Cuando releí la última nota que había publicado antes de irme de vacaciones (clickear) me sorprendí de la rapidez con que se cumplieron mis previsiones. Y me apuro a aclarar que no estoy haciendo el autobombo de mis pronósticos ya que, en realidad, tampoco es un gran mérito profesional advertir sobre el fracaso de los controles de precios, particularmente, cuando se establecen bajo una política monetaria que es casi una orgía de emisión.
Si, transcurrido un mes desde mi última nota, el presidente está ocupado en definir el precio de la carne picada, el asado de tira, la marucha, el bife angosto, la bola de lomo y demás cortes vacunos, quiere decir que su política antinflacionaria está fracasando en toda la línea.
Cuando el presidente Kirchner deja de amenazar a los supermercadistas por los aumentos de precios, previo paso por la empresa Shell, y se lanza inmediatamente a combatir a los productores de carne, quiere decir que el hombre no logra encontrar un rumbo a su acción de gobierno, porque dudo que -con todos los problemas que tiene la Argentina (educación, salud, seguridad, inseguridad jurídica, desocupación, falta de inversiones, pobreza, entre otras)- el precio del asado de tira esté al tope de las cuestiones de Estado más urgentes a resolver.
Si los desplantes, la prepotencia y el autoritarismo le sirvieron, por ahora, para amedrentar a sus opositores políticos dentro y fuera del partido justicialista, esa fórmula lejos está de servirle para domesticar la inflación que él mismo está incentivando con la emisión monetaria que le ordena realizar al Banco Central y, mucho menos, para generar el ambiente adecuado de negocios que atraiga las inversiones.
Kirchner cree que los precios son función de los gritos que puede llegar a pegar un gobernante, cuando, en realidad, la estructura de precios relativos es algo mucho más complejo. Y queda en evidencia que Kirchner desconoce la complejidad del proceso económico por el rumbo que está tomando en este campo.
¿Qué es lo que en definitiva quiere hacer Kirchner con el asado de tira? Lo que quiere es que los productores vendan el kilo de carne a un precio menor al que podrían obtener en un mercado libre. Quiere que vendan la carne por debajo del precio de mercado. Pregunta que habría que formularle al presidente: ¿cuando usted ejercía su profesión de abogado los honorarios que cobraba eran menores a los honorarios de mercado?
Pero volvamos al problema de Estado que tan preocupado tiene al presidente, es decir, al precio del peceto. Si Kirchner quiere que el precio de la carne baje, tiene dos opciones. La primera opción es actuar en forma demagógica y establecer precios máximos y castigos para los que no quieran vender la carne al precio que él dice que tiene que tener en el mercado. Por ejemplo, estableciendo arbitrarias autorizaciones de exportación de carnes que, dicho sea de paso, es la típica regulación que abre las puertas de par en par para todo tipo de corrupción. Si Kirchner opta por el camino populista, como lo está haciendo, lo que va a conseguir es que la producción de carne deje de ser un negocio interesante y, en el largo plazo, tengamos carne de peor calidad y a precios más altos y aparezca el mercado negro.
La otra opción es actuar como un estadista pensando en el largo plazo. Esto implica dejar que los productores tengan una rentabilidad más alta para que el negocio ganadero atraiga inversiones, aumente la producción y el precio de la carne baje. ¿O cómo cree Kirchner que se produce el proceso de asignación de recursos? ¿Invirtiendo en los sectores que menor rentabilidad ofrecen?
Cualquier estudiante de Economía aprende que los capitales se vuelcan hacia los sectores que ofrecen más rentabilidad. Esa mayor rentabilidad atrae inversiones hasta que el aumento de la oferta, derivado de las nuevas inversiones, hace que el precio baje y la rentabilidad del sector tienda a igualarse con la rentabilidad del resto de los sectores. Las economías crecen gracias a este proceso de búsqueda rentabilidad. Y la calidad de vida de la población mejora debido, justamente, a las inversiones que hacen los empresarios en la búsqueda de esa rentabilidad que Kirchner califica de avara.
En realidad, Kirchner lanza estas acusaciones para sacarse de encima la responsabilidad que él tiene por su política económica, buscando enfrentar a la sociedad intentando convencer a la población de que si hay pobreza se debe a la avaricia de los productores y no a su falta de visión de estadista que hace de la Argentina una país poco atractivo para recibir inversiones.
En estos casi tres años de gobierno, Kirchner ha hecho lo imposible por espantar a cualquier potencial inversor. Toda su gestión se ha caracterizado por gritos, acusaciones, arbitrariedades, amenazas y persecuciones, creando el clima ideal para que quien tiene deseos de invertir borre a la Argentina del mapa de sus opciones, porque nadie es tan masoquista de invertir en un país para luego “gozar” siendo maltratado por el gobierno.
Pero esto es lo que tenemos por ahora. Un país sumergido en la inseguridad, con un sistema educativo destrozado, con pobreza galopante e indigencia. Eso sí, mientras la gente padece todos estos dramas, el presidente está ocupado analizando el precio de la bola de lomo que, para Kirchner, es todo un problema de Estado. © www.economiaparatodos.com.ar |