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lunes 1 de abril de 2013

Buitres de allá y de acá

Buitres de allá y de acá

La casa no está en orden. Lo paradójico es que a quien menos parece importarle es al mismísimo inquilinato

La casa no está en orden. Lo paradójico es que a quien menos parece importarle es al mismísimo inquilinato. Si acaso el contrato venciera en un muy breve lapso, la situación podría comprenderse aunque no justificarse claro.

Sin embargo, en este caso, la inquilina se supone que debe convivir con el desorden durante casi 3 años. Entonces, es dable inferir que no se trata de una falta de interés sino de la ineptitud total para acomodar las cosas que deben acomodarse.

¿Qué se hace en esos casos? Lo lógico es justamente lo menos esperable en este escenario, por el contrario, la respuesta hay que buscarla en la vasta jurisprudencia de acontecimientos similares donde la solución nació de la imprevisión y la más supina insensatez. La razón no aplica acá para explicar nada.

En ese marco, habrá que escuchar en los próximos días el resurgimiento del harto conocido chivo expiatorio. Ese personaje a quien hacer responsable de todos los males. Para ese fin, hoy la jefe de Estado, cuenta con la insobornable “suerte” (valgan las comillas) de los buitres americanos.

A ellos, Cristina no les deberá únicamente un posible default de la Argentina sino la posibilidad de endilgarle la debacle económica, fácilmente perceptible en estos días. Comparando, Poncio Pilato aparece frente a nuestra Presidente casi como un santo…

El enemigo que el gobierno ha necesitado desde el vamos para poder instaurar su concepción de la política como una sucesión de afrentas y batallas perpetuas, le llega en el momento en que menos lo precisa para menguar la tormenta interna pero simultáneamente, aparece en el instante del “vale todo”, tal el método al que apelan para su consigna indiscutida del “vamos por todo”. Y el “todo” en el diccionario kirchnerista no tiene sinónimo ni eufemismo, ni acepción que no sea lo ilimitado desde cualquier punto de vista.

Ni barrera ética, ni principio moral es válido a la hora de avanzar hacia su único objetivo reconocido: mantenerse en el poder sin importar el costo ni quien deba saldarlo. Nunca ha sido tan evidente el vaciamiento del “todos y todas” de la Presidente. La gente no interesa sino a fines electorales, es decir, a la hora de emitir sufragio.

Para ese fin, Alicia Kirchner se erige como paladín del reparto discrecional de fondos en los cordones más sensibles del conurbano. Esa es quizás la única estrategia certera que instrumentan en Balcarce 50.

Respecto al resto de las provincias, la situación es distinta y no se percibe de manera sencilla. Hasta acá se observa un ahogo promiscuo a las mismas, un punto final al federalismo que ya estaba en agonía. Ahora bien, ¿cuál es el límite entre la táctica electoral y la porfía?

Una cosa es encolumnar a los gobernadores y otra muy distinta es conducirlos sin prisa y sin pausa hacia la condena social que implica la asfixia económica en sus provincias, situación esta que no parece hacerse esperar.

Por otra parte, el gobierno central no mide variables ni contempla la aparición de imponderables a pesar de haberse tropezado duramente con uno, en el momento en que el ahora ex cardenal Jorge Bergoglio fuera designado sucesor de Pedro no hace mucho.

Puede decirse que avanzan a ciegas por un laberinto donde, como dijera Albert Camus, “todas las sorpresas son posibles“. Pero hay una sorpresa que ha dejado de ser tal: la alteración de las reglas de juego. Argentina ha dejado de ser una república democrática hace tiempo, razón por la cual es inútil pretender que se respeten normas por más elementales y básicas que sean.

En ese contexto, es muy posible que el gobierno termine derogando los artículos que estipulan las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (P.A.S.O), establecidas en la ley electoral. De suceder así, toda especulación de alianzas capaces de distribuir candidaturas quedará nula.

Esta medida cooperaría a dejar sin fuerza a dos de los actores políticos que más desvelan al oficialismo, a saber: Daniel Scioli y Sergio Massa. Hasta qué punto será débil la oposición que la mayor fuerza de esta se concentra en figuras salidas del mismo riñón oficial.

Los tejedores de la trama electoral del gobierno solo miran al primer distrito electoral, la provincia de Buenos Aires. Si bien es un escenario con un piso de votos favorable al kirchnerismo, también es cierto que ya se ha perdido el caudal electoral del último comicio. Eso explica la necesidad de evitar resquebrajamientos en el seno del partido.

Para Daniel Scioli llegó la hora de la definición: ya no sirve la oratoria conciliadora solamente, debe decidir si se somete o se abre de la Presidente. A ambos, sin embargo, los une un denominador común que no es precisamente el interés por el bienestar de la gente sino su aspiración personal: el 2015. Parece no haber vida más allá como tampoco parece haberla más acá.

La subsistencia es la idea, el resto no interesa.

Lo que sí debiera interesar es que en medio de esa contienda quedan un sinfín de chicos, rehenes de un paro docente que excede los límites de una puja salarial. Cualquier ciudadano común podría preguntarse, con coherencia, por qué esta velocidad por resolver una cuestión electoral ahora cuando las prioridades son ciertamente, otras.

La respuesta es sencilla: es ahora cuando el oficialismo cuenta con la mayoría en el Congreso para modificar cualquier aspecto de la ley electoral. Después dependerá de acuerdos y a la vista salta que a la jefe de Estado, los nervios ya no le dan. Bastante tiene con la coyuntura económica.

En ese campo no hay estrategia válida, la orden es que no se note lo que a diario nota la mayoría (si no toda) la ciudadanía. Es decir, la Presidente apunta, sin vueltas, a una tomada de pelo generalizada. ¿Para qué llamarlo de otra manera?

Hay sectores que han decidido caer en ese juego y perder lo poco de dignidad que les quedaba. Basta con observar la conducta de un sector del empresariado ligado a supermercados. Han dejado de ser víctimas de la extorsión y el apriete del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno, para pasar a ser definitivamente cómplices de esta realidad.

Ante esta inexpugnable situación sólo me cabe recordar lo que una vez me dijera un amigo. Y es que los argentinos, finalmente, tendremos que agradecer a Moreno haber puesto en evidencia frente a quienes aún no la veían, cierta dirigencia empresaria que tenemos en Argentina. Excepciones hay aunque sean nimias.

La intromisión del Estado en la vida cotidiana de los ciudadanos no se logra sin una cadena de complicidades en donde algunos bajen la cabeza, asientan, callen, apañen. Y dejar hacer es también una manera de obrar. Así pues, cabe concluir que los buitres que perturban al país no son sólo los que vuelan, de las fronteras más allá.