía una arancel del 100%, hoy es de importación libre de aranceles.

La Unión Europea –que tanto daño ha hecho con su proteccionismo a países como la Argentina– anuncia que, desde junio, los cereales podrán ser importados con arancel cero. Parece una ironía, pero es la realidad. No estamos frente a un espejismo, sino a un cambio de condiciones que luce bien serio.

La lista de países que están reduciendo en forma significativa los derechos de importación de los productos del agro, porque ello es políticamente inevitable, es cada vez más extensa. Entre ellos: China, Rusia, México, Marruecos, Azerbaiján, Egipto; Filipinas, Taiwán, India, Nigeria, Ghana, y Perú. Como puede advertirse, y según cabía esperar, hay entre esos países algunos de los más populosos del mundo, que lucen cada vez más preocupados.

En la otra punta del espectro hay países con sectores rurales que generan excedentes productivos, como: la Argentina, Kazakhstán o Rusia, que están reaccionando a la situación antes descripta mediante un aumento sustancial de los derechos a la exportación (los llamados “retenciones”) de productos del agro. Por una parte, para evitar que desde el sector externo se importe inflación. Por la otra, para aumentar la recaudación, apoderándose así de la “renta extraordinaria” y evitar el “enriquecimiento” repentino de un solo sector, el rural.

De pronto, el proteccionismo se revierte, entonces. Al menos por ahora. Las barreras a la importación, en el nuevo escenario, son reemplazadas por políticas arancelarias neutras, cuando no de inducción de la importación.

Nadie debe llamarse por esto a engaño. Si mañana la situación se revierte, los importadores volverán a sus posiciones anteriores, absolutamente egoístas; más aún, desalmadas. Lo que sucede es quizás coyuntural, aunque el plazo de esta coyuntura no esté demasiado claro. Y esto no puede perderse de vista.

Se trata de no matar a la gallina de los huevos de oro, mientras al propio tiempo se alienta a un sector que viene de largos años de soportar un castigo implacable, derivado en descapitalización y endeudamiento. Por esto último, no hay márgenes para favores inmerecidos al mundo desarrollado.

Es hora de equilibrar, al menos parcialmente, la situación del sector agropecuario que estuvo en dificultades por demasiado tiempo como para no recibir hoy la cuota de oxígeno que necesita para poder ponerse de pie y crecer de manera sostenida. © www.economiaparatodos.com.ar

Emilio Cárdenas se desempeñó como representante permanente de la Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

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